30 años sin Jean Renoir: La humanidad habitaba su mirada

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«A la pregunta, “¿es el cine un arte?” mi respuesta es, “¿qué importa?”… Uno puede hacer películas o cultivar un jardín. Ambas tiene derecho a afirmar ser llamadas arte como un poema de Verlaine o una pintura de Delacroix… el arte es “hacer”».
-Jean Renoir

Escribía Jean Renoir que “En realidad uno cuenta la misma historia durante toda su vida. Tenemos una sola historia en el pensamiento y, poco a poco, vamos descubriendo distintos aspectos de esta. Por lo menos, es lo que me ocurre a mí. Sé que siempre retomo los mismos temas. Pero cada vez intento ahondar en ellos un poco más, intento descubrir nuevos aspectos y expresar cosas que no haya expresado previamente”. ¿Y cuál era esa historia que Renoir nos contó película a película? Es fácil comprenderlo si sabemos que su preocupación era el hombre, la humanidad frágil que en su cine era bendecida por la mirada sensible y comprometida de este autor genial que el 12 de febrero de 1979 nos dijo adiós.

No queriendo vivir a la sombra de un padre tan notable como el pintor Auguste Renoir, su hijo Jean asumió rápidamente el reto de superarlo con el arte que nacía con el nuevo siglo. El cine de Renoir se paseó digno y glorioso a lo largo del siglo XX, desde sus primeras obras mudas en las que intentó convertir en estrella a su esposa, la actriz Catherine Hessling, para quien dirigió Nana (1926); hasta asumir el cine sonoro en los años treinta y -en palabras del crítico Georges Sadoul- poder hacer con sus filmes “un inventario social de nuestro tiempo”. En esa década maravillosa nos legó la mayoría de sus obras maestras: La perra (1931), Toni (1935), El crimen del señor Lange (1936), La gran ilusión (1937), La bestia humana (1938) y, por supuesto, La regla del juego (1939), considerada la tercera mejor película de la historia del cine según la más reciente encuesta de la revista británica Sight and Sound.

Según Truffaut esa película “es el credo de los amantes del cine, la película de películas”, pero en su momento La regla del juego fue un fracaso de taquilla, los distribuidores mutilaron su metraje y posteriormente fue prohibida ante el temor de desmoralizar a los franceses en víspera de la declaración de guerra. Crítica inteligente a una burguesía demasiado aturdida para darse cuenta que su tiempo ya había pasado, el filme describe con precisión las relaciones humanas a la manera de un microcosmos de la sociedad francesa de su tiempo.

Ante la situación en Europa, Renoir emigró a Estados Unidos y en los años cuarenta continuó allí su carrera (The Southerner, The Women in the Beach), luego viajó a La India para filmar ese clásico que es El río (1951), para regresar a su patria y filmar allí sus últimas siete cintas, incluyendo French Cancan y Elena y los hombres. En sus últimos años escribió su autobiografía y tres novelas. Su tiempo se terminaba, pero su cine –ese tesoro- será eterno.

Publicado en el periódico El Tiempo (19-02-09) pág.1-18
©Casa Editorial El Tiempo, 2009

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