¿Qué nos hace humanos?: After Yang, de Kogonada
Una película de ciencia ficción no necesariamente tiene que apuntar a distopías, guerras intergalácticas y a invasiones extraterrestres. En ocasiones nos basta mirar hacia lo que nos espera como personas (y nuestros sucedáneos) para encontrar historias reflexivas, que nos preguntan por el ser, por lo que nos hace humanos. Por supuesto que 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) fue un precursor absoluto y que Blade Runner (1982) cabe en este grupo, pese a su disfraz de thriller noir, así como Gattaca (1997), A. I. inteligencia artificial (A.I. Artificial Intelligence, 2001), Los niños del hombre (Children of Men, 2006), Nunca me abandones (Never Let Me Go, 2010), Ella (Her, 2013), Ex Machina (2015) y After Yang (2022), el más reciente filme del surcoreano Kogonada.
La clonación, los experimentos genéticos, los robots humanoides, la inteligencia artificial, todo lo que una vez soñamos que podía ser posible y que paulatinamente se ha hecho realidad, ha inquietado por igual a científicos, políticos, filósofos y artistas, preocupados por las implicaciones que todos estos avances genéticos, tecnológicos y digitales tienen y tendrán en el hombre, en su desarrollo como especie y hasta en su continuidad. La literatura y el cine han trasladado esas inquietudes al terreno masivo, sacándolas de los laboratorios y las mega corporaciones, y presentándoselas al lector y al espectador de cine.
El profesor y cuentista neoyorquino Alexander Weinstein publicó su volumen de cuentos Children of the New World en 2016. El primero de los textos es Saying Goodbye to Yang, cuyos derechos para su adaptación al cine los compró en 2018 la productora Theresa Park, propietaria de Per Capita Productions. Kogonada –el notable video ensayista que dirigió Columbus (2017)- hizo el guion y dirigió la película, que terminó llamándose After Yang, protagonizada por Colin Farrell y Jodie Turner-Smith, y que debutó en la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes de 2021. Hasta aquí los datos biográficos.
Una enorme sensibilidad recorre a este filme, ubicado en un retro futuro de tendencias claramente orientales, y para el que no se recurrió a muchos efectos especiales ni a la exhibición narcisista de adelantos tecnológicos a los que aún no llegamos. No eran necesarios, la acción es ante todo interior, relacionada con los sentimientos familiares, con el apego y con la nostalgia. En un país no identificado una familia racialmente mixta –un hombre blanco, una mujer negra- adopta una niña china, y para criarla según su cultura original adquieren un “hermano mayor”, un androide llamado Yang, que le sirve de niñera, compañía y guía. Ya este tipo de robots ha alcanzado tal desarrollo, que incluso se conocen como tecno sapiens y son motivo de estudio. Son seres programados para hacer sin falla sus funciones y tareas, son seres a los que cualquiera integraría a su familia sin pensar que no son de carne y hueso. Saying Goodbye to Yang tiene un planteamiento mucho más sencillo que la película, mucho más rica ella en texturas y en significados.
No pretendo dañar la experiencia de quienes no han visto el filme, pero imaginen que alguien en el presente fallece y su familia encuentra un diario donde esa persona dejó escrito muchas cosas que le llamaban la atención, lo apasionaban, lo hacían sentir vivo, le recordaban el pasado y los momentos en los que fue feliz. After Yang trata sobre ese hallazgo, es el descubrir capa a capa a alguien de quien no esperábamos saber nada, para sorprendernos con esa vida interior, llena de una riqueza espiritual y de unos sentimientos que desbordan lo imaginado. Con cada lectura del diario se va completando la imagen de un ser mucho más complejo de lo que era posible suponer y que nos hacen preguntar por las fronteras de lo que es la experiencia humana tal como la conocemos ahora. ¿Qué nos hace humanos? ¿El ADN? ¿La corteza cerebral? ¿Lo aprendido? ¿Los recuerdos? ¿La memoria? ¿La empatía y la solidaridad?
Esta es una película que antes que ofrecer respuestas lo que genera es ese tipo de preguntas, cuestionamientos que quizá no nos haríamos sin verla, ciudadanos como somos de este presente. Los flashbacks del filme ayudan a completar la imagen digna de un ser que creíamos simple, pero que en secreto cruzó límites para sentirse vivo, porque si algo nos hace humanos es, ante todo, la certeza de que vamos a morir, la consciencia de que nuestro tiempo es limitado. Y de esa finitud estaba seguro.
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