El último baile: Aftersun, de Charlotte Wells
La imagen impresa en papel fotográfico o sobre el celuloide, capturada en video o en un medio digital se convierte en una máquina del tiempo, en un acceso al pasado, en un soporte objetivo a los recuerdos. Esa imagen auxilia a la memoria y le confirma que sí, que eso ocurrió alguna vez y que así éramos entonces. “El pasado es un país extranjero: allí las cosas se hacen de manera distinta.”, escribe L. P. Hartley en su novela The Go-Between, para señalar que la distancia que nos separa del pretérito hace que las cosas que en ese entonces ocurrieron las miremos diferentes, con cierta extrañeza, a veces hasta con un poco de vergüenza. Ya no somos los que en ese entonces fuimos, no pensamos igual, no vestimos igual, somos críticos de lo que en ese momento veíamos válido. Con esas palabras de L. P. Hartley sin duda estaría de acuerdo Sophie, la protagonista de Aftersun (2022), la opera prima de la directora escocesa Charlotte Wells.
A Sophie la acompañamos desde el presente. Desde ahí está observando con nostalgia su propio pasado, ayudada de su memoria y de lo que grabó en una cámara mini DV con la que registró las vacaciones que pasó con su padre en un resort en Turquía cuando ella tenía once años. Dicho esto, el metraje casi integro de Aftersun es entonces un flashback, en el que ella está evocando esos momentos: lo que vemos es una mezcla de lo grabado con la cámara y una narración omnisciente que nos lleva a finales de los años noventa del siglo XX, cuando Sophie era aún una niña. Lo que la película nos muestra es aparentemente muy anodino: un padre escocés muy joven, divorciado, se va con su hija a un resort playero modesto a pasar unos días. Hay piscina, mar, billar, unos juegos de arcade, unos jóvenes veinteañeros, un show nocturno, un muchacho adolescente. Por momentos se antoja un relato de coming of age en el que Sophie (interpretada cuando niña por Frankie Corio) lentamente se va despegando de su padre para interesarse por los jóvenes a su alrededor, envidiando y anhelando lo que ellos disfrutan y ella no. Sin embargo, la que predomina es la relación entre padre e hija, cuyas grietas se van insinuando de manera tan sutil como evidentes, sin necesidad de elementos o personajes externos distractores.
La película juega permanentemente con la ambigüedad del final de ciertas secuencias, en las que pensamos que algo malo va a pasar, pero en realidad es una virtud del montaje; es en nuestras cabezas donde está la alerta, quizá por lo visto previamente en otro tipo de filmes, que se aprovechan de cierto grado de manipulación de las expectativas espectador. Lo que no nos anticipa Aftersun es el drama interno de Calum (Paul Mescal), el padre de Sophie, más allá de que en las primeras escenas lleva un yeso en el antebrazo derecho, por una fractura en una muñeca cuyo origen él no recuerda. El largo flashback de la película parece creado por Sophie adulta (Celia Rowlson-Hall) para tratar de analizar que pasaba por la cabeza de su papá en esos momentos. Pero ni ella misma va a saberlo, ni apelando a sus recuerdos ni al video: hay segmentos de la narración que solo vemos nosotros, no ella por estar ausente o dormida en esas ocasiones. Nosotros somos los depositarios de algunos instantes privados de Calum, que quizá nos ayuden a entender su dolor y sus decisiones, elementos donde de nuevo la película juega con una ambigüedad que no va a resolver.
En las pocas oportunidades en que vemos a Sophie adulta entendemos cuales han sido sus decisiones de vida y algunos símbolos nos muestran el impacto de su padre (o de su ausencia) en ella. Hay, sin embargo, una secuencia onírica repetitiva, una que simboliza la ruptura con la imagen paterna, una serie de imágenes que son como una protesta, un grito de dolor, una pena largamente acumulada, una rabia crónica. Él ya no está para decirle todo eso y pedirle explicaciones, para eso está la mente de Sophie: ella nos invita a entrar en su cabeza y entre sueños y recuerdos, buscar al fin ponerse en paz con él y con ella misma. En la banda sonora, Queen y David Bowie cantan al unísono el himno de esta catarsis:
…And love dares you
To change our way of
Caring about ourselves
This is our last dance
This is our last dance
This is ourselves…
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