Amnesia selectiva: Vals con Bashir, de Ari Folman
Vals con Bashir (Vals Im Bashir, 2008) es un documental de animación acerca de la participación israelí durante la guerra del Líbano en 1982. Suena incompatible utilizar caricaturas para describir un evento real, pues la contundencia de los hechos le impediría sacar ventaja de las libertades visuales que obtendría con la animación, pero Ari Folman -el director del filme- en declaraciones a una publicación española afirmaba que “Con imagen real, no habría podido filmar las alucinaciones, el inconsciente, ni recrear mi paisaje mental de la guerra. La guerra es irreal y la memoria, muy traidora”.
Digamos entonces que la animación le sirvió para dar cuerpo y reforzar algunos elementos oníricos y fantásticos que habría sido fatigoso realizar de manera convencional. Obviamente también el hecho de realizar una animación adulta que combina varias técnicas para dar una imagen hiperrealista cercana al cómic o a la novela gráfica (como ya hicieron antes Ralph Bakshi y Richard Linklater) añade exotismo y con el, nominaciones y premios en los circuitos de festivales de cine.
Ahora vamos a lo sustancial: Ari Folman fue parte del ejército israelí de ocupación en el Líbano y con esta película parece querer exorcizar su sentimiento de culpa frente a lo ocurrido. Es por eso que Vals con Bashir está narrada en primera persona. Folman, el cineasta protagonista del filme –y no sé si esto es una licencia narrativa- tiene una amnesia selectiva frente a lo que ocurrió en esa época, suerte de recurso de su subconsciente desarrollado para poder sobrevivir. Enfrentado ahora otra vez con el pasado, trata de reconstruir con testimonios de compañeros, militares y periodistas su papel durante el conflicto y lentamente la memoria –recuperada a fragmentos- lo pone de nuevo frente a los horrores de esa guerra.
En ese punto la película se convierte en un claro testimonio antibelicista: esos jóvenes soldados no sabían por qué luchaban, no entendían que debían hacer, disparaban a diestra y siniestra presos del pánico, su único propósito era que no los mataran. La sinrazón de esta y de cualquier guerra puesta aquí de presente en unas imágenes que no por ser dibujadas dejan de tener impacto. Pero así mismo Folman está de cierta manera justificando los actos de su ejército que derivaron en la matanza de Sabra y Chatila, un genocidio de palestinos no justificable desde ningún punto de vista, quienquiera que haya sido directa o indirectamente responsable.
De ahí que este filme amerite lecturas críticas más allá de la obnubilación que en algunos ha generado su llamativa propuesta estética.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá) 09-07-09 pág.1-18
©Casa Editorial El Tiempo, 2009