Audrey by Givenchy

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El 10 de marzo de 2018 murió, a los 91 años, el modisto francés Hubert de Givenchy, creador del estilo de vestir de la actriz Audrey Hepburn. La relación entre ambos es digna de ser recordada.

“Diseñé la ropa de muchísimas mujeres, muy importantes y conocidas, como Marlene Dietrich o Liz Taylor, pero ninguna es tan especial como lo fue Audrey. Su carácter cambió mi forma de diseñar y de ver mi profesión. Mi ropa favorita es la que ella usaba”.
-Hubert de Givenchy

La historia de la manera en que Audrey Hepburn y el diseñador Hubert de Givenchy se conocieron es un mito del cine. La actriz de origen belga voló a París durante el rodaje de Sabrina (1954), de Billy Wilder, para una cita con él en su casa de modas recientemente abierta en el número 8 de la calle Alfred de Vigny. Audrey había conocido el estilo del modisto cuando estuvo en Francia haciendo Monte Carlo Baby (1953) y fue su idea que él creara los atuendos de Sabrina cuando la protagonista regresa de París convertida en una mujer cosmopolita. La gran diseñadora de Hollywood, Edith Head, y su equipo de vestuaristas de la Paramount harían el resto de su vestuario.

Givenchy –confundido por el apellido- esperaba a Katharine Hepburn, a quien admiraba, y se sorprendió de ver a esta joven de apenas 24 años y 1.70 mts de estatura, vestida con pantalones capri a cuadros, una camiseta blanca y un sombrero de paja de gondolero veneciano, pero que sin embargo ya tenía consigo un premio Oscar a la mejor actriz por La princesa que quería vivir (Roman Holiday, 1953), filme que para ese entonces aún no había sido estrenado en Europa. Givenchy, sorprendido además de que ella hablara francés, le dijo que podía usar para el filme lo que tenía de su colección de primavera/verano de 1953, pues estaba trabajando en la siguiente y no tenía tiempo de crearle algo original. “La dulzura de su mirada, sus maneras exquisitas de inmediato me sedujeron”, recordaba él de ese primer encuentro, que iba a volverlos inseparables: confeccionaría su vestuario para ocho subsiguientes filmes suyos y para su vida privada.

Foto promocional de Sabrina (1954)

Dreda Mele, que en ese entonces era la directora de la casa Givenchy, evoca que la presencia de la actriz fue “como la llegada de una flor de verano. Era radiante, tanto en el sentido físico como espiritual. Sentí de inmediato cuan amorosa era, por dentro y por fuera. Aunque ella llegó a Givenchy como salida de la nada, no hay duda que estaban hechos para conocerse”. La joven seleccionó tres preciosos conjuntos para el filme, uno de los cuales, de satín negro, tenía un escote recto que ocultaba sus escapulas prominentes: a partir de ahí y con él éxito de la película, ese tipo de escote alto se conoció como décolleté Sabrina. Era el inicio de una relación eterna. “Durante los cuarenta años que siguieron, el respeto y la devoción que la actriz y el modisto se profesaron fueron más allá de los propios entre un profesional y una maniquí, entre un diseñador y su cliente”, afirmaba el biógrafo de Audrey, Donald Spoto.

Sabrina (1954)

Sabrina ganaría el premio de la Academia de Hollywood al mejor vestuario, pero el nombre del diseñador francés no aparecería ni siquiera en los créditos del filme. Edith Head recibiría ese Oscar, pero llamativamente nunca reconoció las creaciones que Givenchy hizo para ese filme, a las que consideró una simple colaboración particular. Cuando él vio Sabrina en un pre estreno dijo, “pasaron la película y mi nombre no aparecía por ninguna parte. Imagínese si hubiera recibido algún tipo de reconocimiento por Sabrina; ¡la ayuda que habría sido para mí, que me encontraba al principio de mi carrera! Pero no importa; al cabo de unos años todo el mundo lo sabía. Además, ¿qué podría haber hecho? En el fondo tampoco me importaba. Estaba encantado con la posibilidad de vestir a la señorita Hepburn”.

Sabrina (1954)

Audrey estaba muy molesta y apenada con semejante desplante, y le aseguró a él que algo así jamás pasaría de nuevo: hizo incluir una cláusula en su contrato de trabajo en la que se afirmaba que Givenchy diseñaría su vestuario y que recibiría el crédito apropiado por el mismo. Es más, no le cobró absolutamente nada cuando en 1957 salió a la venta L´interdit, el perfume que él creó originalmente para ella y en cuya publicidad aparecían su rostro y su nombre. Ya había un lazo indestructible entre ambos.

“El vestuario parisino de la señorita Hepburn a cargo de Hubert de Givenchy”, se lee claramente en los créditos de La cenicienta en París (Funny Face, 1957), de Stanley Donen, un delicioso musical hecho para la Paramount, pero que contó con buena parte del equipo técnico de la unidad de musicales de la MGM. Bailar con Fred Astaire era un sueño y un reto para Audrey, y hacerlo además en París en medio de una historia sobre el modelaje, la fotografía y la alta costura que contaba con banda sonora de las canciones de Gershwin, era ya algo más allá de lo jamás pensado. El gran fotógrafo Richard Avedon fue el “consultor visual” de la película, creó además la secuencia de créditos y supervisó el montaje de las escenas en las que a Audrey le toman fotos en varias locaciones de París, vestida obviamente por Givenchy. Cuando ella sale detrás de la estatua de la Victoria alada de Samotracia en el museo del Louvre y baja sin detenerse las escaleras con ese traje rojo y sus guantes blancos que llevan como flotando un foulard rojo de chiffon, todos contenemos la respiración.

Foto promocional de Funny Face (1957)

Atención también hay que prestarle al traje negro que viste durante la sesión de fotos en el jardín de las Tullerias y al finísimo vestido de novia que luce al final de la película. “Los atuendos de Givenchy que Audrey Hepburn vestía simbolizan al diseñador en lo más alto de su poder. Al usar estampados de seda y tejidos bordados, se basó en la experiencia de diestros trabajadores de textiles franceses. En sus prendas impecablemente detalladas, abrigos de estilo y elegantes vestidos de baile, representó el arte inigualable de la alta costura parisina”, escribe Jayne Sheridan en su libro Fashion, Media, Promotion: The New Black Magic. Givenchy fue nominado al premio Oscar (junto a Edith Head) por el vestuario de esta cinta, que en España se llamó Una cara con ángel.

Funny Face (1957)

No bien terminado el rodaje de Funny Face, Audrey se metió de lleno a la filmación de Love in the Afternoon (1957), de Billy Wilder (conocida en Latinoamérica como Amor en la tarde y en España como Ariane), que para su fortuna también se llevaría a cabo en París. Aunque la película, coprotagonizada por Gary Cooper y Maurice Chevalier es una delicia –una joven que se enamora de un maduro playboy que a su vez es vigilado por el padre de ella, que es detective privado- en esta ocasión los atuendos de Givenchy parecían inapropiados para la condición social de la protagonista. “Su vestuario tendría que haber sido sencillo; resultaba tan inadecuado que hacía reír, demasiado opulento para una estudiante que trabaja y cuyo padre apenas consigue salir adelante como detective”, escribe Donald Spoto. Debe referirse, entre otros, al vestido blanco de baile point d’esprit que ella luce en la escena en que asiste a la ópera.

Foto publicitaria de love in the Afternoon (1957)

A continuación vino un punto de quiebre en la carrera de la actriz, un movimiento riesgoso y atrevido que podía haberle costado mucho en términos de imagen, pero que para su fortuna salió bien y la convirtió en un ícono eterno del cine: su papel protagónico como Holly Golightly en Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961). Salir de la zona de confort de sus roles inocentes para caracterizar a una party girl –y probablemente a una prostituta de lujo- no tuvo que haber sido nada sencillo. Para este rol específico Edith Head insistió en hacer el vestuario, pues la película transcurre en Nueva York y el personaje de Holly no tiene ni los medios ni el estilo para hacerse a un traje de alta costura hecho en Francia. Pero Audrey fue inflexible. Edith diseñaría los atuendos de los demás, para ella Givenchy sería quien iba a vestirla.

Desayuno con diamantes (1961)

Givenchy recibió el guion escrito por George Axelrod en el verano de 1960 en cuya primera página se lee: “La puerta del taxi se abre y una chica sale. Ella tiene un vestido de fiesta con la espalda descubierta y lleva, además de su bolso, una bolsa de papel marrón”. Givenchy creó para ella el pequeño vestido negro que los iba a inmortalizar a ambos. “El negro sobre Audrey Hepburn le da un aire de astucia, al igual que cualquier persona que convierte algo inusual en un valor permanente, parece de alguna manera magistral. Esa es la esencia del glamour”, escribe Sam Wasson en su libro sobre Desayuno con diamantes. El diseñador Jeffrey Banks comentaba que “Givenchy era un maestro para comprender la espalda de los vestidos. Él sabía cómo quería que luciera una mujer a medida que se está alejando de usted. Si uno mira el escote del vestido negro de Audrey desde el frente, luce como cualquier vestido sin mangas, pero si usted lo mira desde atrás, si usted mira la forma que lo cortó, tipo halter siguiendo la forma de la joyas que ella tiene, verá que era muy atrevido para el momento”. El little black dress fue un fenómeno instantáneo y fue de inmediato replicado: era sencillo, práctico, muy femenino y se lo ponía Audrey. ¿Qué más se podía desear? “A partir de ese momento se la consideró árbitro, modelo y ejemplo de la elegancia y la moda. Que esto fuera una consecuencia de Desayuno con diamantes es, en cierto modo, el colmo de lo paradójico, dado que encarnaba a una prostituta. O al menos lo intentaba”, escribe Spoto.

Desayuno con diamantes (1961)

El siguiente largometraje que hicieron fue Encuentro en París (Paris – When It Sizzles, 1964), de Richard Quine, un filme meta cinematográfico, entre paródico y fantasioso, sobre un guionista norteamericano (William Holden) y una mecanógrafa (Audrey) que le ayuda no solo a escribir un guion contra reloj, sino además a representarlo en su imaginación. Las creaciones de Givenchy para Audrey son veraniegas y coloridas, sin perder nada de su elegancia (curiosamente en los créditos no solo se le reconoce a Givenchy el vestuario de la actriz, sino además el perfume que ella usa). Aunque la película está llena de referencias cinéfilas inteligentes, sus secuencias oníricas que pretenden ser graciosas en realidad son burdas y dan al traste con las intenciones críticas que pudiera tener el director Quine.

Encuentro en París (Paris – When It Sizzles, 1964)

Temiendo un desastre, la Paramount archivó a Encuentro en París hasta después del estreno de Charada (Charade, 1963), de Stanley Donen, un excelente thriller con toques de comedia que reunió a Audrey con Cary Grant en medio de una historia inteligentísima escrita por Peter Stone con Hitchcock en su mente, pero sazonada con un humor y una gracia que difícilmente se encuentran simultáneamente en el cine. Givenchy confeccionó para la película unos trajes clásicos y muy sobrios, con abrigos largos, sombreros y un atuendo rojo de gran elegancia. Su atemporalidad habla del genio de su creador.

Foto publicitaria de Charade (1963)

En Cómo robar un millón (How to Steal a Million, 1966), de William Wyler, una sofisticadísima comedia ambientada en París en el mundo de los coleccionistas, los falsificadores y los ladrones de arte, Givenchy se sintió a sus anchas diseñando la colección para la actriz, que en este filme luce un nuevo corte de cabello y se ve más delgada. Sus trajes –más de veinte piezas- incluyen prendas de dos piezas, tanto nude, verde oscuro como limón, pero entre todos se destaca un ultra moderno conjunto blanco, con abrigo, gafas y casco todos del mismo color, y un sensual vestido de coctel de encaje negro con antifaz acompañante.

Cómo robar un millón (How to Steal a Million, 1966)

Aunque pasarían décadas para que Givenchy volviera a vestirla para la pantalla, siguió junto a ella vistiéndola en su vida privada: “las creaciones de Givenchy siempre me dieron una sensación de seguridad y confianza, y mi trabajo fue más fácil al saber que yo lucía absolutamente bien. Sentí lo mismo en mis apariciones privadas. Los atuendos de Givenchy me dieron “protección” contra situaciones y personas extrañas. Me sentí muy bien en ellos”, refería la actriz, que vistió un traje de Givenchy para su segundo matrimonio con el siquiatra Andrea Dotti en 1969.

Se les veía juntos en recepciones sociales, en el Palacio de Buckingham con la reina Isabel, en una cena con el presidente George Bush padre o en eventos de la UNICEF. Eran de veras inseparables. Audrey y Givenchy se reunieron laboralmente de nuevo en 1979 para el thriller Bloodline y posteriormente en 1987 para la película hecha para la televisión, Love Among Thieves. Unos meses antes de la muerte de la actriz –el 20 de enero de 1993- Givenchy arregló un vuelo privado desde Los Ángeles a Ginebra para que ella pudiera pasar sus últimos días con su familia en Suiza. Ordenó que el avión estuviera lleno de flores para su amiga agonizante.

“Me llamaba todos los días por la mañana para decirme que me quería. Cuando sonaba mi teléfono, yo sabía que era ella antes incluso de oír su voz”, recordaba con nostalgia el diseñador. Ya están juntos de nuevo.

Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 25/03/18), págs 8-10
© El Colombiano, 2018

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Audrey y Givenchy

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