Sentimientos reales en el mundo virtual: Belle, de Mamoru Hosoda

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Belle (Ryû to sobakasu no hime, 2021) opera en dos planos; uno real y uno virtual, perfectamente reconocibles. El primero es el Japón de un futuro inevitablemente cercano  y el segundo es una comunidad virtual llamada U, al que se entra a través de una app instalada en el teléfono móvil. Allá cada quien tiene un avatar y una personalidad construida a partir de sus características biométricas, pero diferente a la del mundo real; se trata de un luminoso universo digital donde existen otras reglas y otro tipo de interacción, y donde nadie te juzga por cómo luces, cómo te vistas, de quien te enamores o lo que hagas, muy a la manera del “Oasis” que Steven Spielberg nos planteó en Ready Player One (2018). U es el escape perfecto para Suzu (la voz de Kaho Nakamura), una adolescente de un área rural de Japón, estudiante anónima de un colegio mixto. Es una chica pecosa, reservada y de pocos amigos, que vive con su padre con quien tiene una relación distante. Suzu arrastra varios dolores y penas a cuestas y la adolescencia es quizá lo que menos le pesa.

Belle (2021)

Ella, como más de cinco mil millones de personas, han encontrado en U el placebo que buscaban para tanta soledad en medio de una realidad necesariamente gris y cotidiana. Su avatar en U, construido a partir de lo que ella potencialmente es, se llama Belle y es una esbelta y hermosa cantante. Un dato nada menor es que la voz  de Belle no es la de Suzu, es una creación digital tan producida y tan artificial como la de algunos “cantantes” pop o urbanos de ahora. Por supuesto que Belle se convierte en la atracción del momento, en una inesperada figura pública, con todo lo que eso implica en términos de popularidad y seguidores, pero también de enemistades gratuitas construidas por la envidia. Una de esas enemistades parece ser un extraño personaje que arruina uno de sus conciertos y es perseguido por lo representantes de “la ley” de la internet, que buscan atraparlo, develar su identidad real y expulsarlo de U. Ese ser despierta la curiosidad de Belle, pues en su rabia y en su resentimiento parece reconocerse.

Belle (2021)

La historia de Suzu y sus compañeros de colegio tiene la naturalidad y espontaneidad de lo que viven los adolescentes a partir de experiencias de ensayo y error. De sonrojarse ante quien nos gusta, de ser incapaces de contar lo que sentimos por alguien, de creer que una frase dicha años antes tiene el peso de un compromiso, de envidiar a la chica popular sin saber que ella también es insegura, de no saber qué hacer con ese cuerpo que habitamos, que fue creciendo inesperadamente y aún manejamos con torpeza. Viven conectados a las redes sociales, al chat del salón del colegio –plagado de chismes y bandos rivales- y cada uno tiene un avatar en U, así que cada uno sabe del éxito de Belle y se pregunta quién es ese otro personaje hostil que parece invencible.

Belle (2021)

Si en ese plano real Suzu está en la pesquisa de quien es de veras el ser humano que se esconde bajo ese avatar agresivo, en U Belle está en la pesquisa de sus motivos para ser tan violento, para exhibir moretones en el cuerpo, para refugiarse en soledad. Ambos en el entorno digital recrean el cuento de La bella y la bestia, y considero un acierto que el director y guionista Mamoru Hosoda haya recurrido a un relato clásico –muchas veces llevado al cine- para ilustrar vivencias del presente o del futuro cercano, pues la pregunta que la película se hace es sobre la identidad real, sobre poder reconocer (y aceptar) quien se esconde detrás de la seguridad de un disfraz, una máscara o un avatar popular o agresivo. Si en el cuento clásico de  Jeanne-Marie Leprince la bella se enamora de la bestia, aquí pasa algo diferente que no voy a revelar, pero que tiene que ver con el identificarnos y estar satisfechos con nuestro valor real, no con la imagen que pretendemos mostrar en una red social.

Belle (2021)

Belle resulta ser una película mucho más compleja y rica de lo que a primera vista parece ser. El tejido social que se trenza en las redes sociales y en la internet resulta ser un entramado de difícil trenzado y de inesperadas consecuencias, que pueden llevar al matoneo y al aislamiento, sobre todo de seres tan sensibles a su imagen corporal y personal, y a la vez tan deseosos de la aceptación y el reconocimiento como son los adolescentes, que también pueden estar padeciendo las consecuencias psicológicas de perdidas afectivas (la madre ausente es recurrente en el filme), sino además siendo víctimas de abuso intrafamiliar, manifestado con actitudes agresivas en esas mismas redes sociales. Podemos a veces estar ignorando señales en medio del ruido de fondo que son ante todo urgentes pedidos de auxilio.

Belle (2021)

U y todas las comunidades virtuales ofrecen libertad y anonimato, pero ninguna brinda la calidez de la interacción humana, el abrazo fuerte y protector bajo la lluvia, la mano amiga que te quiere dar ayuda, la red de amor de la familia y de los profesores comprometidos con sus alumnos (no es nada casual que la película enfatice el rol de los docentes: ellos son quienes más conocen a esos muchachos y saben de sus fortalezas y debilidades).  U tiene la premisa de que en la realidad no es posible empezar de nuevo, que ahí las cosas no pueden cambiar: Belle demuestra, con hechos, con actos de amor y solidaridad, que sí es posible cambiar el mundo real en el que vivimos, ese del que somos conscientes cuando los teléfonos móviles, los computadores y los juegos online se apagan.   

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

        

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