Justo como el hogar: Brooklyn, de John Crowley
-“La gente dice que hay tantos irlandeses ahí, que es como el hogar. ¿Es eso cierto?”-, pregunta una joven que va en un barco de Irlanda a Estados Unidos, a instalarse en Brooklyn.
-“Sí. Es justo como el hogar”-, responde Eilis, una mujer que ya hace este viaje por segunda ocasión.
Una vez, no hace mucho, Eilis fue como esa joven que ahora le hace preguntas nerviosas. Una inmigrante irlandesa asustadiza que salió de su patria buscando una vida mejor en un país que era un gran interrogante para ella. Ahora Eilis ya sabe lo que le espera y por eso vuelve confiada. Pero su respuesta no es precisa. Brooklyn puede tener muchos irlandeses viviendo ahí, pero no es como el hogar. Es precisamente lo que lo diferencia del hogar lo que hace que Eilis haya decidido vivir en Estado Unidos. Si fuera igual entonces mejor viviría junto a su madre en Enniscorthy, el pueblito irlandés donde nació y creció.
En las manos del director John Crowley, Brooklyn (2015) es la historia de la inmigración de Eilis desde Irlanda a Estados Unidos al inicio de la década de los años cincuenta. Es el reverso soleado de La inmigrante (The Immigrant, 2013), de James Gray, como si se tratara de una evocación benévola sedimentada por el recuerdo, antes que de la narración verista de un hecho que de por sí implica un desajuste personal, familiar y social que no todos logran asimilar con igual facilidad y suerte.
Eilis –interpretada por Saoirse Ronan, que ha crecido frente a nuestros ojos para convertirse en una bella mujer- es una joven seria y recatada, pero para nada apocada o puritana. Su adaptación a Norteamérica dependerá de que no la venza la nostalgia y la soledad que implican haber dejado atrás a su madre y a su hermana. A ese proceso asistimos, para verla lentamente encajar y florecer. El filme es complaciente y casi que ingenuo en su aproximación al tema, evitando el acercarnos a cualquier conflicto real de la protagonista. Es muy curioso que Brooklyn trascurra en el mismo espacio temporal y espacial de Carol (2015), de Todd Haynes: es más, Eilis y el personaje de Therese (Rooney Mara) en esa película trabajan como vendedoras en un gran almacén. Therese conoce a Carol ahí, desatando un hondo conflicto que habla de unas corrientes pasionales ocultas que ya se vivían en los años cincuenta y que Brooklyn decide no explorar, sublimando cualquier mácula, obstáculo o laberinto que la desvíe de la historia romántica que está en el centro de sus intereses narrativos y que la hace funcionar muy bien. Debemos tener presente que esta cinta es un melodrama preciosamente construido, no un documental acerca de la inmigración o un filme con punzante conciencia critica sobre el choque cultural entre Europa y EE.UU. A esto no aspira Brooklyn y por ende no puede juzgarse bajo tales parámetros.
Cuando Eilis es convocada de nuevo a casa por una crisis familiar, la mujer que vuelve no es la misma que partió. Aunque todo parece funcionar, ¿ha vuelto a su hogar o lo ha dejado? El 10 de octubre del 2015 el periódico inglés The Guardian le pidió a Colm Tóibín, el autor de la novela homónima en la que se basó este filme y que fue publicada en 2009, que escribiera un texto respecto a la adaptación al cine de su texto literario –realizada por un profesional como Nick Hornby- y entre lo que expresó están estas palabras, que son un resumen perfecto de la encrucijada que vive Eilis: “Es fácil de imaginar entonces a una chica que vuelve a casa desde los Estados Unidos a principios de la década de 1950 y que de repente luzca diferente, y también es muy fácil de ver a su madre, en una casa en la calle Court, queriendo que se quede. Y fácil imaginar también la atracción entre dos lugares: entre un trabajo en Brooklyn y un trabajo en Enniscorthy, entre la playa de Curracloe en un cálido domingo de verano y la playa en Coney Island, entre la sencilla familiaridad de la casa y la familiaridad -ganada con dificultad- de lo lejano, y entre dos hombres jóvenes que le hacen promesas a Eilis; todo un futuro a ser desechado o todo un futuro, por el contrario, para ser imaginado y habitado”.
Eilis debe decidir que hacer. Si con lo aprendido y vivido en América es suficiente para triunfar en Enniscorthy o si la vida en Brooklyn le está esperando. Una cosa son las raíces que la atan, otras son las alas adquiridas que le permitieron ver desde lo alto y darse cuenta que, sencillamente, no hay manera de volver atrás.