Caerán uno a uno: 7 Men from Now, de Budd Boetticher

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“Sea lo que fuere, e incluso si 7 Men from Now es el resultado de
una coyuntura excepcional, no estoy menos dispuesto a sostener que este film es uno de los logros ejemplares del western contemporáneo”.
-André Bazin, Cahiers du cinema, 1957.

La grandeza de un western como 7 Men from Now (1956) radica, paradójicamente, en su aparente sencillez argumental. El largo y peligroso camino que lleva a un ex sheriff desde Silver Springs hasta las cercanías de Flora Vista -el pueblo a donde huyeron los siete hombres que robaron las oficinas de la Wells Fargo y se alzaron con el botín tras asesinar a su esposa- parece blindado por un único propósito y una única razón para vivir: matar a los forajidos y así expiar la culpa que lo persigue tan de cerca, tanto como él a los ladrones.

Él, Ben Stride (interpretado por Randolph Scott), es un hombre de pocas palabras pero cuyos actos, a pesar del sentimiento de venganza que lo mueve, hablan de su nobleza y de su dignidad. Ya no tiene una estrella de lata en el pecho, pero se sigue comportando con la ética del servidor de la ley que alguna vez fue. Tiene tatuado el deber en la frente, esa rectitud que le impide dejar abandonada a una pareja novata que se dirige en una carreta hacia el sur, hacia donde él también va. La misma entereza que le permite tolerar que Masters -un ex convicto- se una al viaje con un secuaz, a sabiendas que eso puede y va a causarle problemas.

7 Men from Now (1956)

La película es el camino montañoso, rocoso, desértico que atraviesan. Vemos por primera vez el pueblo al que se dirigen cuando ya van cuarenta y cinco minutos del metraje, y aún faltan cinco asesinos por liquidar. Mientras, ha crecido entre los viajeros una curiosa tensión que se centra en Annie Greer (la bella Gail Russell), la mujer que con su esposo viaja en la carreta desde Kansas buscando establecerse en el Oeste. Ella se convierte sin saberlo en objeto de deseo, ante la debilidad y torpeza que muestra su marido. Stride la admira en silencio, mientras Masters (Lee Marvin) está dispuesto a lo que sea con tal de quedarse con sus afectos, así sea forzándola, así sea dejándola viuda. Esa carreta cubierta y sus dos habitantes representan el hogar, la pureza, el futuro, el progreso que Stride prometió defender y que ahora se ven amenazados por Masters y sus malas intenciones para con la mujer.

7 Men from Now (1956)

Durante una buena parte de la trama la acción se centra ahí, en ese tira y afloje verbal entre ellos tres, en ese deseo mal disimulado -del que ella parece incluso no estar ajena a pesar de su recato- ante la anuencia de ese marido que prefiere hacerse el tonto y no dar oportunidad a que lo maten. Y él realmente necesita seguir vivo. Culpa, venganza, ambición, deseo, ilusión, codicia: todos tienen motivos ocultos para continuar el viaje. Lo que no se dice en 7 Men from Now es tanto o más significativo que lo que se expresa y el director Budd Boetticher y su guionista Burt Kennedy fueron extremadamente inteligentes y sutiles a la hora de puntualizarlo todo con miradas, gestos y silencios. Y cuando hay palabras, estas se cubren de doble sentido y metáforas para disfrazar lo que se está sintiendo, como en la excepcional conversación nocturna en la carreta entre todo el grupo, sin duda la mejor secuencia del filme.

Que la carreta es el centro del drama lo confirma luego Masters cuando obligadamente abandona a los viajeros y se encamina hacia Flora Vista. Es la última media hora del filme y ya lo sabemos, quedan cinco bandoleros por dar de baja. Consecuente con la sencillez mostrada, Boenicher no quiere hacer grandes aspavientos. Es más, prefiere una confrontación final al aire libre, a campo abierto. No un duelo en las calles de un pueblo ajeno sino una lucha con las rocas del camino como testigos. Tres años después, Alfred Hitchcock pondría a Cary Grant en medio de un enorme descampado para una de las secuencias de acción más famosas -avioneta de fumigación incluida- de Intriga internacional (North by Northwest, 1959), en una evocación imposible de no hacer al ver a Stride, acompañado de la carnada más tentadora posible, de pie en medio del desierto, esperando que lleguen a buscarlo los asesinos. Está solo, no tiene exactamente un plan, sólo sabe cuántos le quedan por liquidar. Caerán uno a uno, lo tenemos claro. Y como en todo western que se precie de serlo, el último será el más peligroso y más duro. Pero Boetticher -rnagistral- le quita todo el drama a ese momento, toda tensión anticipatoria. No hay planos de las manos rumbo al cinto, no hay primeros planos de los rostros nerviosos. En un momento todo acaba: un trabajo limpio y fácil. No vemos incluso disparar a nadie, sólo un cuerpo que cae. Como espectadores nos desconcertamos ante esa simpleza: usualmente este es el instante de más suspenso del western, el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal. Quizá Boetticher, compasivo con su protagonista, quiso decirnos que para Stride -si acaso triunfaba- no iba a haber éxito alguno, que así acabara con los siete lo máximo que iba a lograr era vengarse. Y que eso ya no era suficiente, que la redención que buscaba no se conseguía de esa forma.

7 Men from Now tiene el merito de reunir por primera vez a tres talentos que iban a seguir trabajando juntos: el director Boetticher, el guionista (y luego también director) Burt Kennedy y el actor Randolph Scott. ¿El inesperado autor de esa unión? John Wayne, a través de su compañía productora Batjac. Un joven Burt Kennedy -con experiencia en guiones radiales- escribió el argumento en seis semanas, texto al parecer condenado a languidecer entre los proyectos no realizados de la empresa, hasta que Robert Mitchum se enteró de él y le ofreció ciento cincuenta mil dólares. John Wayne de repente se interesó también por el proyecto y le pidió a Boetticher -el actor había producido para él The Bllfighter and the Lady (1951)- que lo leyera. Media hora, y treinta y cinco páginas después, el director había aceptado la misión de realizar el filme. Wayne se encontraba filmando Más corazón que odio (The Searchers, 1956) y sugirió como protagonistas al veterano Randolph Scott y a Gail Russell, quien en 1947 había actuado junto a él en Angel and the Badman, y a quien deseaba ayudar, pues su carrera se disipaba por el alcohol. Lastimosamente, la actriz fallecería prematuramente en 1961, a los 37 años de edad. El filme se rodó en Alabama Hills cerca a Lone Pine, California, entre septiembre y octubre de 1955.

No siempre la conjunción de muchos talentos genera obras maestras, pero en este caso felizmente sí ocurrió, así el reconocimiento haya llegado tarde. Boetticher no era un director reconocido y Scott iba en retirada, y pese a que la película tuvo relativo éxito de público y crítica en su momento, e incluso fue alabada por André Bazin en las páginas de Cahiers du cinéma, la vida pública de 7 Men from Now fue breve. A la muerte de John Wayne en 1979 el catálogo de Batjac quedó en interdicción y durante más de veinte años la cinta no estuvo disponible. Restaurada por la UCLA y reestrenada en el Festival de Cine de Nueva York en el año 2000, con la presencia en el teatro de un exultante Boetticher, 7 Men from Now volvió a mostrarle al público toda su sutileza y su fuerza, sus sorpresivos giros dramáticos, su humor discreto, la entereza de su taciturno protagonista, el misterioso encanto del antagonista… , en resumidas cuentas, las razones por las que vivirá por siempre y por las que siempre volveremos a ella.

Publicado en la revista Kinetoscopio no. 89 (Medellín, vol. 20, 2010), págs. 92-93
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2010

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