Para no morir de nostalgia: Candelaria, de Jhonny Hendrix Hinestroza
Al ver Candelaria (2017), del director colombiano Jhonny Hendrix Hinestroza, la memoria cinéfila evoca al Arturo Ripstein de El coronel no tiene quien le escriba (1999), pues hay la misma sensación de desmoronamiento personal, de derrota frente al tiempo y la adversidad. Pero si los personajes de este último filme se asumían como condenados por unas circunstancias externas más allá de sus fuerzas, la pareja protagónica de Candelaria no se llena de amargura ni se sienten distanciados uno del otro. Pese a vivir en la Cuba de 1994, sometida a un bloqueo económico que los tiene a ellos y al país en ruinas, poseen la resiliencia y el amor suficientes para intentar superar con estoicismo y fe cada obstáculo que les ponen en frente.
Candelaria es una celebración de las posibilidades románticas y eróticas de la vejez. La pareja de esposos que conforman Candelaria y Víctor Hugo –interpretados por los extraordinarios actores cubanos Verónica Lynn y Alden Knight, que transpiran veteranía– se enfrentan a su inexorable decadencia física con toda dignidad y sin el más mínimo asomo de vergüenza por sus cuerpos ahora marchitos. El hecho de haber sido músicos, su sangre latina y el saberse compañeros y cómplices contribuye a que se sientan cómodos en su mutua desnudez.
Una casualidad les da la posibilidad de hacer videos caseros y eso los va llevando a redescubrirse mutuamente, a sentirse voyeristas y exhibicionistas entre los dos, un juego de puertas para adentro que los reconforta en medio de tantas carencias materiales. El que tengan la posibilidad de lucrarse de esas grabaciones para satisfacer deseos perversos ajenos es una subtrama innecesaria y que se antoja excesiva. Con que los dos se complazcan y vuelvan a encender su pasión es suficiente ganancia. Ese respeto por su intimidad es el mismo que el director sintió por unos personajes que retrató con innegable afecto.
Estas grabaciones no solo registran un momento, también lo suspenden en el tiempo. Van a servirles para no morir de nostalgia cuando uno de los dos falte y el otro quede solo. Solo hay que darle “play” a una cámara de video y empezar de nuevo, rememorar tiempos felices, sentir que aún siguen juntos.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 26/08/18) con el título “Para no morir de nostalgia” p. 3.7
©Casa Editorial El Tiempo, 2018
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