Canibalismo forzado: Red social, de David Fincher
¿Cómo hacer una película interesante sobre un personaje que no lo es? Porque Mark Elliot Zuckerberg no es exactamente un protagonista atractivo con el que el espectador se vaya a identificar o por lo menos a parecerle simpático. Engreído, soberbio, introvertido y torpe, Mark Zuckerberg hace hasta lo imposible por ser un absoluto patán (por no darle el apelativo más vulgar –pero probablemente más justo- que dos mujeres le dan a lo largo del filme). No sería entonces el personaje ideal para convertirlo en el núcleo de un relato cinematográfico. A menos que… sea el fundador de Facebook, y por ello generador de una paradoja digna de llevar a la pantalla: la de un hombre socialmente inepto que gestó el más poderoso entramado social del planeta, que ya supera los 550 millones de afiliados y seguidores.
La tentación de hacer una película directamente sobre Facebook era sin duda enorme y no dejo de pensar en el muy seguro éxito de una comedia romántica sobre un estudiante norteamericano en París que atraviesa el planeta en medio de miles de peripecias para encontrar a una mexicana que vive en Australia y que conoció por Facebook gracias a amigos e intereses comunes. El suceso de taquilla es seguro… Sin embargo David Fincher y su guionista, el muy galardonado Aaron Sorkin, no cayeron en la trampa y optaron por un abordaje diferente, mucho más elaborado y arriesgado, sobre todo por la evidente frustración que iba a sentir un sector del público, defraudado en sus expectativas de encontrar una película convencional (predecible y rosa) sobre Facebook.
Pero no olvidemos que esta es una película de David Fincher, un director muy interesado en los personajes marginales, los freaks, los que no se adaptan ni se resignan. Y Mark Zuckerberg cumplía todos esos requisitos, incluido el del “canibalismo forzado” que practica quien desee llegar solo a la cima. La biografía de un hombre de apenas 26 años no daba para un largometraje (a menos que se quisiera incluir información familiar irrelevante), de ahí que se optó por una propuesta narrativa que expandiera los hechos y las anécdotas relacionadas con la génesis de la página web, apoyándose en una serie de flashbacks alternados dentro de dos largas secuencias diferentes relacionadas con sendas demandas civiles que Zuckerberg afrontó y que no se nos aclara qué tan simultáneas o separadas en el tiempo sucedieron.
La fragmentación temporal y testimonial de lo narrado no solo añade complejidad a la estructura argumental, sino que además suma el interés de saber cómo saldrá nuestro antihéroe de tales enredos jurídicos, los cuales asume con una mezcla de displicencia y seguridad asombrosas, impasible ante los abogados como impasible es frente a cualquier situación que se le presenta. La mirada vacía del actor Jesse Eisenberg –interpretando a Zuckerberg- es fascinante y atemorizante a la vez: muestra la distancia y la frialdad de quien se sabe con la razón, y por ello no necesita dar explicación alguna, diferente a ofrecernos algún destello de ironía. El resultado es fascinante, tanto por la explicación de los orígenes diversos de una buena idea, como por la indagación antropológica que hace Red social (The Social Network, 2010) de lo que nos une y nos convoca en este siglo.
¿Y en últimas qué fue Facebook en este filme? No es exactamente un MacGuffin como Hitchcock lo planteó, sino una suerte de “Rosebud” a lo Welles en Ciudadano Kane. En manos de Zuckerberg, Facebook fue inicialmente un acto de venganza, luego un anzuelo y ahora una plegaria con los dedos cruzados…
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