Salvaguardar la memoria: C’mon C’mon, de Mike Mills
“Para visitar el planeta Tierra, tendrás que nacer como niño humano. Al principio tendrás que aprender a usar tu nuevo cuerpo. A mover los brazos y las piernas, a ponerte de pie. Aprenderás a caminar y a correr, a usar las manos, a hacer sonidos y a formar palabras. Lentamente aprenderás a cuidar de ti mismo. Aquí hay paz y silencio, pero allá, los colores, las sensaciones y los sonidos te inundarán constantemente. Verás muchas cosas vivientes, plantas y animales, más allá de tu imaginación. Aquí todo es siempre igual, pero allá todo está en movimiento, todo siempre está cambiando. Serás arrojado al río del tiempo de la Tierra. Habrá mucho que aprender y mucho que sentir: placer y temor, alegría y decepción, tristeza y asombro. En tu confusión y deleite, olvidarás de donde provienes. Crecerás, viajarás y trabajarás. Tal vez tengas hijos e incluso nietos. Con los años, intentarás entender esa vida feliz, triste, plena, vacía y constantemente cambiante que vives. Y cuando llegue el momento de regresar a tu estrella, tal vez te cueste decirle ‘adiós’ a ese mundo extrañamente bello”, le lee Johnny a su sobrino Jesse a la hora de dormir. El cuento se llama Star Child, lo escribió Claire Nivola y resume muy bien lo que la película C’mon C’mon (2021) es: un recordatorio de lo efímero que somos, de ese río del tiempo en el que se nos va la vida y de la importancia de conservar los recuerdos antes que se desvanezcan.
Después de leerle el cuento, Johnny le dice al niño “Es verdad. Nos olvidamos de todo. Sí, apenas recordarás esto. Tendrás unos recuerdos borrosos de todo este viaje”, a lo que el niño responde con una brusca negativa en la que se burla de su tío. Pero Johnny sabe lo que Jesse, de apenas 9 años, aún no tiene claro. Que vamos a olvidar con el tiempo muchos sucesos, lugares y personas, que solo algunos recuerdos son para siempre. Johnny (el gran Joaquin Phoenix) es un periodista radial actualmente con un proyecto en ejecución: grabar las voces y testimonios de los adolescentes de varias ciudades norteamericanas preguntándoles acerca del futuro, tanto suyo como de la sociedad en la que viven. Al registrar esas voces las está inmortalizando, quitándoles su carácter de efímero y dándoles la oportunidad no solo de ser escuchadas, sino de ser recordadas.
Como debe cuidar de Jesse, Johnny le permite conocer y usar sus equipos de grabación, y el niño tiene así una nueva perspectiva de los sonidos de la ciudad, del mar, de los trenes, de los transeúntes, de cosas que sus oídos quizá no discernían y que ahora tienen otro valor, el valor de lo que hacemos consciente más allá de la percepción pasiva, el valor de las cosas que queremos conservar. Algo similar le pasó a Johnny al ser por un tiempo padre subrogado: fue consciente de lo que implica la paternidad, de la responsabilidad que eso conlleva y fue capaz de ponerse en los zapatos de su hermana Viv (magnifica Gaby Hoffmann) y sentir los momentos de impotencia y desesperación que ella muchas veces experimenta al criar a Jesse (Woody Norman), en un hogar donde su esposo tiene una enfermedad bipolar que requiere de la atención y los cuidados suyos, y que por eso tuvo que dejar al niño unos días con su hermano. Pese a estar lejos, esa madre nunca es una ausencia en la película.
Así pues, C’mon C’mon es una película sobre escuchar más que mirar, sobre observar más que ver, sobre entender más que criticar. Pareciera una road movie con un chico perfecto en su precocidad y un tío torpe al que le aguardan lecciones de vida que el niño va a darle, pero no es así. Jesse es inquieto, impaciente, hiperactivo, obstinado: pareciera haber heredado algunos rasgos maniacos de su padre; mientras tanto Johnny trata de tolerarlo con paciencia, buena voluntad y la lectura de manuales, se sabe novato y supone que quizá todo sea culpa suya, para entender luego que la crianza de un niño no solo es difícil para él, que es un reto para todos y que solo el amor nos impide salir huyendo. Aparece en él la compasión hacia una hermana de la que estaba alejado desde la muerte de la madre de ambos y renace un lazo solidario que creían ambos perdido. Lo repito: C’mon C’mon es acerca de entender al otro.
El director y guionista californiano Mike Mills es un efectivo realizador de filmes que pueden verse simplemente como crowd pleasers –Beginners, así se siente el amor (2010) fue absolutamente disfrutable- pero que tienen una base autobiográfica que los llena de autenticidad y honestidad. Así ocurre con C’mon C’mon, inspirada en la infancia del hijo del director y en las ganas que uno tiene como padre de atrapar esos momentos y no soltarlos, guardarlos en la memoria y hacerlos ojalá inmortales. Que un personaje de ficción –Johnny- interpretado por un actor reconocido, entreviste a adolescentes reales y les cuestione sobre su futuro, para hacerles conscientes del mismo y que ese testimonio quede registrado en esta película, añade verosimilitud y valor documental a un filme construido como un recordatorio de que la vida se nos va y que hay que aferrarla ya.
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