Con las bases llenas: El juego de la fortuna, de Bennett Miller
La anécdota parece simple: Michael Lewis publicó en el 2003 un libro –Moneyball : The Art of Winning an Unfair Game– que describe como Billy Beane, gerente general de los Atléticos de Oakland, llevó a su equipo de béisbol, carente de grandes estrellas, a una racha ganadora de 20 juegos consecutivos. Típico material para una inspiradora película de Hollywood: de las cenizas de la desesperanza se levanta un grupo humano y triunfa, pese a la adversidad, gracias al comando de un líder visionario y lleno de fe. Y sí, la película de Hollywood se hizo y se llamó El juego de la fortuna (Moneyball, 2011), pero hasta ahí llega la anécdota y sus intenciones aparentemente simples.
Sobre todo porqué este filme no es exactamente sobre los Atléticos de Oakland y su extraordinario récord, sino sobre las bases matemáticas y estadísticas en las que se fundamentó la estrategia de Billy Beane. Ustedes sabían (yo recién me entero) que existe la Society for American Baseball Research (SABR)? ¿Y que la sabermetría es el análisis objetivo –estadístico- del desempeño de un beisbolista? Hay especialistas en este campo, capaces de predecir el rendimiento de un jugador acorde a sus antecedentes deportivos. Billy Beane aplicó esa técnica y logró un milagro irrepetible en el diamante de béisbol. Así pues este es un filme sobre el armazón de ese triunfo, sobre la tensión entre la forma tradicional de hacer las cosas (los veteranos cazatalentos que confían en su “ojo” para detectar nuevas promesas, pero que fallaron con el propio Beane años antes) y una manera innovadora, que le metió números y cálculos, pero no a las contrataciones, sino al potencial de jugadores de segunda fila, cuando no desahuciados prematuramente.
Puesto que las acciones en el campo de juego se reducen al mínimo, quizá para no agotar al espectador que no sea amante de ese deporte, se privilegian los diálogos, las interacciones entre los personajes y las explicaciones estadísticas. El riesgo de aburrir al público era más grande aún. ¿Cómo conservar entonces su interés? Ahí reside el ingenio del par de guionistas de este filme, los premiadísimos Steven Zaillian (La lista de Schindler, Pandillas de Nueva York) y Aaron Sorkin (La red social), que supieron hacer un argumento verista, casi de conversación coloquial. Y eso se refleja en la puesta en escena cuasi documental que el director Bennett Miller preparó para el lucimiento de Brad Pitt y del joven actor Jonah Hill, que interpreta a un economista, Peter Brand (el personaje es ficticio), que sigue la doctrina de Bill James, el precursor de la sabermetría. Miren a Brad Pitt –en el papel de Billy Beane- reunido con los cazatalentos, con esos soberbios zorros plateados: parece que una cámara se hubiera colado inadvertida a una reunión real en la que se discute quien merece jugar en el equipo.
Es obvio que esta es una película con intereses comerciales (y con ganas de ganar varios premios Oscar) y que Zaillian & Sorkin van a introducir los giros y las zancadillas sentimentales necesarias en el momento preciso, pero me alegra que El juego de la fortuna no subestime al espectador, que no sea obvia, que tenga diálogos inteligentes, que se atreva a mostrarnos sin tanta prevención las entretelas del negocio del béisbol (a eso se reduce realmente el deporte de alta competencia y gigantes inversiones) y que no caiga en la trampa del final feliz, del Hollywood ending de rutina. Y en esta industria eso es hacer un cuadrangular con las bases llenas.
Publicado en la revista Arcadia No. 77 (Bogotá, febrero-marzo/2012). Pág. 36
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