Cosas que no se olvidan: Parpadea dos veces, de Zoë Kravitz
Hay filmes que solo funcionan dentro del ámbito del cine y no como descripciones precisas de la realidad. Cuando estás viéndolos suspendes momentáneamente la credulidad y no te preguntas si lo que ves ahí puede o no pasar en la vida real, sino que lo asumes como algo verosímil. Yo sé que eso nos pasa con la mayoría de las películas, verbigracia las de ciencia ficción, pero hay algunas ambientadas en el presente que cuentan con un guion tan elaborado e intrincado que nos toma con “las defensas bajas” y nos dejamos manipular a su antojo, a sabiendas que lo que ahí vemos solo puede ocurrir como producto de las páginas de un guion y no a este lado de la pantalla. La existencia de esa “realidad alterna” no es puesta en duda, ni le quita sentido al relato que nos ofrece: hace parte del pacto voluntario que establecemos con la ficción.
Al listado de esos filmes que requieren de tales concesiones –insisto en su carácter de voluntarias- hay sumar el debut de la actriz y modelo Zoë Kravitz como directora y guionista, Parpadea dos veces (Blink Twice, 2024), un drama sofisticado sobre la misoginia y el abuso de poder machista, disfrazado de thriller de ajuste de cuentas. El relato de un ser en apariencia vulnerable que es invitado a los terrenos de un grupo de personajes de clase social más elevado y de evidente poder, para convertirlo en víctima y/o motivo de burla, es un patrón recurrente en el cine, obviamente sometido a naturales variantes. En la memoria de los espectadores contemporáneos quizá este Saltburn (2023) de Emerald Fennell como referente más inmediato: el de un hombre que decide desquitarse de aquellos que lo invitaron a ser parte temporalmente de su mundo decadente.
La protagonista de Parpadea dos veces, Frida (Naomi Ackie, la actriz protagonista de la biopic sobre Whitney Houston), es una mesera que vive en condiciones precarias junto a una roommate, también compañera de trabajo. Ambas hacen parte de un evento benéfico organizado por un magnate de la tecnología, que en un acto de contrición por errores y abusos cometidos en el pasado pidió perdón públicamente, dejó la presidencia de la empresa, creo una fundación filantrópica, estuvo en terapia y se retiró a vivir a una isla privada en Centroamérica a vivir en comunión con la naturaleza. El personaje es Slater King (Channing Tatum), y una curiosa serie de casualidades hace que Frida y su compañera de cuarto, Jess (Alia Shawkat), terminen siendo invitadas a la isla junto a una tropilla arribista de amigos de King. Lo que está por suceder es posible imaginarlo, pero jamás adivinarlo, pues los giros del guion son muy poco predecibles, pese al empaque convencional del filme.
Es imaginable que Frida y Jess vayan a ser discriminadas por su condición social, es imaginable que sean objeto de burla o de acoso sexual, es imaginable que su presencia genere celos entre otra mujer que desee a King, pero no es imaginable que Parpadea dos veces utilice la amnesia y el olvido como leitmotiv dramático. Lo que realmente ocurre allí no lo vemos, se supone que no debemos saberlo nunca. Obviamente que nosotros como espectadores estamos sometidos a la voluntad de la restricciones narrativas que impone el guion (sabemos lo que nos dejan saber), pero lo novedoso aquí es que algunos personajes del filme –las cinco mujeres invitadas, entre las que se cuenta Sarah (Adria Arjona)- tampoco recuerdan nada de lo que en realidad ocurre. ¿Será la ignorancia una bendición? ¿Será el olvido un regalo? La película juega con la impunidad de los actos que se olvidan o que parece que nunca hubieran ocurrido. La máxima fantasía machista.
Parpadea dos veces depende demasiado de los giros afortunados del guion, pero su originalidad y su potencia hace que no decaiga, pese a que Frida y Sarah devienen en máquinas vengadoras sacadas directamente de una película de Robert Rodríguez, buscando que no quede nada en el olvido, ni tampoco falsamente perdonado. ¿Alguien pensó en #MeToo al ver esta película? Por supuesto. Este Slater King cínico es un sucedáneo de Harvey Weinstein o de Jeffrey Epstein, hombres que con su poder y su dinero pretendieron que todo lo que hicieron con sus víctimas quedara silenciado, totalmente en el olvido. El guion de Kravitz y E.T. Feigenbaum les hace un homenaje a esas mujeres y las redime desde la ficción, desde la posibilidad de una venganza más elaborada incluso que un desquite a sangre y fuego. Sencillamente hay cosas que nunca deben olvidarse.
©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.