Crianza de serpientes: La cinta blanca, de Michael Haneke

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Dos adolescentes, Klara y Martin, hijos del pastor protestante de un pueblo alemán llevan puesta una cinta blanca como recordatorio de su inocencia y su pureza. Portar la cinta es también un escarmiento, pues si se desvían del sendero correcto volverán a lucirla, previo castigo físico a sus culpas. Estamos en 1913 y lógicamente los hijos del pastor deben dar ejemplo de rectitud y buenos modales. Así como debe darlo él y su esposa, o el acaudalado Barón y su cónyuge, que son los terratenientes del pueblo; o el médico y su partera asistente, o el administrador de la hacienda y su familia. Si hay máculas estas deben esconderse, si hay úlceras o cicatrices, deberán ser convenientemente maquilladas.

¿Pero qué pasa si alguien quiere sacar a la luz todo lo malo y perverso que se oculta entre los habitantes de ese pueblo? Dos palabras del párrafo anterior deben volver acá: culpa y castigo. De repente en ese poblado rural donde nunca pasa nada empiezan a ocurrir extraños y violentos sucesos, tal como nos lo cuenta una envejecida voz en off que nos habla desde un futuro indeterminado. La cinta blanca (Das weisse Band – Eine deutsche Kindergeschichte, 2009) será el relato de esos incomprensibles eventos que parecen tener todos un aliento punitivo y de revancha. Nada está oculto bajo el sol, parece querer advertirnos alguien, a lo mejor una persona que ya está cansada de ser víctima. Y nadie mejor que Michael Haneke para conducirnos por este tipo de narración, pues la violencia como escape, castigo o como manifestación de la maldad está siempre en el centro de sus motivaciones como autor. A diferencia de sus otras obras (quizá con la notable excepción de Escondido) en las que no había un punto de unión con un hecho histórico concreto y real, La cinta blanca transcurre en un tiempo y espacio definidos, y funciona básicamente como una alegoría del posible origen del horror nazi que se desplegará años después.

La cinta blanca (2009)

La cinta blanca (2009)

Según la película de Haneke, una mezcla de represión, fanatismo religioso, abusos sexuales y castigo físico, que fue arrojada sobre los niños y adolescentes alemanes de principios de siglo, fue la génesis del huevo de la serpiente nazista, a cuya eclosión no asistimos. Frente a nosotros está sólo su inadvertida crianza y su prolongada incubación y por eso la película es fría, distante, ascética, muy consecuente con el año y el país en el que transcurre. La preciosa fotografía en blanco y negro –obra de su habitual colaborador Christian Berger- contribuye a su austero rigor, mientras nos hace evocar las profundidades estéticas que Sven Nykvist logró para Ingmar Bergman.

La cinta blanca (2009)

Pero no se piense ni por un momento que La cinta blanca carece de interés o de ritmo: es inverosímil la capacidad de su director y guionista para anclarnos a un relato que progresivamente suma vejámenes que en su mayoría no presenciamos, pero cuyo impacto sentimos muy hondo. Haneke logró en esta película depurar su estilo, pero evidentemente no perdió su capacidad de perturbarnos y atemorizarnos. Esa está intacta: él sabe siempre donde golpearnos con pasmosa efectividad, incluso ya no necesita ser gráfico ni evidente: a veces un diálogo puede ser igual de brutal que un crimen.

El mundo del cine se ha inclinado frente a esta película cubriéndola de premios. Es la confirmación de Michael Haneke como autor tan sagaz como incómodo, que gracias a La cinta blanca ha encontrado en la historia un nuevo filón para mostrarnos en detalle su enorme desazón frente al género humano.

Publicado en la revista Arcadia No. 54 (Bogotá, marzo de 2010) Pág. 36
©Publicaciones Semana S.A., 2010

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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