Masculinidad frágil: Cry Macho, de Clint Eastwood
Mike Milo (el personaje que interpreta Clint Eastwood en esta película) parece tener el don de curar y tranquilizar a los animales, pero él mismo reconoce que no es infalible. Al examinar un perro que le traen, confiesa resignado que “es que no sé cómo curar la vejez”, una frase que va más allá del contexto en la que se pronuncia, y que queda resonando hasta extender su significado a la realización y a la existencia de Cry Macho (2021), una película estrenada cuando su director, productor y protagonista pasó ya de los 91 años de vida.
Esa vejez a la que el personaje se refiere la padece él también, un antiguo campeón de rodeo y domador de caballos ya retirado a causa de una lesión y de una tragedia familiar. Esa vejez es la misma de Clint Eastwood, que quiso hacer de ella el leitmotiv de Cry Macho, usándola en dos caminos divergentes: el del otoño de un hombre que tenía un oficio “machista” (y que representa ahora lo que fue ser un vaquero en el siglo XIX) y que tiene una última oportunidad de demostrar que puede, pese a los años, sentirse vivo, ayudar a alguien en una misión peligrosa, ser atractivo para una mujer; pero paradójicamente el otro camino que explora el filme es el de la fragilidad física de la vejez, y la perspectiva que los años le han dado a Mike Milo sobre lo sobrevalorado de ciertas conductas masculinas prepotentes. Así pues, la película se mueve entre dos horizontes divergentes, el del canto del cisne del guerrero y el de la aceptación de la propia derrota ante la inexorable vejez.
Este tema no es nuevo en la obra de Eastwood y ver esta película lleva a pensar en uno de sus mejores filmes, Los imperdonables (Unforgiven, 1992), en el que él interpreta a William Munny, un criminal y asesino a sueldo del far west, una leyenda ya retirada que vuelve a la acción, quizá por última vez, pero que en el proceso reconoce que no es el mismo que solía ser, que ha envejecido, que sus valores por fortuna ya son otros, que tiene una consciencia de la que antes carecía. Los imperdonables está ambientada en 1880 y Cry Macho exactamente un siglo después. Cien años en los que los cowboys se transformaron en jinetes de rodeo, cien años en los que los valores machistas y sin ley del viejo oeste fueron “domados” por la sociedad. Esa transformación es la que vemos en Cry Macho, pero aunque la idea es interesante, el modo en que está desarrollada es lo que impide que esta sea una obra que uno pueda considerar relevante dentro de la gran filmografía de este actor y realizador.
La película es una road movie de aventuras que implica el “rescate” de un adolescente rebelde en México para traerlo a Texas a reunirlo con su padre, pero aunque Eastwood piense que quien encarnó a Harry “el sucio” es capaz de hacer lo que sea, la verdad es que se antoja patético ver a un nonagenario pretendiendo llevar a cabo una misión de riesgo como esta. Ya mencioné que Mike Milo (y Eastwood, obviamente) quiere seguir sintiéndose vital, pero el guion debe recurrir a más de un deus ex machina absolutamente gratuito con tal de sacar al personaje de algún aprieto, sencillamente porque este no está en capacidad física de afrontar una confrontación, una huida veloz, una persecución. Esto, por supuesto, le resta credibilidad y le suma inesperada parodia al filme.
Más valiosa –y más creíble- es la reflexión que el personaje hace sobre la inutilidad de las prácticas machistas, y de cómo con la edad lo que se impone es la ternura y la compasión (¿se acuerdan de Gran Torino?), y lo que se busca al final de la vida y tras múltiples luchas inútiles, es la calidez, la compañía afectiva, la paz interior. El héroe ya no tiene miedo de reconocerse frágil. Esa paz que menciono la experimenta Mike Milo en una especie de edén mexicano, un pueblito bastante estereotipado (por cierto, los clichés abundan en el filme) en él que encuentra un insospechado bálsamo para su soledad y crónica amargura. La propuesta de Cry Macho es valiosa, lo torpe es el descuido con el que se concretó y la implausibilidad dramática que se nos plantea.
Uno puede pasarle por alto muchas cosas a un hombre que tiene una edad, un prestigio y una carrera que lo ponen por encima del bien y del mal, y quizá lo que deberíamos hacer es agradecer ciegamente que siga activo y brindándonos una muestra de su talento. Sin embargo, afirmar que Cry Macho no es una obra fallida sería mentirle y ese engaño es la peor ofensa a un artista que como Clint Eastwood nos ha enseñado, con el ejemplo de su cine, a ser siempre coherentes.
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