Cualquiera tiene un mal día: The Square, de Ruben Östlund
Piensen en los hermanos Coen, en Lars Von Trier y en Thomas Vinterberg. Piensen en sus estilos. Imaginemos ahora que pudiéramos sintetizar en un solo filme el humor seco y el sentido del absurdo de Joel & Ethan Coen con el ánimo punitivo del cine de von Trier y de Vinterberg. Si tal combinación fuese posible se parecería a The Square (2017), del director sueco Ruben Östlund. Esto, obviamente, no le quita originalidad a su propuesta dramática, solo apunta a establecer unos hilos conductores con un tipo de cine que ya ha explorado similares temáticas y que involuntariamente (o adrede) este inteligente filme sueco hace tensar.
Con The Square estamos frente a una comedia que se estructura dentro del marco de un escenario dramático: el de un reluciente museo de arte moderno en Estocolmo. El protagonista, Christian Nielsen (el actor danés Claes Bang), es el curador principal del museo, y a su alrededor se tejen desde el principio situaciones absurdas que él maneja con aplomo, como parte de una cotidianidad no necesariamente benévola para él, pero que no corresponde exactamente a un plan divino para doblegarlo. Más bien corresponde a un plan del guionista del filme para mofarse de la banalidad -disfrazada de solemnidad- del arte contemporáneo y Christian es su chivo expiatorio.
La sumatoria de traspiés hace pensar en los padecidos por el protagonista Un hombre serio (A Serious Man, 2009) de los Coen, y aunque de ellos se obtengan genuinas risas, en ocasiones nos metemos en terrenos de una comedia negra que amenaza salirse de cauce. La secuencia del performance de un hombre que imita a un simio macho alfa en medio de una cena de gala provoca físico miedo. La pregunta sobre los límites del arte se esboza, pero este no es el tipo de cinta para responderla.
Es de admirar en The Square el control de la puesta en escena, que corresponde al orden que Christian desea mantener y proyectar, quizá hasta cuando es demasiado tarde y ya ha cometido demasiadas ligerezas personales y profesionales. La película termina con una lección, con un acto de redención que frustra en algo las expectativas que había generado, pero que no alcanza a desvirtuar su corrosiva propuesta.