De cómo Billy Wilder dirigió la mejor comedia de la historia del cine
«Dios mío, pienso que ha habido más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la Segunda guerra Mundial y hay una gran similitud entre ambas. No fue fácil. Fue el infierno. Pero valió la pena cuando ya se consiguió la película. Se olvidan los problemas y las veces que pensamos que el filme no iba a terminarse. Todo se olvida cuando la película se hace».
– Billy Wilder
Cuenta Ed Sikov en Billy Wilder, vida y época de un cineasta que en la primavera de 1958 Wilder se encontró con Jack Lemmon, que estaba cenando con su esposa en el restaurante Dominick’s, en Hollywood.
—«Tengo una idea para una película en la que me gustaría que tú participaras», le dijo.
—«Siéntate», le respondió Lemmon.
—«No tengo tiempo ahora, pero te contaré de que se trata. Es acerca de dos hombres que se escapan de unos gángsters y que, con sus vidas en riesgo, se disfrazan de mujeres y se integran a una orquesta femenina».
«Si alguien más me hubiera dicho eso» —confesaba Lemmon después del estreno del filme—, «hubiera salido corriendo como un conejo. ¿Disfrazarme de mujer? Pero puesto que se trataba de Billy Wilder, respondí: “Bien, lo haré si estoy libre para hacerlo, y si no estoy libre me liberaré”. Y cuando se iba alcancé a preguntarle: “¿Y cómo se llama?”». «Some Like It Hot », respondió.
¿Una película más? No. La mejor comedia fílmica de todos los tiempos según el listado del American Film Institute publicado en 2000 como “AFI’s 100 years…100 laughs”. Mil quinientos miembros de este instituto eligieron entre quinientos filmes, y el de Wilder encabeza la selección de los cien finalistas, justo premio a una obra que todavía sorprende por su lozanía y sobre todo por su humor siempre a tiempo, siempre a la altura, siempre inteligente. Por si faltara algo, en el listado del mismo American Film Institute, pero ahora de las cien películas más grandes de Hollywood, alcanzó el puesto catorce.
I.A.L. Diamond y Wilder venían reuniéndose desde principios de 1958 en la oficina de este último en la Goldwyn, tratando de moldear una farsa a partir de Fanfaren das Liebe (1951), un filme de Kurt Hoffmann sobre dos músicos hambrientos que se disfrazan, bien sea como gitanos, jazzistas o mujeres, para conseguir trabajo. Decidieron enfocarse en el disfraz de mujer y alteraron la motivación: el hambre les parecía una razón demasiado temporal para provocar el cambio de género y decidieron transformarla en una amenaza de muerte. Diamond sugirió incluso que la película debería ambientarse en la época del jazz y no en los años cincuenta. «Cuando la ropa de todos luce excéntrica, alguien disfrazado no se ve más peculiar que cualquier otro», afirmaba. Esa noche Wilder se fue pensando en el cambio de época. Al volver al otro día a la oficina tenía la solución: Chicago, 1929, la masacre del día de San Valentín. «Repentinamente teníamos un mundo de material con que trabajar: bares clandestinos, traficantes de licor, millonarios de Florida. Empezamos a escribir», evocaba Diamond.
El título de trabajo del filme fue Not Tonight, Josephine!, [¡Esta noche no, Josephine!] pero el nombre del filme se le ocurrió a Diamond, tal como lo recordaba Wilder en entrevista para Cameron Crowe recogida en el texto Conversations with Wilder: «De la nada sacó Diamond el título. Él dijo, “Sabes, el nombre ya fue usado para una película de la Paramount, Some Like It Hot, con Bob Hope. Bien, como vamos a hacer esta película para Paramount, llamémosla Some Like It Hot”. Sonaba bien. ¿Suena bien, verdad? Entonces torcimos el diálogo para que pudiéramos usar la frase en el título. Tony Curtis dice: “Well, you know how it is, some like it hot” [“Bueno, ya sabes cómo es, a algunos les gusta caliente”]». El título original de la película, con todo y su connotación sexual, hace referencia a la música que tocan en la banda femenina. En España fue traducida como Con faldas y a lo loco, porque en ese momento estaba triunfando en ese país la canción titulada “A lo loco”. En Latinoamérica se conoció como Una Eva y dos Adanes.
United Artists, la compañía productora, quería a Danny Kaye y a Bob Hope como los músicos y a Mitzi Gaynor como Sugar Kane, la cantante de la orquesta. Billy rechazó la propuesta. Había visto por primera vez a Tony Curtis estelarizando Houdini en 1953 y se lo imaginaba interpretando uno de los papeles. La productora quería una gran estrella y promovieron a Frank Sinatra. Wilder se citó con él, pero el cantante incumplió la cita, por lo que se cerró ese capitulo. Marilyn Monroe había trabajado con Wilder en The Seven Year Itch y cuando se supo que estaba disponible y que se vincularía al proyecto, cesó la búsqueda de una estrella adicional: «Era el papel más flojo y el truco estaba en asignárselo a la actriz más explosiva», explicaba Wilder. Curtis tomó el rol pensado para Sinatra y Jack Lemmon el de él. Lemmon hizo uno de los mejores papeles de su vida y empezó la asociación con un director que se convertiría en uno de sus mejores amigos y uno de sus más devotos patrones: entre ambos hicieron siete filmes. En el reparto también se incluyó al legendario George Raft, el actor neoyorquino que había interpretado —entre muchos papeles de gángster— a Guido Rinaldo en Scarface (1932), y que aquí se autoparodiaría interpretando al jefe mafioso Spats Columbo.
Some Like It Hot relata la huida de dos músicos, testigos de la matanza del día de San Valentín, que se ven obligados a vestirse de mujeres y unirse a una banda de música femenina en la que conocen a Sugar Kane Kowalczyk (Marilyn Monroe), una de las chicas encargadas de tocar el ukelele y de oficiar como cantante. Para entrenar a Curtis y Lemmon, Wilder contrató a Barbette, una drag queen retirada, quien les enseñó los trucos para personificar no a una mujer, sino a un hombre disfrazado de mujer. Curtis fue un buen alumno, pero Daphne —el personaje femenino de Lemmon— fue imposible de moldear. El actor nos entrega la libre, altisonante y graciosa personificación de un hombre obligado a caracterizarse de mujer, pero que parece disfrutar la circunstancia, en contraposición a la molestia manifiesta de Josephine, el personaje de Curtis. Para evitarse líos con la nerviosa censura de la época, Wilder prefiere evitar mostrarnos su transformación en mujeres. Cuando los vemos ya están disfrazados y caracterizados: dónde consiguieron los vestidos y los zapatos o quién los maquilló y peinó queda para nuestra imaginación.
La película se empezó a rodar a mediados de septiembre en los estudios Goldwyn, con las locaciones de exteriores en el clásico Hotel del Coronado, cerca de San Diego. El guion se fue escribiendo en paralelo con el rodaje y se le introdujeron cambios y se le añadieron capas a medida que la historia se iba desarrollando frente a la cámara. La combinación de sátira y película de gángsters no era nada fácil. El mítico David Selznick le dijo a Wilder: «¿Quieres ametralladoras, muertos y bromas en la misma película? Olvídalo, Billy. Nunca harás que funcione».
Pero funcionó. El presupuesto inicial fue de dos millones trescientos setenta y tres mil dólares, de los cuales Marilyn recibiría trescientos mil. Al principio surgieron discrepancias sobre sí la película seria rodada en Technicolor o en blanco y negro; Marilyn no entendía por qué el blanco y negro hasta que Billy Wilder le enseñó unas pruebas de color en las cuales el maquillaje de sus compañeros de rodaje lucía ridículo, de un tono verdoso. «A todo color, Jack Lemmon y Tony Curtis hubieran sido acusados de transvestismo si su maquillaje era ligero y de inaceptable vulgaridad si era pesado. Marilyn terminó cediendo pero no de muy buena gana», comentaba el director.
Luego todo el mundo pensó que sería un rodaje fácil y al comienzo fue así. Debido a la actriz, la filmación atrajo a muchos curiosos y admiradores, que desesperaban por verla. Pero ella llegaba progresivamente más tarde al plató y tenía la tendencia a olvidar su parlamento, para enojo y frustración de todo el equipo técnico. La tensión crecía día a día. «Antes quedabas con ella a las 9 y llegaba a las 11… ¡Ahora la llamas en mayo y se presenta en octubre! Una vez le recriminé su tardanza y se excusó diciendo que se había perdido de camino al estudio. ¡Siete años viniendo al estudio y se pierde por el camino! Al principio estaba enfadado porque pensé que me mentía. Luego fue peor cuando supe que me estaba diciendo la verdad», afirmaba el desesperado director.
El anecdotario del film y de los problemas ocasionados por la actriz parece inagotable. En una ocasión el diseñador de vestuario Orry Kelly entró al camerino de Marilyn para tomarle medidas y, mientras pasaba la cinta métrica alrededor de las caderas de la escultural actriz, le comentó bromeando: «Tony Curtis tiene un trasero mejor que el suyo, Miss Monroe… ». Ante lo cual ella se desabrochó la blusa y le replicó, furiosa: «¡Pero seguro que no tiene unas tetas como éstas!». Marilyn había contratado a Paula Strasberg (esposa de Lee Strasberg, el mítico profesor del Actor’s Studio) como su profesora de interpretación y consejera, pero ni siquiera ella podía evitar las constantes equivocaciones de la actriz. En ocasiones se trababa para pronunciar una frase de tres o cuatro palabras. Cincuenta y nueve veces tuvo que repetir Billy Wilder una secuencia en la que Marilyn Monroe pregunta: «¿Dónde está el bourbon? », bien porque no conseguía decir la frase correctamente o porque sencillamente la olvidaba. Otro problema era la repetición de escenas sin ninguna necesidad, ya que hasta que Marilyn no estaba contenta con su actuación no pasaban al siguiente plano, así que escenas que en una hora hubieran estado listas tardaban dos días en rodar, con el consiguiente retraso y disgusto de todo el equipo. La actriz exigía que la Strasberg estuviera presente durante el rodaje de todas sus escenas. Cada vez que terminaban una toma, Marilyn miraba a su profesora y le preguntaba inocentemente: «¿Lo he hecho bien, Paula? ». Billy Wilder, harto de esto, decidió vengarse. Al finalizar la siguiente toma, Wilder se volvió hacia la Strasberg y le preguntó, con voz en falsete: «¿Lo ha hecho bien, Paula? ». La burla causó el enojo de ambas mujeres, al punto de que Paula Strasberg no volvió a aparecer por allí, un alivio para el realizador.
«Antes de la época con la Strasberg actuaba tan bien como después. Sólo que después podía soltar explicaciones profundas, pero falsas»,explicaba el director. Los contratiempos con la actriz parecían no tener fin. Recuerda Wilder en su autobiografía escrita con Karasek, Nadie es perfecto: «Lo que me desesperaba completamente como director era el hecho de que llegara siempre demasiado tarde y que sólo lograra retener sus textos con mucha dificultad. Con esos elementos de inseguridad se puede contar. Con lo que no se puede contar es con la inseguridad dentro de la inseguridad. Eso es lo que más dolores de cabeza da a un director. Y esto es lo que provocó que después del rodaje con ella, sobre todo después de Some Like It Hot, no pudiera dormir, durante meses, por culpa de los dolores de espalda».
A finales de octubre, Marilyn faltó doce días por una llamada “enfermedad”; sus tardanzas sumaban ya treinta y cinco horas, lo cual representó perdidas por doscientos mil dólares. En ese mismo mes quedó embarazada pero su adicción a los barbitúricos y al alcohol hicieron que tuviera un aborto el 16 de diciembre, doce horas después de rodar la última escena del filme, por lo cual se culpó a Wilder del insuceso. El director se lamentaba de semejante acusación y reconocía que la inclusión de Marilyn en el filme tenía un valor que para todos era evidente: «Ella tenía la magia que ninguna otra actriz tenía: la aureola alrededor de la frente. Yo tenía una tía en Viena que trabajaba en una pastelería. Si no recuerdo mal, creo que se llamaba Mitzi Lachenfarber. Ella habría llegado siempre exactamente a la hora en punto a los ensayos, habría dominado siempre sus textos de arriba abajo y de abajo arriba, con puntos y comas. Nunca me habría arruinado una toma, nunca habría tenido el más pequeño enfrentamiento con ella. Pero en la venta de entradas, valía catorce céntimos. ¿Quién querría verla?… Además, mientras con todo el equipo esperábamos a Marilyn Monroe, no perdimos totalmente el tiempo… Yo, sin ir más lejos, tuve la oportunidad de leer La guerra y la paz y Los miserables».
Arthur Miller, esposo de Marilyn en ese entonces, le escribió a Wilder una carta reprochándole su actitud y sus comentarios desobligantes, a lo que le director respondió vehemente: «…como es natural, lamento muchísimo que ella perdiera el bebé, pero me siento obligado a rechazar firmemente la acusación de que, de alguna manera, fueran responsables de ello el exceso de trabajo o un trato desconsiderado por mi parte o por parte de alguien que tuviera algo que ver con la producción. La verdad es que la compañía la arropó en algodones, la protegió y soportó cada uno de sus estados de ánimo. La única persona que desde el primer día mostró una falta de consideración absoluta con sus compañeros de reparto y colaboradores fue Marilyn, antes de que hubiera el menor signo de su embarazo. Sus retrasos crónicos y su falta de preparación nos costaron dieciocho días de rodaje, cientos y miles de dólares e innumerables infartos. Esta fue mi segunda película con Marilyn y yo comprendo sus problemas, pero su mayor problema es que ella no entiende los problemas de los demás. Si hiciera una encuesta relámpago entre el equipo y el personal sobre el tema Marilyn, se encontraría con una enorme falta de aprecio. Y si usted hubiera estado sometido como yo a todos sus indignos malos tratos, le habría lanzado a la cabeza la lata de Coca-Cola, el termo y todo lo que tuviera a mano para evitar un ataque de nervios. Yo elegí el camino más sensato. Tuve el ataque de nervios».
Dando tumbos el rodaje llegó a su fin. La famosa frase con la que termina el filme ya hace parte de la historia del cine. El director recordaba como se originó: «Diamond y yo estábamos en la oficina trabajando juntos esperando que llegara a nosotros la línea final, el telón del filme, la respuesta de Joe E. Brown. Entonces escuché a Diamond decir: “Nadie es perfecto”, me quedé pensando y le dije: “Bien, pongámoslo por ahora. Pero sólo por el momento. Tenemos una semana entera para pensarlo”. Ninguno de los dos podía pensar en el algo mejor, así que filmamos esa línea, todavía no completamente satisfechos. Pero cuando proyectamos el filme, esa frase fue una de las que más risas logró en el teatro. No habíamos confiado en ella cuando la escribimos. Surgió con demasiada facilidad, tan sólo apareció».
Una vez concluido el rodaje, un periodista le preguntó a Wilder sobre su salud y éste le contestó: «Puedo volver a comer mejor. La espalda ya no me duele. Por primera vez, desde hace meses, consigo dormir. Puedo mirar a mi esposa sin quererla golpear tan sólo porque es una mujer». Wilder afirmó ante la prensa que, puesto que él era el único director que había hecho dos películas con Marilyn, el Director´s Guild debería otorgarle la condecoración del Corazón Púrpura por servicios prestados a la patria. Y preguntado sobre si volvería a filmar con ella respondió: «Odiaría hacerlo en Estados Unidos, pero en París no sería tan malo. Mientras la esperamos podríamos tomar clases de pintura». Frente al estreno las cosas se suavizaron, pero Wilder todavía guardaba resentimientos. «La pregunta es sí Marilyn es una persona de verdad o uno de los más grandes productos alguna vez inventados por DuPont. Ella tiene pechos como granito, pero el cerebro como un queso suizo».
El negativo de Some Like It Hot costó en total $ 2’883.848 dólares. El preestreno ocurrió en diciembre de 1958 en Pacific Pallisades, ante una audiencia de 800 personas. Wilder, pesimista, afirmó que la película no gustó a 799. Tras esa exhibición, se hicieron unos cambios menores. Los críticos no estaban muy impresionados con el filme, como tampoco lo estaba la poderosa Legión de la Decencia, que a través de su secretario, monseñor Thomas F. Little, expresó que la película era «moralmente discutible» y que sus diálogos «no eran sólo de doble sentido, sino directamente obscenos».
La película se estrenó a finales de los represivos años cincuenta, el 29 de marzo de 1959, cuando el sistema de los estudios se debilitaba, el advenimiento de la televisión amenazaba al cine y se estaba bajo la sombra del Código de Producción y sus restricciones de censura. Wilder desafió el sistema con su arriesgada comedia, llena de alusiones sexuales, vulgaridad, amor libre, burla de los estereotipos sexuales (bisexualidad, transvestismo, homosexualidad, transexualidad, lesbianismo e impotencia) y una mezcla de temas más serios que incluían alcoholismo, desempleo y crimen. El milagro es que Some Like It Hot, a pesar de sus múltiples desventuras de producción, terminó siendo un clásico de la comedia, una obra fascinante en la mejor tradición de Hollywood, que toma prestado con inteligencia elementos del slapstick, de las comedias agitadas de los Hermanos Marx y Mack Sennett, del cine de gangsters de los años veinte y treinta, y del romance en la tradición del screwball comedy, apoyándose en una mascarada de confusión de identidades sexuales. Las apariencias engañadas, donde nadie es quien parece ser, es un tema que recorrerá la obra de Wilder desde el principio hasta el final de su carrera.
A finales de 1959, la película quedó en tercer lugar entre las de más recaudos en el año. Sin embargo, la Academia de Hollywood no fue benévola con el filme: obtuvo seis nominaciones al Oscar pero sólo consiguió el premio al mejor vestuario para una película en blanco y negro, otorgado a Orry Kelly por los sensuales atuendos de Marilyn. Ben-Hur (1959), Room at the Top (1959) y The Diary of Anne Frank (1959) la derrotaron en las categorías en las que se enfrentaban. Para 1963, el filme había recogido en taquillas más de 7,5 millones y otros 5,25 en el extranjero. En 1972 se estrenó en Broadway el musical Sugar, basado en la película, nominado en ese entonces a cuatro premios Tony. El tiempo ha tratado bien a Some Like It Hot, como ha ocurrido con casi toda la filmografía de este director. Del escándalo se pasó a la apreciación justa y luego a la veneración casi religiosa. Wilder, en últimas, era un adelantado a su tiempo, como lo reconoce Ed Sikov en su texto: «…Ni siquiera Wilder, el maestro cínico, podía prever la ironía. La gran broma es que, con cada década que pasa, sus ácidos relatos parecen más suaves. Al final de nuestro vicioso y exhausto siglo, la grosería de Wilder ha asumido una especie de intensidad romántica. Sus películas son horriblemente delicadas…Siempre había decencia allí, así uno no pudiera comprenderla del todo. Había amor, aunque incierto y provisional».
Texto publicado originalmente en la revista El malpensante No. 64 (Bogotá, 2005) págs. 88-94
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