De concierto por las Fucklands: 9 canciones, de Michael Winterbottom
Michael Winterbottom es un consentido de los festivales: en el 2003 su película In This World ganó el Festival de cine de Berlín, mientras en 2006 The Road to Guantanamo obtuvo el premio al mejor director en el mismo evento. Se mantiene preso de una actividad febril que parece obligarlo a intentar algo con todos los géneros sin temor alguno. A pesar de su bien ganada fama como exponente de la vanguardia del cine británico contemporáneo, su cine no ha logrado ser distribuido entre nosotros. 24 horas de fiesta (24 Hour Party People, 2002) pasó con éxito por la muestra de Eurocine, igual como ocurrió con 9 canciones (9 Songs, 2004) presentada con el inefable y taquillero título de 9 orgasmos. La película, obviamente, pasó luego a la cartelera local.
Logramos entender el propósito del director Winterbottom con este filme y lo alabamos: aburrido de ver sexo falso y sublimado en la pantalla grande decidió construir una película en la que hubiera -por fin- sexo real, sin que se trate exactamente de una pieza pornográfica, sino de un filme de autor, en el que es más fácil sorprenderse primero y luego aburrirse un poco, antes que excitarse frente a las imágenes granulosas y poco iluminadas de video digital que alternan una secuencia de sexo entre una pareja heterosexual, con una canción de una banda que la misma pareja asiste a ver. Eso es 9 canciones y si bien su peculiar premisa se antoja por lo menos curiosa, no lo es tanto su resultado final.
Pareciera que el sexo como fin último de una película termina por agotarse con rapidez, en una especie de callejón sin salida (de ahí la avidez con que los fanáticos del porno exijan material nuevo) y pasada aquí la novedad de las primeras tres o cuatro cópulas ya está uno preguntándose cual será el grupo responsable de la próxima canción -ese aspecto no nos defrauda: veremos en concierto a Black Rebel Motorcycle Club, Franz Ferdinand, Primal Scream, Super Furry Animals, The Dandy Warhols, entre otros- para al final concluir (no sabemos si con una pizca de bochorno) que nos gustó más la música que el sexo.
Obviamente Michael Winterbottom construye un prologo y un epilogo, donde el protagonista masculino recuerda la relación que tuvo con su contraparte, la cual ya ha finalizado y de la que no le quedan sino dos tipos de recuerdos: musicales y sexuales. Este tipo de contexto pone de presente el hecho de que vamos a ser testigos de un recuerdo, que quizá esté modificado o magnificado por la memoria, de ahí que la historia londinense que viven Matt (el actor Kieran O´Brien) y Lisa (la modelo Margo Stilley, quien nunca había actuado) se reduzca en pantalla a los elementos básicos ya mencionados. Nada de presentaciones, nada de conversación trivial: un concierto de rock y a la cama, nueve veces. Allá experimentan las posibilidades de sus cuerpos y el director es por completo explicito: un miembro en erección, diversas penetraciones, masturbación, sexo oral, eyaculaciones… en fin. Un catálogo de actividades que por conocidas no dejan de causar una ligera extrañeza, derivada -sin duda- de la negación que el pacato cine comercial ha hecho de todo lo relacionado con el sexo.
¿Tiene la culpa 9 canciones de esa sensación? No. En nuestro concepto la película abre fronteras, quizá con algo de torpeza, pero en su atrevimiento sentimos que algo se ha conquistado. Andy Warhol y su transgresora Blue Movie (1969) deben sentir que el camino cruzado, lleno de crucifixiones, no ha sido del todo en vano.
Publicado en la revista Arcadia no. 10 (Bogotá, julio/2006), pág. 28
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