No estamos hablando de tenis: Desafiantes, de Luca Guadagnino
Desafiantes (Challengers, 2024), el decimotercer largometraje –entre ficciones y documentales- del siciliano Luca Guadagnino, utiliza el tenis como disculpa válida para hablar sobre el competir, sobre el deseo de ganarle a otro en algún ámbito, en este caso obtener el amor de una mujer. La historia en sí no es muy original: dos amigos de toda la vida, tenistas ambos, conocen en la parte final de su adolescencia a una mujer de la que ambos se enamoran y que los dos desean. Competirán a lo largo de trece años por ella, pese a que uno de ellos la desposó ya. Sin embargo, hay mucho de ambición, tensión sexual y deseo implícito en cada uno, como para decir que un matrimonio acabó con las posibilidades del otro. Su rivalidad por ella –una ex tenista llamada Tashi- termina trasladándose a las canchas de tenis, a la final de un torneo del ATP Challenger Tour norteamericano.
Sería igual que fuese un duelo a espadas entre caballeros cruzados o un juego de esgrima a mediados del siglo XX, lo que está en juego no es el triunfo puntual en sí, sino el demostrar quien merece los favores de esta mujer, que no es en este caso una princesa prisionera en un castillo ni una dubitativa damsel in distress, sino una ex deportista tremendamente competitiva y exigente consigo misma y con los hombres que se la disputan. No va a aceptar pasividad, falta de ambición o de sed de triunfo. Ella exige pasión. Tashi (interpretada por Zendaya, también coproductora del filme), es el eje a cuyo alrededor se mueven Art (Mike Faist) y Patrick (Josh O’Connor), dos hombres que se la han pasado disputándosela (y alternándosela), a sabiendas que es ella la que controla por completo todo este juego de seducción. Ellos dos son sus marionetas y en el fondo lo saben. No luchan contra eso, Tashi es irresistible para ellos. Su obsesión (que la película explora en detalle) no les hace ver la manipulación a la que están sometidos.
Lo novedoso del enfoque de Desafiantes no es exactamente el drama, sino la forma en que está contado. Utilizar flashbacks es algo usual en el cine, y aquí se usa (y quizá se abusa) para complejizar el relato, que contado cronológicamente hubiese resultado simple. No es entonces a los flashbacks a lo que me refiero, sino al modo en que está escenificado el partido de tenis que Art y Patrick disputan y que es el juego al que la narración va y vuelve una y otra vez en el tiempo. El tenis que vemos en las trasmisiones de televisión tiene un formato al que ya estamos acostumbrados, sencillo desde lo visual y que se puede tornar monótono, pese a la emotividad implícita del juego. Luca Guadagnino quería darnos una experiencia completamente diferente, cinética, visceral, muy in-your-face para deleite del espectador. Y lo logra gracias a un montaje sincopado, muy veloz y que cambia de ángulo (incluso toma el punto de vista de la pelota) a cada momento. A esto le añade la música electrónica de Trent Reznor y Atticus Ross y lo que sale de ahí es un show visual que genera adrenalina pura de lo perfectamente manejado que está. ¿Escucharon a Caetano Veloso cantando “Pecado” en la banda sonora? Acá la canción por sí misma revela lo que hay en el alma de Tashi, algo que quienes no hablen castellano no van a entender. Así de bien diseñada está la banda sonora.
Recuerdo el manierista cinéma du look francés de los años ochenta al pensar en Desafiantes, más estilo que sustancia dramática, pero me pongo esta vez de lado de los emocionados ante el vértigo visual de este filme y a la química sexual de los protagonistas, que tensa de deseo cada encuentro entre ellos y evita clichés a los que parecía inevitablemente condenada. La exhibición física de los tres cuerpos (incluso de sus lesiones y magulladuras) se emparenta –y no es herejía- con el cine corporal, ese que nos hace tan conscientes de nuestro ser desde lo anatómico, desde el dolor, desde lo que excretamos y secretamos, desde lo que nos genera otro cuerpo. Desafiantes es una película física y que se atreve a ser adulta desde lo sensual, algo que el cine de hoy parece tener voluntariamente abolido por un puritanismo que hemos normalizado. Luca Guadagnino no teme a los cuerpos ni a su efecto, por el contrario, se deleita en ellos.
Una pregunta recurrente de los protagonistas de Desafiantes es si aún están hablando de tenis o no. La respuesta más frecuente es que sí, que ese es el tema del que están hablando. Creo que muchas veces no están hablando del deporte que practican, sino de lo que este les genera en sus vidas: pasión, emoción, competitividad, dolor, sed, impotencia, celos. Todo eso logró trasmitirlo esta película desde la pantalla de cine. La experiencia sensorial no deja a nadie indiferente.
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