Despojos mortales: Nightmare Alley, de Edmund Goulding

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“El film noir, en breve, fue un teatro subterráneo donde los norteamericanos ponían en escena las más urgentes preocupaciones de una sociedad en transición”
-Mark Osteen

La primera vez que vemos a Stan, en medio del alegre bullicio de un carnaval de atracciones, parece uno más del público. La cámara se detiene en él, que parece observar con detenimiento a la gente. Ahora creemos que Stan es en realidad un carterista, alguien que va a aprovechar un descuido para robar a alguien. Pero hemos sido engañados de nuevo. Stan hace parte de la feria, es el ayudante (y cómplice) de Zeena, la mentalista. Así empieza Nightmare Alley (1947): engatusándonos. Esa será la vocación de este potente ejemplo del film noir. Pero no lo hará exactamente con el público, sino con todos los personajes de su diégesis.   

Nightmare Alley (1947)

El talento es el mejor ingrediente para el éxito, como el film noir lo hace patente una y otra vez. Si un proyecto contaba con una fuente literaria adecuada, una gran adaptación a cargo de un guionista experimentado, la vinculación de un grupo de estrellas acostumbradas al género, un director en estado de gracia y un cinematografista dotado que creara la atmosfera necesaria, era probable que esa combinación se convirtiera en una gran película. Nightmare Alley conjuga muchos de esos elementos: la novela del mismo nombre de William Lindsay Gresham publicada en 1946, el guion de un veterano como Jules Furthman, el compromiso de Tyrone Power en el rol protagónico, la dirección del londinense Edmund Goulding y la fotografía del maestro Lee Garmes. La alquimia funcionó en esta ocasión y el resultado aún reluce.

Nightmare Alley (1947)

Que reluzca un film noir no quiere decir que brille luminoso y optimista. Por el contrario, el de Nightmare Alley es uno de los relatos de ambición y codicia más extremos del género, con un protagonista que es un avivato inescrupuloso y egoísta, un trepador social de la peor calaña, que se mueve en un mundo de seres como él, prestos al engaño, al truco, a lucrarse de la ingenuidad de los demás. Stanton Carlisle (interpretado por Tyrone Power), es un ayudante de feria lleno de malsana ambición, que cuando ve la oportunidad de tener su propio show no duda en traicionar y abandonar a los que lo han ayudado, con tal de cumplir su sueño de fama y fortuna. Sin duda es el sueño americano individualista, pero es también una senda de corrupción y enajenación de sus valores que él está dispuesto voluntariamente a recorrer.

Nightmare Alley (1947)

Esta es una película sobre el arte de engañar, de hacerle creer a los demás que lo que ven y oyen es cierto, que alguien es capaz de sondear en el pasado ajeno y visualizar el futuro de alguien más; de confiar en la credulidad del otro, en su susceptibilidad para ser convencido  y cautivado por palabras seductoras y por trucos de circo de efectividad muchas veces probada. Parece estar en nuestra naturaleza ese deseo por creer en lo sobrenatural sin que medie más explicación, y sin que nadie sea capaz de disuadirnos de que estamos siendo engañados.  Stan trabaja en una feria ambulante y ve ahí a los incautos maravillándose por cosas que él sabe que son puro humo. Él se siente superior, se siente “parte” del negocio y quiere lucrarse de él para su propio beneficio. Solo le falta que los astros se alineen. Y van a hacerlo.

Nightmare Alley (1947)

Nightmare Alley tiene tres partes claramente diferenciadas, la primera es la del aprendizaje de Stan (es muy logrado el hecho de que se nos ahorren explicaciones sobre su llegada a la feria), la segunda es la de su ascenso, cuando ve que puede aprovecharse de incautos de mayor alto vuelo económico. Se va a meter en terrenos movedizos, seguro de su confianza y de la confiabilidad de sus trucos. No vislumbra la posibilidad de que haya alguien que sea tan astuto como él o más todavía. No conoce las reglas del noir y olvidó que acá siempre en este tipo de películas hay una femme fatale dispuesta a hacer resbalar al más engreído y dejarle su autoestima en el lugar adecuado, lo que nos lleva a la tercera parte del filme, a su epilogo.

Nightmare Alley (1947)

No quiero revelar detalles argumentales claves, pero estas tres partes funcionan como un círculo, y toda la película realmente gira sobre sí misma. Ignoro qué tan fiel al libro de  William Lindsay Gresham es la adaptación que hizo Jules Furthman (por lo menos sé que difieren en el final), pero hay en el filme un monólogo del esposo de Zeena, un alcohólico llamado Pete, en el que evocando su glorioso pasado en el vodevil, está “prediciendo” el destino de Stan. Todo el argumento de Nightmare Alley está depositado en esas palabras, simplemente es que a esas alturas del metraje aún no lo sabemos. Pero si esta película trata sobre supuestos clarividentes, entonces Pete está haciendo honor a esa premisa, con la diferencia de que en sus palabras está, a la luz del sol, la verdad, el vocablo más ausente de este filme. Así no lo vea, Stan va a convertirse en Pete, con la diferencia de que no cuenta con una Zeena para salvarlo. La suya va a ser una caída libre.

Nightmare Alley (1947)

Acá debo introducir un elemento que puede causar curiosidad y extrañeza entre el espectador: el del geek como atracción de feria. Se trataba de un show que representaba lo más bajo de la “cadena alimenticia” del espectáculo y habitualmente era protagonizado por un alcohólico y/o un drogadicto irredento que accedía a hacer las veces de salvaje infrahumano enjaulado que degollaba gallinas vivas y bebía su sangre, para disfrute (¿?) del público que pagaba por verlo. ¿La recompensa del geek? Un techo y más alcohol o drogas que sostuvieran su adicción. No había dignidad alguna en él, ni en aquellos que lo contrataban. Era algo degradante, pero absolutamente rentable. Para algunos artistas del espectáculo, hacer parte de un carnaval que incluyera un geek era motivo de bochorno. Sin embargo, el geek era como un imán para el público, pues a diferencia de freaks circenses con deformidades físicas, esta era una persona “normal”, con la que podían identificarse, y no solo eso: estaba latente la posibilidad de volverse uno de ellos. En Nightmare Alley la idea del geek es central a la trama. Stan se siente atraído por este personaje entre trágico y patético, y se pregunta si se nace así o cómo es que se llega a caer tan bajo. La película se encargara de responderle.

Nightmare Alley (1947)

La novela Nightmare Alley fue el primer libro de William Lindsay Gresham y sin duda el mayor éxito literario de su breve trayectoria. Se suicidó en 1962, a los 53 años de edad. Fue el comediante y animador George Jessel, obrando como productor en la Twentieth Century-Fox, la que llevó la novela ante el jefe del estudio, Darryl F. Zanuck, sin siquiera haberla leído. A este le desagradó el material, pero Jessel y el actor Tyrone Power se encargaron de disuadirlo y de que pagara cincuenta mil dólares por los derechos de la adaptación, encargada a Jules Furthman, un veterano del cine de Hawks y von Sternberg. Power –buscando zafarse de su imagen de impoluto galán de filmes de aventuras-  logró que al proyecto se vinculara al director inglés Edmund Goulding, con quien venía de trabajar en El filo de la navaja (The Razor’s Edge, 1946). De la hermosa fotografía –expresionista, de humo y sombras nocturnas- se encargaría Lee Garmes. Pese a las protestas de Power y de Furthman,  Zanuck ordenó cambiar el final por uno donde se asomara la redención del protagonista, buscando que el público promedio no encontrara tan pesimista este relato. Pese a eso (o quizá debido a eso) la película fracasó en la taquilla, solo estuvo en cartelera dos semanas  y fue el inicio del declive de la carrera del director Goulding. Nightmare Alley se convirtió en un filme difícil de ver, pues una disputa legal entre Jessel y la Fox solo permitió que se editara en video doméstico en 2005.

Nightmare Alley (1947)

La dificultad para verla no implica que por eso se vuelva una película de culto. Esta lo es, pero por la perfecta creación de una atmósfera de desolación y de falta de fe en la compasión humana. Este relato no deja prisioneros detrás, aniquila cualquier posibilidad de una expresión genuina de afecto, de solidaridad, de empatía: solo quedan los despojos mortales Todos acá buscan escapar por sí mismos de la jaula en la que están, no importa si para ello deben atropellar los valores, los sentimientos y la vida misma de los demás. ¿Jaula? Claro que sí. Les fascina el geek simplemente porque en él y en su falta de humanidad se reflejan.  

©Todos los textos de www.tiempodecine.co  son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine     

      

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