El ajedrecista en la sombra: Lincoln, de Steven Spielberg

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Me convencen y me complacen las virtudes de Steven Spielberg como narrador. Sus películas son siempre relatos efectivos, que disimulan la falta de profundidad de sus personajes y la obviedad de sus motivaciones, gracias a la fuerza con la que están contados. Spielberg apela a los sentimientos como herramienta, y en eso no falla jamás.

Con una película de corte histórico y patriótico como Lincoln (2012) no parecían haber muchos retos: una vida profundamente admirada, un gobierno debatiéndose en la Guerra de Secesión, una muerte trágica. La inclusión de Daniel Day-Lewis como protagonista era solo una feliz decisión que añadía esplendor a una película destinada al éxito.

Pero Spielberg decidió tomar un camino más arriesgado y mostrarnos solamente un episodio de la vida de Abraham Lincoln, el concerniente a la táctica política que llevó a la propuesta y posterior aprobación de la decimotercera enmienda de la Constitución de los Estado Unidos, que abolía la esclavitud. Así que en vez de grandes batallas y emotivos discursos, lo que vemos son una serie de diálogos y conversaciones entre el presidente, su equipo de gobierno y los congresistas que había que convencer para que la enmienda fuera aprobada.

Lo que podrían ser verbosas sesiones de abierto cabildeo (que nos demuestran que las mañas de la política son universales e inveteradas) se convierten gracias al guión de Tony Kushner –que ya había trabajado con Spielberg en Munich (2005)- en la detallada descripción de una estrategia política de alto vuelo, un juego de ajedrez donde cada jugada es meditada durante largo rato, consciente el ajedrecista que no hay margen de error. Pero ese hábil jugador es el presidente del país y no puede directamente influir sobre las decisiones legislativas. Es el ajedrecista en la sombra, confiado en que sus heraldos cumplan sus órdenes. Él mientras tanto espera en su hogar, en silencio, casi como si no le importara la maquinaria política que ha puesto a girar. Pero ese estratega tiene miedo. Sabe que hay mucha sangre y mucho dolor en juego.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 31/01/13). Pág. 20
©Casa Editorial El Tiempo, 2013

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