El amor después del amor: Bang Gang: una moderna historia de amor, de Eva Husson
At present tense has no time behind
Oh don’t fall for the same whole life
-Hall & Oates, Method of Modern Love
Un muchacho en calzoncillos, llamado Alex, deambula por su casa donde en esos momentos se desarrolla una fiesta con un grupo pequeño de sus amigos. Él estaba en el segundo piso, a punto de tener sexo con Laetitia, una joven aún virgen. Alex busca un condón, pero no lo encuentra entre quienes averigua.
Cuando volvemos a verlo está teniendo sexo con la mujer, que le pregunta:
-¿Qué quieres decir con que no pudiste encontrar un condón?
-Nadie tenía uno. Pero no te preocupes, no somos una población de alto riesgo –le responde él, mientras sigue penetrándola.
Quiero pensar que esta última línea de diálogo no es una ironía de parte de la directora y guionista de Bang Gang: una moderna historia de amor (Bang Gang (une histoire d’amour moderne), 2015), la francesa Eva Husson, y que Alex –a quien hemos visto previamente engarzado en relaciones sexuales promiscuas, consumiendo alcohol y fumando hierba- cree de veras que él y sus amigos son una “población de bajo riesgo” para una enfermedad de transmisión sexual, y que su razonamiento responde a una absoluta falta de reflexión sobre sus actos, que él no ve como excesivos o negativos, sino como completamente ajustados a lo que su cuerpo y sus impulsos sexuales le demandan. No hay ningún momento de autocrítica ni en él ni en sus amigos, amigas y amantes: la propia Laetitia no ve inconveniente en entregarle su cuerpo a sabiendas que no hay un condón que la proteja y que ella está enterada de las actividades de Alex.
Semejante actitud de los protagonistas acerca mucho este filme a Kids (1995), de Larry Clark, otra crónica en clave de despreocupación acerca de cómo la juventud vive ahora su sexualidad, como si esta fuera un objeto más de sus vidas que pueden apostar, permutar, ceder y desechar. La búsqueda del placer y de la satisfacción inmediata –la marca de nuestros días- tiene en Bang Gang una representación verista y explicita que seguramente escandalizó a muchos, pero que no por ello deja de ser un testimonio tan válido como descarnado de las vivencias de los jóvenes de hoy, una generación narcisista y egoísta cuyos integrantes dependen de la aprobación (los “likes”) de sus pares en las redes sociales para sentir que de verdad existen.
Buena parte del metraje del filme de Eva Husson es expositivo: relaciones sexuales en pareja o grupales, orgías, sexo casual, juegos sexuales… nada filtrado por un sentimiento auténtico. Todo es un juego, diríamos una competencia por ser la chica más popular (sexualmente hablando), por ser el hombre más conquistador, por anexar un nuevo nombre al listado de personas con las que se ha tenido sexo. La ausencia de figuras paterna y materna es evidente y uno por momentos olvida que deberían estar ahí, pero son ante todo una sombra borrosa. Además estos jóvenes están tan obnubilados consigo mismo que difícilmente podrían atender las sugerencias y consejos de una autoridad. El filme por eso no puede ser reflexivo: ellos carecen de introspección alguna. Son un hervidero de sensaciones.
Pero tanto acá, como en Kids o en 120 latidos por minuto (120 battements par minute, 2017), la fiesta llega algún día a su fin. “Sentí que experimenté de primera mano la implosión de un sistema inestable, mucho más grande que la suma de nosotros mismos”, dice en off Gabriel, el más retraído de los protagonistas de Bang Gang y ese sistema inestable algún día se choca de frente contra la realidad, llámese embarazo, enfermedad de transmisión sexual o Sida. Y si bien las otras dos películas mencionadas abordan las consecuencias como algo punitivo, Bang Gang no pierde nunca la línea perceptual letárgica que ha llevado. Para estos jóvenes millenials nada trasciende, nada importa. Es el amor después del amor, lo que queda cuando el afecto se agota y en las sábanas hay sudor, secreciones, vacío. Y absolutamente nada más.
©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.