El amor después del amor: Paris, distrito 13, de Jacques Audiard
¿Qué pensaría Eric Rohmer del amor tal como se concibe en estos años del siglo XXI? ¿Cómo lo hubiera llevado el al cine? En los años sesenta y setenta del siglo pasado, Rohmer fue el gran cronista de las relaciones afectivas de la juventud francesa. Su cine se nutría de esos “amores difíciles” que incluían enamoramientos a destiempo, grandes conversaciones alrededor del tema, sentimientos platónicos, amour fou (en eso Truffaut era el especialista), adioses, cartas, llamadas esperadas, anhelos, remembranzas, despecho, erotismo y, claro, sexo. Ahora esta última palabra es la primera a mencionar, reemplazando en este mundo de las relaciones afectivas de los jóvenes a cualquier noción de compromiso. Es el sexo la moneda legal, el sentimiento que valida todo lo que venga después.
No sé cómo habría hecho Rohmer una película romántica contemporánea, pero Jacques Audiard ofreció en París, distrito 13 (Les Olympiades, Paris 13e, 2021), una versión muy valedera, basándose en relatos cortos del historietista estadounidense Adrian Tomine –no son cuentos convencionales, sino cómics- y con un guion escrito a seis manos con las también directoras Céline Sciamma y Léa Mysius. Los relatos fueron Amber Sweet, Escapada a Hawái, Rubia de verano y Triunfo y tragedia, publicados en diversas antologías de Tomine, y que fueron imbricados para construir una línea narrativa prácticamente lineal, a la que se añadió un componente sexual explícito. La película no se anda con sutilezas, está dirigida a un público que está acostumbrado a relacionarse con tanta franqueza como el largometraje de Audiard exhibe.
Rodada en blanco y negro, París, distrito 13 cuenta de un triángulo amoroso donde en el centro está un hombre de raza negra, Camille (Makita Samba), un docente de literatura y candidato a un doctorado, una joven de origen chino, Emily (Lucie Zhang) y una treintañera estudiante de derecho y que llega a la capital procedente de Burdeos, Nora (Noémie Merlant). Emily y Camille inicialmente son roommates y amantes; posteriormente, Nora va a trabajar en una agencia de bienes raíces que administra Camille, con el que terminará involucrado. Sus encuentros no son paralelos en el tiempo, y aunque eventualmente van a conocerse todos, su coincidencia no es el objetivo del relato, sino las diferentes formas de relacionamiento que se dan entre ellos mismos y con otras personas a su alrededor.
“Coger primero, ver después”, es el lema de Emily, subvirtiendo el convencional trayecto amoroso de atracción, seducción, romance, erotismo y sexo. Ahora a la atracción física (ejemplificada en las Apps de citas que Emily utiliza) le sigue el deseo sexual de inmediata satisfacción, que se constituye en el mejor de los analgésicos y de los psicotrópicos, para esta joven decepcionada de su vida laboral en call center y luego en un restaurante. “Canalizo la frustración profesional en una intensa actividad sexual”, responde Camille cuando Emily le pregunta por su vida amorosa. Ambos piensan igual, por ende las cosas funcionan. Lo que no puede aparecer es el amor, el compromiso, la sensación de pertenencia. Ante cualquier manifestación semejante hay que huir.
Pero como no todo es generalizable, entra Nora en escena, toda ingenuidad, inseguridad sexual (pese a lo bella), malas experiencias, desconfianza. Ella representa el ideal romántico en desuso que quiere ajustarse –sin lograrlo- a esta nueva sensibilidad, donde lo que priman son las sensaciones y no el diálogo, el antiguo intercambio de ideas que lleve a una fusión de almas antes que a la de los cuerpos. Este es el personaje más complejo de los tres, porque pese a sus heridas quiere encajar –Camille parece brindarle la confianza necesaria- pero no quiere ser usada y desechada, no quiere ser una más de “el conteo de cuerpos” (el body count parece ser el parámetro de moda para medir la popularidad), ella quiere significar algo real para alguien, así sienta que está en contra de su propia naturaleza. Junto a ella aparece otro personaje, una mujer que no tiene que ver con Emily ni con Camille, pero que pese a estar en las antípodas de lo que para Nora es el sexo, resulta –paradójicamente- ser un bálsamo de intimidad y sentimientos reales para ella.
En entrevista con Andrea Bermejo para Cinemania, el director Jacques Audiard mencionaba: “Yo me pregunto lo siguiente: si usas una app para ligar, quedas con alguien y te acuestas con él en la primera noche, ¿es posible seguir hablando de un discurso amoroso? ¿Qué forma tiene este discurso amoroso? ¿Cuándo se da? Yo creo que sí sigue existiendo” (1). Audiard reconoce y da por válidas las nuevas formas –instantáneas, fugaces, online- de relacionarse, pero no siente que esto vaya a acabar con el compromiso, con las ganas de aferrarse tarde o temprano con alguien, pese a los riesgos implícitos, pues al final de tanto ir y venir de cama en cama lo que queda es el vacío. Y a eso todos le tememos, como lo tiene claro Audiard desde Lee mis labios (Sur mes lèvres, 2001). Por eso París, distrito 13 resulta al final más romántica y menos acérbica de lo que uno piensa, pero es que al corazón realmente nadie lo entiende.
Cita:
1. Andrea G. Bermejo, Entrevista – Jacques Audiard “Si usas una app para ligar, quedas con alguien y os acostáis en la primera noche, ¿es posible seguir hablando de un discurso amoroso?”, página web: https://www.20minutos.es/cinemania/, 07/04/22
Disponible online en:
https://www.20minutos.es/cinemania/noticias/jacques-audiard-entrevista-paris-distrito-13-4981748/
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