El aprendiz, de Ali Abbasi
En entrevista para The Rona Barrett Show, grabada el 6 de octubre de 1980, Donald Trump, en ese entonces de 34 años, es interrogado por la anfitriona del programa: -“¿Le gusta tener la piel dura? ¿Usted cree que uno tiene que tener un instinto asesino para ser exitoso?”. Y él responde: -“Yo creo que uno tiene que tener un poco… tenerlo en gran medida, yo creo que uno tiene que tener al menos un instinto ganador. Pienso que el mundo está hecho de gente con o sin instintos asesinos. (…) Y la gente que parece emerger es aquella que es competitiva y motivada y con cierto instinto para triunfar”. Esos “instintos asesinos” de Trump no hicieron sino crecer con los años y llevarlo a las posiciones financieras y políticas que ha alcanzado. ¿Siempre fue así? o ¿Alguna vez fue un novato en esas lides?
La biopic El aprendiz (The Apprentice, 2024), del director iraní-danés Ali Abbasi trae en el titulo la respuesta a ese par de preguntas, mostrándonos a un joven Donald Trump que alrededor de 1976 tiene a su cargo la administración de los negocios inmobiliarios de su padre y afronta una demanda gubernamental por discriminación que amenaza poner en bancarrota a la Trump Organization. Sin embargo, en un club privado conoce al abogado republicano Roy Cohn, un hombre de gran poder e influencia política dentro del sector republicano, que va a acogerlo. Bajo su tutelaje Donald Trump aprenderá las tácticas sucias para prosperar en un medio donde los golpes bajos son la norma. Cohn (magníficamente interpretado por Jeremy Strong) tiene tres reglas que rigen su accionar ganador como abogado: atacar, atacar, atacar; no admitir nada, negarlo todo; y nunca aceptar una derrota, siempre declarar victoria. Lo veremos aplicar estas normas con absolutamente sangre fría como abogado y consejero de un novato Trump (al que da vida Sebastian Stan), que mira sorprendido como funcionan tan maquiavélicas maniobras, absolutamente corruptas. Como puede desprenderse del accionar político contemporáneo de Trump, se ve que fue un excelente aprendiz y que hizo suyas esas reglas.
La película, construida episódicamente, se centra en la visión de Trump frente a la prosperidad inmobiliaria de una Nueva York que en la segunda mitad de los años setenta estaba en una profunda crisis social y que él pretendía rescatar con sus proyectos. Roy Cohn fue clave en el éxito de los mismos y a él le debe que el gobierno local “relajara” las imposiciones tributarias que estos generaban. Otro sueño de Trump fue conquistar a una modelo de origen checo, Ivana Zelníčková, con la que se casó en 1977, no sin antes firmar un acuerdo prenupcial arreglado por Cohn. Como se ve el influjo del abogado –un hombre extravagante, proclive al escandalo y que siempre negó una evidente homosexualidad- ocupaba todas las esferas. El aprendiz ofrece la perspectiva iniciática de un hombre que no se construyó solo, pero es fácil suponer que el Trump no reconocería tal influjo.
El guionista del filme, Gabriel Sherman, es un periodista –Vanity Fair, New York magazine– y escritor –“The Loudest Voice in the Room”, la biografía de Roger Ailes- que ha cubierto durante años la carrera de Trump. Desde 2017 tuvo la idea de escribir un guion sobre sus años “formativos”, intentando explicar las raíces de su ideario político. Se documentó en hechos ya explicados en biografías, en declaraciones en juicios, en entrevistas… tenía la necesidad de “blindar” su guion de los muy probables ataques de Trump, lo que incluyó que fuera un director extranjero el que dirigiera la película. El iraní Ali Abbasi –Border, Holy Spider– aceptó el encargo, mientras que la financiación vino de una fuente inesperada: el productor Mark Rapaport, suegro del billonario republicano Dan Snyder, un aportante a la campaña de Trump. Snyder financiaba también la compañía fílmica de su yerno, Kinematics, muy probablemente sin saber el tipo de películas que este pretendía producir.
El filme se rodó en Toronto entre noviembre de 2023 y enero de 2024, y Rapaport solicitó que estuviera listo para estrenarse en Cannes en mayo, aunque las intenciones originales de Abassi era presentarlo en Venecia. La película entró en la competencia oficial por la Palma de oro, pero tras su exhibición nadie quiso comprarla para su distribución en Estados Unidos. Los que si llamaron y escribieron fueron los abogados y representantes de Trump, amenazando con demandas si acaso la película se presentaba en Estados Unidos. Pese a eso, Tom Ortenberg de Briarcliff Entertainment se mostró interesado en correr el riesgo, pero Rapaport –cuyo suegro quedó estupefacto con lo que vio- quería esperar una mejor oferta. Por fortuna dos inversionistas, Fred Benenson y James Shani, compraron su parte y Briarcliff Entertainment pudo mostrar la película al público estadounidense.
El aprendiz es el retrato de un hombre visionario que vio oportunidades donde todos veían ruina y que asimiló rápidamente las lecciones para triunfar a toda costa, cueste lo que cueste, pasando por encima de quien sea. Eso lo convirtió en un ser inescrupuloso, egoísta, narcisista, tramposo y misógino, sin respeto alguno por la ley que dice defender. La película no es una sátira –ese era un riesgo que enfrentaba- sino la caracterización verista de un momento concreto (y quizá no muy recordado) en la vida de un hombre público que no se hizo exactamente solo. Roy Cohn no era precisamente un modelo de ser humano impoluto, sino un tiburón implacable, y Trump aprendió de él sus artes asesinas. Lo que incluía darle la espalda cuando ya no le fue útil. En la cima solo cabe uno y él lo sabe. “Ámelo u ódielo, Trump es un hombre que está seguro de lo que quiere y se propone conseguirlo, sin cortapisas”, afirma el propio Trump de sí mismo en tercera persona.
En una de las escenas de El aprendiz, cuando Trump no es aún un triunfador, vemos en una de las paredes de su cuarto un afiche de Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), la película que el político ha declarado que es su favorita. El Charles Foster Kane, que Orson Welles modeló según la figura del magnate William Randolph Hearst, fue un hombre de enorme riqueza y gran poder en los medios de comunicación, un ser que utilizó tácticas sucias para desacreditar a sus rivales y que gracias a su dinero compró consciencias y se hizo a un emporio periodístico desde el que manipulaba a su antojo la “verdad”. Sus aspiraciones políticas tardías, que él veía aseguradas, se vieron comprometidas al recibir un poco de su propia medicina. Trump es Kane, la realidad imitando al arte, la ambición que trasciende a una película y se convierte en un político real. Aunque el Ciudadano Trump ha sido un alumno aplicado en las artes de la zancadilla artera y de la trampa disimulada, quizá aún le falte, como a Kane, alguna lección por aprender.
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