El desequilibrio del azar: El buen patrón, de Fernando León de Aranoa
El buen patrón (2021), el octavo largometraje de ficción del madrileño Fernando León de Aranoa, continua la línea de cine social que este director ha hecho desde sus inicios pero, en este caso, haciendo un filme no sobre los marginados o los desempleados (a los que previamente ha descrito con afortunada sobriedad), sino sobre el poder y quienes lo detentan. Para este tema ha escogido el abordaje de la sátira, que le sienta bien a un retrato tan agridulce como certero sobre la relación obrero patronal.
Ese patrón es Julio Blanco (Javier Bardem), el dueño de Básculas Blanco, una empresa de provincia con un andamiaje industrial sólido y varias líneas de producción profesionales, que se apresta a recibir una visita de verificación para recibir un premio a la excelencia laboral concedido por el gobierno local. Como toda empresa, esta tiene también puntos débiles y León de Aranoa se centra en los personales: los empleados que protestan por un despido, los que sufren un problema sentimental que afecta su rendimiento, los que llevan secretos a cuestas, los que pretenden ponerle una trampa a Blanco. Es en ellos, como un coro alrededor de un solista, en quien el director centra su atención.
Julio Blanco los mira, los analiza y los controla con un paternalismo que en muchas ocasiones es abusivo, imponiéndoles su poder y manipulándolos a su favor. Blanco no va a dejar que nada ni nadie introduzca a su vida un factor que para él es imposible de aceptar: el del azar, el del error que escape de su vigilancia. Imperdonable en una báscula de precisión, imposible de aceptar para un hombre con una mente estratégica como la suya, donde el control de las circunstancias es su principal certeza y en el que nada puede dejarse al azar si quiere que sus planes (no necesariamente transparentes) se cumplan a cabalidad. Por eso su desasosiego cuando Miralles (Manolo Soto), su hombre de confianza, se desmorona afectivamente, cuando Liliana (Almudena Amor), una becaria de marketing, le tiende una trampa en la que él cae preso de la lujuria o cuando José (Óscar de la Fuente), un empleado despedido se niega a aceptar sus condiciones y amenaza que la empresa pierda el premio. Desde su perspectiva ese desequilibrio que ellos introducen en su vida personal y laboral es inaceptable. Por eso lo que procede es la aniquilación, la corrección del defecto por vías de hecho.
Lo que he descrito da para un drama o un thriller protagonizado por un anti héroe psicopático, pero León de Aranoa suaviza la situación mediante el esperpento, el humor satírico que al ridiculizar las situaciones las pone en su debido contexto e invita a una reflexión sobre cómo se maneja y se abusa del poder para disponer las cosas y las circunstancias siempre para beneficio de quien lo posee. En esto Blanco es un titiritero experto y tiene todas las herramientas necesarias para evitar las sorpresas -nada bienvenidas- a su existir. Por eso mismo Liliana es la única que logra salirse con la suya, porque también detenta un poder, uno que va a usar convenientemente a su favor. En esto él identifica a una rival a la que prefiere conceder una victoria. Igual, como un gato, cae al derecho, sin hacerse casi ningún daño.
El filme –que resultó ganador de seis premios Goya, incluyendo mejor película, director, actor y guion original- tiene una estructura muy cerrada, consecuente con un protagonista que no puede dejar nada al desequilibrio del azar, y eso lo convierte en un relato guion-dependiente, lleno de giros que van a permitir que las cosas se muevan a favor y que la impunidad –he ahí la palabra exacta- cubra con su manto de silencio los actos de este buen patrón, digno representante de lo mejor de la sociedad.
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