Gente temerosa de Dios: El callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro

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Entre vendedores de ilusiones y timadores profesionales transcurre El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021), una nueva mirada a la novela de William Lindsay Gresham que ya Edmund Goulding había llevado al cine en 1947, con una versión que contó con un guion exquisito de Jules Furthman. Ahora Guillermo del Toro –un director con una mirada autoral completamente definida- se apropia de ese material y lo hace suyo. Esto marca completamente la diferencia: no es que la película actual sea mejor por poder ser más explícita que la de Goulding -eso por sí solo no es una cualidad- lo importante es que la versión de del Toro tiene la autenticidad del realizador que ha hecho de lo freak su credo visual y temático, y que encontró en esta novela, publicada en la postguerra inmediata, algo del tamaño de su ambición y de su creatividad.

El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021)

El director de El laberinto del fauno (2006) no debe recurrir en esta ocasión a la creación de criaturas fantásticas: le basta con describir los demonios interiores del ser humano para sacar de ahí monstruos capaces de lo más abyecto. Los protagonistas de El callejón de las almas perdidas son seres que viven de explotar (tanto en el sentido de aprovecharse, como del de hacer estallar) las ilusiones de los demás, en una época donde se necesitaba precisamente poder confiar en algo o en alguien: la película empieza en los albores de la Segunda Guerra Mundial, donde la incertidumbre era lo único de lo que podían tener certeza.

El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021)

Nada mejor que una feria ambulante para catalizar ese ánimo escapista y esa necesidad de querer encontrar respuestas a las angustias colectivas e individuales entre lo sobrenatural. Mentalistas, adivinos, lectores del tarot y de la fortuna, mezclados con toda serie de rarezas de la naturaleza… la combinación perfecta que alimentaba la curiosidad y el morbo de los asistentes a esas atracciones populares, dispuestos a dejarse seducir y engañar por unos pocos centavos. Se vale también sentirse aliviado de no ser uno de esos geeks, a medio camino entre el hombre y la bestia, que han perdido su dignidad entre el alcohol y el opio, y ahora son esclavos del dueño de la feria, que los expone sin piedad ante los ojos de aquellos dispuestos a ver qué tan bajo puede caer alguien.

El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021)

A la feria llega Stanton (Bradley Cooper) con ganas de empezar de nuevo y dejar el pasado atrás. Un empleo –el que sea- en un sitio ambulante y que por ende no se detiene mucho tiempo en ningún lado, que no tiene raíces ni nostalgia, es lo que él necesita y obtiene. Va a enterarse de muchos secretos del negocio, va a aprender el reverso del truco, la maquinaria que hace de la estafa a los incautos su motor. Es joven, es seductor, convence con su palabra y con la aparente honestidad verbal que todo político quisiera exhibir. Pero pocos con la ambición de Stanton, pocos con su sed de grandeza y poder. Es un alumno juicioso y cuando cree que ya domina las leyes del engaño se marcha a la gran ciudad, para cazar incautos de mayor envergadura. La segunda parte del filme lo verá convertido en alguien de la altura de su codicia. O eso cree él. ¿Será que solo él es capaz de engañar a los demás? ¿Será que no hay alguien tan o más astuto que él?

El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021)

El callejón de las almas perdidas es una película inquietante. Su protagonista es un estafador y alrededor suyo solo hay u otros estafadores o estafados. Nadie es feliz en este universo sombrío donde solo hay apariencias, donde nada es real, ni nadie dice la verdad. Oímos lo que queremos oír, vemos lo que queremos ver, sentimos lo que queremos sentir. Stanton y sus colegas (de la feria y otros ámbitos más sofisticados) se aprovechan de esas flaquezas y sacan partido, sin escrúpulo alguno. Tienen a la capacidad de manipulación del otro como fin último, pues nunca los vemos disfrutar de las ganancias de ese engaño. No tienen consciencia de sus actos, no saben del daño que pueden causar alimentando una ilusión, inventando una redención, vendiendo un paraíso que no existe. Tampoco saben las consecuencias que pueden traerles el jugar con esos sentimientos y esas desdichas: Stanton y su némesis (Cate Blanchett) reflejan una ruina moral que lo relativizó todo. No temen a Dios y por ende no temen representarlo. Y cruzan ciertas líneas que no deben ser cruzadas. Ya en ese momento no hay vuelta atrás y solo sobrevivirán los más fuertes, sagaces y taimados. Y Stanton es, en el fondo, solo un campesino sin los dientes torcidos.

El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021)

¿Una película solo de antihéroes? ¿Una película sin un rol positivo? ¿Una película donde nadie siente compasión por el otro? ¿Una película punitiva? Todo eso es El callejón de las almas perdidas, un filme pesimista y aleccionador, que nos desnuda y nos hace mirar hacia el fondo del pozo donde hay un geek obnubilado. Uno que sospechosamente se parece a cada uno de nosotros.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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