El héroe imposible: El caso de Richard Jewell, de Clint Eastwood
A los héroes locales o cuasi anónimos que Clint viene relatándonos en el más reciente trecho de su filmografía –El francotirador Chris Kyle, el piloto Chesley ‘Sully’ Sullenberger, los tres jóvenes norteamericanos de 15:17 tren a París (2018) o el octogenario traficante de La mula (2018)– hay que sumar ahora a un hombre cuya historia y sus características personales lo hacían un improbable sujeto a quien dedicarle una película. Richard Jewell fue un agente de seguridad de una empresa privada que durante los juegos olímpicos de Atlanta 1996 detectó un morral sospechoso y evitó, al dar alarma, una tragedia de proporciones mayores.
Jewell (interpretado con lujo de detalles por Paul Walter Hauser) fue un sureño obsesionado por la ley y el orden, que siempre quiso ser parte de la fuerza policial estadounidense, pero que nunca lograba ir más allá de ser un guarda de seguridad o un alguacil asistente. Problemas de personalidad, algún rasgo obsesivo compulsivo, exceso de celo en sus labores y el sobrepeso, hicieron de él siempre un hombre con más aspiraciones que logros. Vivía con su madre y era un hombre introvertido y pocas veces tomado en cuenta. De repente, gracias al hallazgo que hizo, se convirtió en un héroe que aparecía en la televisión y en las noticias, pero esa fama inesperada duró poco. Pasar de héroe a villano fue cosa instantánea.
Valoro el riesgo que tomó Clint Eastwood al volver los ojos sobre la historia de Richard Jewell, pues un protagonista menos atractivo desde lo cinematográfico era difícil de encontrar, pero lo que no me convence en este filme es la caracterización que de Jewell, su abogado, un agente del FBI y una periodista de un periódico local de Atlanta, se hizo. Todos o son un cliché ambulante o son una caricatura descarada. El único personaje real de este relato es la madre de Richard, Bobi Jewell, interpretada por Kathy Bates. ¿Qué fue del Clint Eastwood de Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995) o de Río místico (Mystic River, 2003)? Esos retratos humanos desaparecieron de su cine, quizá consumidos por la inmediatez de querer hacer películas una tras otra sin estudiar bien los proyectos.
Pero lo preocupante acá es que ese desinterés por los personajes obedece a que son simplemente medios para desplegar un mensaje político republicano: el hombre decente perseguido por los “excesos” y la ”intromisión” de la justicia y por la sed de noticias de los medios de comunicación, capaces de crucificar a quien sea. Por eso los dardos más protuberantes y más obtusos caen sobre el agente del FBI que investiga el caso, Tom Shaw (nadie menos que Jon Hamm), y sobre una periodista del Atlanta Journal-Constitution, Kathy Scruggs (Olivia Wilde, convertida en una arpía destilando feromonas). En una escena se aprecia que hay planteado un intercambio de favores sexuales por la noticia de la investigación sobre Jewell, algo que ha ofendido al periódico donde ella trabajaba, por considerar que la película ofrece un estereotipo de periodista femenino que es completamente falso. La Kathy Scruggs real falleció en 2001, a los 42 años de edad.
Pese a la forma tan carismática en la que el actor Paul Walter Hauser interpreta a Richard Jewell, sus comentarios, sus actitudes ingenuas y su forma de pensar sirven en la película para mofarse de él y tratarlo con bochornosa condescendencia, mientras que su abogado defensor, interpretado por Sam Rockwell, parece un oportunista a punto de traicionarlo. Es más, es la propia película la que siempre parece a punto de traicionarlo, dejando a su suerte a un personaje que ante todo fue una víctima, no solo de la historia reciente de su país, sino también de las intenciones de Clint Eastwood como realizador.
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