El conde de Montecristo, de Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière
La novela El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, no solo es un referente de la literatura francesa del siglo XIX: las características de su narración la hacen perfecta como fuente recurrente de adaptaciones cinematográficas y televisivas. Sin pretender ser exhaustivo, Hollywood la convirtió en película ya dos veces (1934 y 2002), y además hay versiones mexicanas y argentinas, telefilmes, miniseries en Europa y Estados Unidos y, por supuesto, telenovelas en prácticamente todos los países latinoamericanos. La historia de Edmundo Dantès es perfecta como relato de lucha de clases, celos, resiliencia, superación personal, individualismo y, sobre todo, venganza a toda costa, con el trasfondo de las monarquías de Carlos X y luego Luis Felipe I en Francia.
No sé si en Francia se ha hecho previamente alguna adaptación de esta envergadura, pero la que nos ofrecen el dúo de directores y guionistas franceses Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière es un espectáculo fílmico soberbio. Ambos habían adaptado previamente a Dumas, pues de ellos es el guion de Los tres mosqueteros: D’Artagnan (Les trois mousquetaires: D’Artagnan, 2023) y de Los tres mosqueteros: Milady (Les trois mousquetaires: Milady, 2023), y además ya habían codirigido Lo mejor está por llegar (Le meilleur reste à venir, 2019) y El nombre (Le prénom, 2012). El padre de Alexandre de La Patellière, Denys, fue también director de cine y en 1979 realizó una miniserie de seis capítulos sobre El conde de Montecristo para la televisión francesa, y aunque Alexandre era un niño (nació en 1971) presenció el rodaje y creció con la idea de poder hacerla él también. “Creo que en todos nuestros proyectos, sin excepción, en un momento u otro, El Conde de Montecristo surgió en nuestras conversaciones cuando estábamos escribiendo, porque abarca tantos géneros. Era LA referencia absoluta”, explica él en una entrevista para el Centre national du cinéma et de l’image animée (CNC) en junio de 2024.
Con un presupuesto de casi 43 millones de euros, El conde de Montecristo (Le Comte de Monte-Cristo, 2024) se exhibió fuera de concurso en el Festival de Cine de Cannes con extraordinario éxito, refrendado después con su estreno en Francia y en el resto del mundo, donde ha sido recibida con gran beneplácito tanto de público como de crítica. Estamos frente a un gran producto cinematográfico, extremadamente cuidado en lo formal, con un diseño de producción esplendoroso, en el que no se ha ahorrado detalle alguno para ambientar el relato de las desventuras de Edmundo Dantès (interpretado por Pierre Niney), un joven marino que parece haber encontrado simultáneamente el éxito laboral y la felicidad romántica, y que se ve repentinamente involucrado en una trama en su contra en la que están involucrados intereses sociales, políticos y económicos, todos aunados para hacer de él un chivo expiatorio perfecto del que hay que deshacerse para siempre, preso en una cárcel de ultramar de la que nunca saldrá vivo.
La narración que proponen los codirectores Delaporte y de La Patellière tiene siempre el punto de vista de Edmundo Dantès y eso hace que al centrarse en él se facilite abordar las subtramas de la novela desde su única perspectiva: la de un hombre que ha renacido de las cenizas de la hoguera donde lo supusieron muerto en vida y que ahora regresa para desquitarse quienes lo traicionaron y lo condenaron injustamente. “No soy más que el brazo armado de la fatalidad sorda y ciega”, dice Edmundo a su “ahijada” Haydée (Anamaria Vartolomei), una de jóvenes sus aliadas en su propósito vengador. El anti héroe que él representa tiene ribetes modernos, como los de algún súper héroe con pasado trágico y que como verán es fácil de evocar: es un hombre individualista e implacable, viste siempre de negro con capa y a veces capucha que oculta su rostro, es multimillonario, con todos los recursos tecnológicos de la época a su alcance, apela al disfraz, tiene un plan diseñado milimétricamente para hacer caer a sus víctimas y adopta a un joven pupilo –Andréa- al que le está enseñando las artes de hacer justicia por mano propia, tal como a Haydée. En el subconsciente del público Edmundo Dantès no es un personaje literario del siglo XIX, es un hombre contemporáneo con un enorme dolor a cuestas y que solo intentará tener paz cuando aquellos que lo hicieron sufrir tomen de su propia medicina.
El conde de Montecristo está estructurada como una película de aventuras que no admite tregua alguna: con un metraje de 178 minutos no puede darse el lujo de tener puntos muertos, es por eso que gracias a elipsis y a flashbacks breves logra sostener un interés dramático que nunca decae. El desarrollo del plan de Edmundo Dantès se va cumpliendo paso a paso, y ver como sus antagonistas caen en las trampas que él les puso es asistir a un apasionante juego de gato y ratón que, sin embargo, en el fondo no lo deja satisfecho. Hay cosas, personas y tiempo que no van a volver, que no se van a recuperar, así todos los que le hicieron daño paguen por sus culpas. Un alma rota como la de él no se cura con nada. Él lo sabe bien.
©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.