Con la voz original: El cuarteto de Roald Dahl, de Wes Anderson

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¿Quieren leer el guion de los cuatro cortometrajes basados en cuentos de Roald Dahl que Wes Anderson realizó? Muy bien, busquen una edición de los cuentos completos de este escritor británico y encuéntrenlos. Son La maravillosa historia de Henry Sugar, El cisne, El desratizador y Veneno. Ahora por favor leánlos. Encontrarán que el texto es exactamente igual a los parlamentos que aparecen en el filme. La voz de Roald Dahl quedó intacta. “Henry Sugar tenía cuarenta y un años y era soltero. También era rico. Era rico porque había tenido un padre rico que ya había muerto. Era soltero porque era demasiado egoísta para compartir su dinero con una esposa”. Nos dice el cuento. ¿Les suena conocido, verdad? Y los es porque Wes Anderson pone en boca de Ralph Fiennes –que interpreta a Dahl- estas palabras para introducirnos a La maravillosa historia de Henry Sugar. El narrador va a cambiar: va a ser el propio Henry, luego un médico de Calcuta, después un indio que aprendió a ver sin usar los ojos… pero no importa quien hable, las palabras siguen siendo invariablemente las de Dahl.

El cisne (The Swan, 2023)

Es más, los personajes no solo recitan los parlamentos sino que también –mirando a la cámara- nos describen las acciones que van a hacer y las palabras que van a decir ellos u otros personajes, pues los cuentos de Dahl no son libretos hechos para escenificar ante las tablas, sino narraciones descriptivas en prosa. El efecto en la pantalla de cine es teatral, obviamente, como lo es también el dispositivo formal que Anderson emplea, con paneles que se corren de un lado a otro como en un escenario y con ayudantes no diegéticos vestidos de overol y gorra que mueven objetos del decorado y le entregan utensilios a los personajes. En ocasiones, por ejemplo en El desratizador, se nos dice que vamos a ver una lata con unas hojuelas de avena envenenadas, pero en las manos del personaje no hay nada, solo simula sostenerlo; o se nos dice que está sosteniendo una rata, pero tampoco vemos nada. Lo suponemos, como lo haríamos en una producción teatral de pantomima.

El desratizador (The Rat Catcher, 2023)

Nadie confundiría una película de Wes Anderson con una reproducción verista del mundo real, por el contrario su estilo distintivo es el artificio consciente de sí mismo –tanto en lo narrativo como en lo formal- pero en este caso el efecto es más brechtiano que lo usual. Y lo es por la decisión de ceñirse estrictamente a las palabras -la voz escrita- de Roald Dahl que parece, en su precisión literaria, adaptarse por completo a la “escritura” audiovisual de Anderson. No es que al llevar a la pantalla estos cuatro cuentos el director haya revolucionado su estilo, más bien se trata de una estilización que ha exigido de él y del público una toma de consciencia frente a las posibilidades –extremas, sí; entretenidas, también- de la adaptación literaria al cine.

Veneno (Poison, 2023)

Observemos con detalle esta paradoja: mientras más se acerca Anderson a la fidelidad al texto de Dahl, más se aleja de la naturalidad cinematográfica y más se apropia de las herramientas teatrales, troupe fija incluida. Considerando que como cineasta el realismo no es lo suyo, Anderson parece ser el más indicado para rendir tributo a Dahl, de quien ya había adaptado su novela El fantástico Sr. Zorro en 2009. Hay una unidad en los cuatro cuentos que parte de la presencia de Dahl en su Gipsy House desde donde escribe, y se prolonga en la estructura formal y narrativa ya mencionadas (con grados variables de “destilación” estilística), incluye actores recurrentes a lo largo de las historias (Ralph Fiennes, Ben Kingsley, Benedict Cumberbatch, Dev Patel, Rupert Friend) y concluye con una pequeña explicación del origen del cuento.

Ralph Fiennes interpretando a Roald Dahl

La pregunta es si estos cuatro cortometrajes representan un salto de calidad en el cine de Wes Anderson o si son solo un divertimento complejo. La banalidad no es algo que uno asocie al cine de este realizador tan inteligente y por ello no tendría sentido hacer estas adaptaciones por mero capricho personal. Creo que adherirse tan estrictamente a la palabra escrita es un reto que le funciona a un director que se atreve a innovar como él, a ser audaz como él, y que se libra acá de los riesgos del estatismo teatral, convirtiendo al cuadro en un constante fluir de imágenes, decorados móviles, situaciones ágiles, descripciones estrictas, asistentes que entran y salen de escena, una cámara que se mueve lateralmente para revelar detalles ocultos, protagonistas que hablan directamente a los ojos del público y un núcleo anecdótico narrativo que va de lo lirico (El cisne), lo mágico (La maravillosa historia de Henry Sugar), el suspenso (Veneno) o el terror (El desrratizador). En últimas, convirtiéndonos en cómplices del artificio que se esconde tras bambalinas de un filme y que Anderson pone en primer plano para decirnos que detrás de una creación hay un entramado artístico que puede ser tan protagónico (o más) que lo que esta pretende contarnos.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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