El diamante de Wajda
A los 90 años falleció el pasado 9 de octubre el gran maestro del cine polaco, el director Andrzej Wajda, un hombre con una extensa y valiosa trayectoria. Pretender abarcar su obra en esta columna se antoja imposible, de ahí que he preferido hacer mención amplia a un largometraje suyo que considero imprescindible y que ejemplifica las bondades de su cine. Además sirve de invitación para acercarse a su filmografía.
En 1958 Wajda estrenó una película que era el final de su ‘trilogía’ de la guerra: se trataba de Cenizas y diamantes (Popiol i diament), basada en la novela homónima que Jerzy Andrzejewski publicara en 1948 y que se refiere a las fuerzas en tensión en Polonia al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Wajda nos traslada al 8 de mayo de 1945, día de la rendición alemana. Estamos en un pueblo de la periferia polaca que espera a un secretario del Partido Comunista que va a posesionarse. También lo esperan –para matarlo– dos miembros de la disidencia, del Ejército Territorial que combatió por la liberación del país del yugo nazi y que ahora se opone, desde la clandestinidad, a la instalación de un gobierno comunista. Uno de los sicarios se llama Maciek –interpretado por una de las estrellas más importantes y populares del momento, Zbigniew Cybulski, quien falleciera trágicamente en 1967, e inesperadamente es el protagonista de este filme.
Cybulski le presta al personaje mucho de su personalidad para convertirlo en un ambiguo héroe, apuesto, extrovertido y conquistador, y deseoso de otro tipo de vida, lejos de la violencia que ha padecido y generado. Cuando la misión que le han encomendado falla a causa de un trágico error, Maciek espera órdenes en un hotel, el Monopol, a donde va a terminar encontrándose con el funcionario a quien debía liquidar. Ahí encontrará también a Krystyna, una joven y hermosa empleada del hotel, con quien intentara empezar una relación afectiva.
El Monopol se convierte en un microcosmos de la Polonia en la posguerra. Allí en un mismo espacio confluirán los actores que representan el pasado, el presente y el futuro de esa nación. Wajda se sirve de todos para hacer un retrato inteligente, irónico y surrealista de las contradicciones que vivía una nación que había sufrido mucho dolor y que ahora intentaba volver a empezar.
En un breve paseo nocturno, Maciek y Krystyna encuentran una inscripción en una cripta. Es un poema, en uno de cuyos apartes dice: “¿Sabes, al menos, si ardiendo eres más libre o si aceleras el desastre de todo lo que fue tuyo?”. Polonia ardía, pero no sabía si entre los escombros habría solo ceniza o quizá un hermoso diamante. Wajda encontró uno: esta película lo era.
Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (Bogotá, 23/10/16), sección “debes hacer”, p. 4.
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