El hombre invisible: El mayordomo, de Lee Daniels
Hay películas que parecen definidas por sus intenciones antes que por sus resultados. Creo que es el caso de El mayordomo (The Butler, 2013), el filme de Lee Daniels inspirado en un artículo de The Washington Post publicado en el 2008 y que hacía referencia a Gene Allen, un mayordomo de raza negra que trabajó para la Casa Blanca durante más de tres décadas, entre las administraciones de Truman y Reagan.
A partir de ahí Lee Daniels y el guionista Danny Strong construyen una historia que sin duda difiere mucho de su fuente original, pero que sirve al propósito de mostrar el desarrollo de la lucha por los derechos civiles que se dio en Estados Unidos, a cuyos activistas está dedicado este filme. El mayordomo del filme se llama Cecil Gaines (el gran Forest Whitaker en una actuación muy contenida) y vamos a acompañarlo a realizar su callada labor de servicio, un discreto “hombre invisible” que es testigo de primera mano de las discusiones del Salón Oval entre el presidente de turno y sus visitantes.
La película enaltece esa labor, que habla de la capacidad de trabajo, el tacto y la compostura de un hombre que logró superar sus desventajas sociales y la discriminación racial, y dar ejemplo de nobleza y abnegación. Sin embargo su rol de mayordomo no ofrece mayor espacio para el drama y este lo encuentra Lee Daniels en el hogar de Cecil, donde su esposa insatisfecha (una magnífica Oprah Winfrey) y su enardecido hijo mayor, convertido en defensor de los derechos civiles y miembro activo del partido de las Panteras Negras, pondrán a prueba las convicciones de nuestro protagonista.
El relato no toma partido por una u otra actitud. Ambas las ve como valederas, tanto la decorosa pasividad de Cecil como la agresiva lucha de su hijo. Las dos posiciones reflejan modos de pensar y obrar que apuntaban a lo mismo, a recuperar por diversos medios una dignidad inherente a nuestro ser que les fue arrebatada por una ignominiosa injusticia histórica.
El resultado de esta película es irregular, sus retratos de los presidentes son anecdóticos, los retazos históricos que teje son apresurados y su progresión dramática es predecible, pero sin embargo su intención de hacernos conscientes de la valentía de aquellos que lucharon por su honor y su nombre resuena con absoluta claridad.
Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (Bogotá, 21/11/13). Pág. 20
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