El juicio final: Paraíso, de Andrei Konchalovsky
“Es difícil de explicar. Había que estar ahí para sentirlo. Sus discursos eran más que palabras. Llegaban al alma. Una gran idea encontró un gran hombre y supo cómo expresarla. Bajo su mando no solo reviviríamos Alemania, construiríamos un nuevo mundo, un paraíso para nuestra gente, un paraíso alemán en la Tierra”, le dice a la cámara -y a nosotros- Helmut, un alto oficial de las SS nazi durante la Segunda Guerra Mundial, convencido de la bondad de los propósitos del Tercer Reich. Su testimonio en primera persona, y como si se tratara de una declaración en un juicio, es uno de los tres que veremos en este filme: también tendremos el de Jules, un oficial colaboracionista de la policía francesa durante la ocupación alemana y el de Olga, una rusa ortodoxa que trabajaba en París como editora de modas de la revista Vogue durante la misma época.
Los tres parecen haber sido capturados: cada uno tiene el pelo al rape y viste una sencilla camisa blanca y están sentados frente a un escritorio o una mesa y desde ahí nos hablan, contándonos de sus vidas y de sus actividades durante la guerra. Parece material de archivo, hay rasguños cortes, saltos del montaje. Todo lo que veremos de boca de ellos será entonces un flashback, con la vivencia de Olga (interpretada de manera magnífica por la actriz rusa Julia Vysotskaya, esposa del director Konchalovsky) sirviendo de puente entre los relatos de Jules y Helmut.
Paraíso (Ray, 2016) nos llevará de la París de 1942 a un campo de concentración de los nazis en el frente oriental hacia 1944. Jules trabaja para la Gestapo desde la policía parisina, Olga hace parte de la resistencia francesa, Helmut es un aristócrata encumbrado en las altas esferas de las SS. Los tres son fichas en la guerra, cada uno tiene sus motivos y sus propósitos en esta confrontación y van a confesárnoslos abiertamente, con pasmosa sinceridad.
Sabremos del pragmatismo hipócrita de Jules (el veterano Philippe Duquesne), del idealismo heroico de Olga y de las convicciones patrióticas de Helmut, y de lo que implicó para cada uno seguir esa senda, de las consecuencias que tuvieron sus actos. La guerra puede haber tenido para Helmut el propósito de brindarle un paraíso terrenal para su raza, pero los medios para lograrlo lo sorprendían y lo asustaban. La corrupción de los ideales, valores y dignidad es un tema común que recorre intencionalmente cada una de las historias de los protagonistas de Paraíso. Olga corrompe con su cuerpo a Jules, este a la policía francesa; Helmut será testigo de la corrupción en los campos de concentración, donde veremos lo que implica querer sobrevivir en las barracas de los prisioneros. Además su obsesión románica por una mujer le hará ser cómplice de esta espiral de mentiras y depravación.
Solo al final de Paraíso entenderemos el sentido último de estas entrevistas y sabremos que el director Andrei Konchalovsky, pese a todos los horrores que su filme describe con tanta precisión, ha tenido fe. Y que esa fe tiene una recompensa, no necesariamente en este mundo.