Una acusación conveniente: El oficial y el espía, de Roman Polanski
1. #MeToo
Recordemos lo que pasó en el Festival de Cine de Venecia a finales de agosto de 2019. En rueda de prensa con el jurado, la preguntaron a la presidenta del mismo –Lucrecia Martel- lo siguiente: “¿Va a poder juzgar el filme de Roman Polanski en el concurso sin que sus comportamientos afecten a su valoración?”. Y ella respondió: “Yo no separo al hombre de la obra. La presencia de Polanski [en la selección oficial del festival] me resultó muy incómoda. Hice una pequeña investigación, con Internet, y consultando a escritoras que han tratado estos temas. Y vi que la víctima dio este caso por cerrado, no negando los hechos sino considerando que el señor Polanski había cumplido con lo que la familia y ella habían pedido. No puedo ponerme por encima de las cuestiones judiciales. Pero sí puedo solidarizarme con la víctima. No voy a asistir a la proyección de gala del señor Polanski porque yo represento a muchas mujeres que en Argentina luchan por cuestiones como esta, y no querría levantarme para aplaudirle. Pero me parece acertado que su película esté en el festival, que haya diálogo y se debatan estos asuntos”. La película en cuestión era El oficial y el espía (J’accuse, 2019). Ese mismo día el Festival emitió un comunicado de prensa donde Martel aclaraba que “Miraré el filme como todos los demás del concurso, no tengo ningún prejuicio hacia él. Si no, dimitiría como presidenta del jurado”.
Y a fe que cumplió su palabra: la película ganaría el Gran Premio del Jurado en ese certamen. Polanski no fue a Venecia a recibir el premio: podrían extraditarlo a Estados Unidos, pero en su nombre lo recogió su esposa, la actriz Emmanuelle Seigner, quien se limitó a decir que frente al premio, Polanski “Quiere agradecérselo a todos sus actores y a su equipo técnico”. La película se estrenó en Francia el 13 de noviembre de 2019 con éxito crítico y de taquilla, pese a que paralelamente se dio a conocer la denuncia de la fotógrafa Valentine Monnier, quien afirmó que el cineasta la violó en Suiza en 1975 cuando ella tenía 18 años.
A finales de enero de 2020 se supo que la Academia Francesa de Artes y Técnicas de Cine había nominado a El oficial y el espía a un récord de doce premios César, reavivando la polémica entre los grupos feministas. Franck Riester, ministro de la Cultura francesa, pidió a la Academia reflexionar sobre la crisis, considerando que las acusaciones contra Polanski ameritaban una respuesta global del cine francés. Sus palabras tuvieron eco en un colectivo de cuatrocientos actores, técnicos, guionistas y directores, que publicaron un manifiesto denunciando el “funcionamiento”, la “parcialidad” y la “falta de representatividad” de la Academia. Ante la situación, el 13 de febrero renunciaron colectivamente los 21 miembros de la dirección de la Academia Francesa. En una breve declaración informaron que “Para honrar a quienes hicieron películas en 2019, para recuperar la serenidad y hacer que la fiesta del cine continúe siendo una gran fiesta, el Consejo de Administración para la Promoción del Cine de la Academia de Artes y Técnicas del Cine, ha tomado la decisión unánime de dimitir. Esta renuncia colectiva permitirá la renovación completa de la gestión de la Asociación”. El 26 de febrero se nombró a la productora Margaret Menegoz como directora interina de la Academia. Ese mismo día la fachada de la institución amaneció llena de carteles de grupos feministas exigiendo “la anulación” de la ceremonia de “los César de la vergüenza” por las nominaciones al filme de “Violanski”. Polanski informó al día siguiente que no asistiría a la ceremonia, programada para el viernes 28 de febrero.
Afuera de la Sala Pleyel las manifestaciones de los grupos feministas se escucharon a lo largo de toda la entrega de unos premios marcados por la crispación. El oficial y el espía ganaría tres galardones: mejor diseño de vestuario, mejor guion adaptado (Robert Harris y Polanski) y mejor director. La actriz Adèle Haenel y por lo menos una docena de asistentes abandonaron el recinto cuando se anunció ese último premio. Cuatro días antes Haenel en entrevista con The New York Times había afirmado que “distinguir a Polanski es escupirle a la cara a todas las víctimas. Quiere decir: ‘No es tan malo violar a las mujeres”. El César a la mejor película fue para Los Miserables (Les misérables, 2019) de Ladj Ly. Al otro día el ministro de cultura Franck Riester, declaró públicamente que “Con este premio César, el problema es que no solo estamos celebrando la obra, también estamos celebrando al hombre”, para añadir que “En el caso de Roman Polanski, es muy difícil, muy complicado porque hay una duda, muchas mujeres dijeron que habían sido atacadas por él”.
El 8 de marzo, el propio Riester escribió en Le Parisien una columna de opinión en la que de nuevo se refiere a lo ocurrido con los galardones a El oficial y el espía: “¿Quién podría pensar seriamente [que este premio] tendría un significado artístico a los ojos del público? Que no sería percibido, por una gran parte de la población, en Francia y más allá, si no como un insulto, al menos como la expresión de una indiferencia al sufrimiento de todas estas mujeres víctimas de violencia de género y sexual”. Al final resume las posiciones antagónicas al mencionar que “A algunas personas, en nombre de los derechos inalienables del arte y del creador, les gustaría que actuáramos como si un tsunami, la de la liberación del discurso de las mujeres, no estuviera barriendo toda una era. Otros, en nombre de los derechos de las mujeres, y de todas las víctimas de la opresión en general, quisieran condenar tanto a la obra tanto como su autor. Pero todos estos derechos van de la mano”.
Tres días antes, el escritor francés Pascal Bruckner –cuya novela Lunes de Fiel Polanski convirtió en la película Luna de hiel (1992)- lo había defendido en Le Point, mencionado un ángulo que hasta ese punto no había entrado en el debate: el de los prejuicios, que para el director de Los miserables jugaron a su favor en este caso, pero para el realizador de El oficial y el espía, no: “El director Ladj Ly fue sentenciado a tres años de prisión por violencia y asalto, incluido uno suspendido: a pesar de algunas proclamas insultantes contra la feminista Zineb El Rhazoui, se estima con razón que pagó su deuda con la sociedad y que la recompensa de Los miserables es merecida. Ladj Ly es un joven de un suburbio, musulmán y “racializado”, según la neolengua actual. Polanski, por su parte, no tiene derecho a ninguna indulgencia. Nada calmará su crimen: el de ser lo que es, un hombre blanco, heterosexual, viejo… y judío. Es preocupante que la gran causa del feminismo se desvíe hacia estas malas pasiones” (2). La película aún no tiene distribuidor en Estados Unidos e Inglaterra.
2. Cine
El caso Dreyfus es, en sí mismo, prácticamente una subcategoría del cine dramático. Incluso el propio Georges Méliès lo documentó en once cortos de un minuto de duración cada uno, estrenados en 1899, cuando los hechos que involucraron al Capitán Alfred Dreyfus en un caso de traición al gobierno francés aún no habían concluido.
El escritor y periodista alemán Bruno Weil publicó El proceso Dreyfus en 1930 y ese mismo año Richard Oswald estrenó en Alemania la película Dreyfus, basada en ese texto. Al año siguiente se hizo un remake en Inglaterra con el mismo nombre, al que se le añadieron elementos del drama de los alemanes Wilhelm Herzog y Hans Rehfisch, The Dreyfus Affair (1929). La película inglesa, protagonizada por Cedric Hardwicke, fue codirigida por Milton Rosmer y F.W. Kraemer.
Quizá la versión más popular fue la hizo Hollywood, La vida de Emile Zola (The Life of Emile Zola, 1937), de William Dieterle, con Paul Muni interpretando al célebre escritor francés que se atrevió a denunciar las injusticias cometidas en el caso Dreyfus. La vida de Emile Zola ganaría el Oscar a la mejor película, y Joseph Schildkraut, que interpretó en el filme al Capitán Alfred Dreyfus, obtuvo la estatuilla al mejor actor de reparto. Dos décadas después José Ferrer hizo I Accuse! (1958), con guion de Gore Vidal a partir del libro de Nicholas Halasz, Captain Dreyfus; The Story of a Mass Hysteria.
Nadie menos que Ken Russell también hizo su propio recuento de los hechos en una película hecha para la televisión, Prisoner of Honor (1991), con Richard Dreyfuss interpretando al Coronel Picquart, el oficial que reveló la inocencia del Capitán. Otra hecha para la televisión fue El caso Dreyfus (L’affaire Dreyfus, 1995) del parisino Yves Boisset. ¿Se necesitaba acaso otra mirada al caso Dreyfus? El escritor británico Robert Harris pensaba que sí y por eso escribió su novela de ficción histórica El oficial y el espía, publicada en 2013, sobre todo porque a su amigo Roman Polanski –habían trabajado juntos en El escritor oculto (The Ghost Writer, 2010)- el tema le interesaba mucho. El realizador polaco no había encontrado el ángulo adecuado para abordarlo y Harris lo encontró: “Descubrí a este tipo, el Coronel Picquart [a favor de Dreyfus] y la secuencia de eventos en el que estaba involucrado- Y repentinamente me di cuenta que si uno cuenta la historia a través de sus ojos se puede recrear el asunto completo, realmente en realidad proyectarlo bajo una luz muy moderna, como una historia de espionaje, encubrimiento e informantes” (1). Harris escribió la novela y le entregó después a Polanski una primera versión del guion, titulado “D”, a partir del que ambos escribirían el argumento definitivo.
El oficial y el espía tiene la misma perspectiva que utilizó Ken Russell en su Prisoner of Honor. La estrella de esa película- Richard Dreyfus- no interpretó al acusado capitán de su mismo apellido, sino al Coronel Picquart, el oficial al mando de la inteligencia militar que termina por concluir que Alfred Dreyfus fue tan solo un chivo expiatorio. Igual pasa acá: Jean Dujardin interpreta a Georges Picquart y la película tiene su mirada. Dreyfus (Louis Garrel) en realidad es un personaje secundario. Lo trascendente acá -y por eso El oficial y el espía funciona como un thriller– es la investigación que a fínales del siglo XIX y con las técnicas de seguimiento y acopio de información confidencial que había disponibles en ese momento, hizo Picquart, para descubrir –horrorizado- que a los altos mandos del ejército no les importaba la verdad, que para ellos era más importante cubrir las apariencias y evitar el ridículo, que salvar a un hombre que además era judío.
El antisemitismo en Francia había sido promovido por las ideas nacionalistas de Alphonse Toussenel y avivado por el racismo de Edouard Drumont, fundador de la Liga antisemítica francesa en 1889 y del periódico La Libre Parole en 1892. Invocando al catolicismo, al socialismo y al odio racial, Drumont convirtió con sus textos calumniosos a todos los judíos en enemigos de Francia y en aliados de Alemania, además de volverlos representación de los peores vicios del capitalismo. El caso Dreyfus ocurrió en una nación polarizada y su acusación de espionaje no hizo sino confirmar los temores que Drumont y sus seguidores habían sembrado en el imaginario popular. Esa atmósfera hostil la muestra Polanski desde el primer minuto de su filme: es enero de 1895 y públicamente al Capitán Alfred Dreyfus se le degrada, le quitan sus galones, le rompen su sable y leen en voz alta el veredicto del consejo de guerra que lo declara culpable de traición. Afuera en la calle la multitud celebra con inocultable alegría la conveniente decisión.
Nada sabremos de la acusación ni del juicio que lo puso ahí, de eso nos enteraremos en retrospectiva, a medida que el Coronel Picquart vaya atando cabos y, dejando de lado la animadversión que también le suscitan los judíos, ponga por encima la necesidad de otorgar justicia a quien se la merece. En el camino se dará cuenta que Dreyfus fue la víctima perfecta, el oficial judío cuya condena a priori era, más que fácil, necesaria para confirmar la alianza judeo-germana en contra de los intereses franceses. Eso lo tenían claro los superiores de Picquart, los oficiales del alto mando del ejército que le pidieron dejar de hurgar donde no debía.
Todos sabemos del papel de Émile Zola en todo este asunto. Su famoso “Yo acuso” publicado en el periódico L’Aurore el 13 de enero de 1898, fue un momento culminante que mostró cuán sesgado y corrupto había sido el proceso Dreyfus. En la película esa publicación es ante todo la forma en que Picquart puede expresarse, pues su lealtad al ejército está en esos momentos en entredicho. El oficial y el espía tampoco pone el énfasis en Zola, como la película de William Dieterle hizo, sino en el hombre que tuvo el valor civil de anteponer lo que le dictaba su conciencia por encima de la lealtad a los valores castrenses que debía obedecer, pero de los que progresivamente empezó a desconfiar.
Y esto nos los muestra Polanski en un drama poderoso, construido de manera clásica, sin estridencias y narrado con un oficio imposible de improvisar. Los valores de producción son altos, pero por sí mismos nos serían suficientes si detrás de la cámara no existiera un realizador con un pulso tan probado como el suyo. Su película, independientemente de la polémica que la ha rodeado, es un triunfo. La entereza moral de Picquart remite a la del Coronel Dax que interpretó Kirk Douglas en Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957). Y si una película contemporánea puede compararse sin dificultad y sin concesiones con un clásico como ese es porque está realizada con absoluta brillantez.
3. ¿Dreyfus = Polanski?
Ambos judíos, ambos acusados y juzgados. ¿Ambos perseguidos injustamente? ¿Se ve Roman Polanski en la figura trágica –pero en últimas redimida- de Alfred Dreyfus? Al respecto le pregunta el escritor Pascal Bruckner en una entrevista que aparece en las notas de prensa de El oficial y el espía que circularon durante el estreno en Venecia: “¿Cómo judío que fue cazado durante la guerra, y cineasta perseguido por los estalinistas en Polonia, sobrevivirás al actual macartismo neofeminista que, además de intentar evitar la proyección de tus películas, entre otras vejaciones, consiguió que te expulsaran de la Academia de los Oscar?”. Y Polanski le responde: “Hacer una película como esta ayuda mucho. En la historia, a veces encuentro momentos que he experimentado, puedo ver la misma determinación por negar los hechos y condenarme por cosas que no hice. Mi trabajo no es una terapia. Pero debo admitir que me resultan familiares muchos de los métodos del aparato de persecución mostrado en el film, algo que claramente me ha inspirado” (3). Dicho está.
Referencias:
1. Andrew Anthony, “Robert Harris: ‘Whenever a crowd is running one way, I run the other’”, The Guardian, 23/09/13.
Disponible online en:
https://www.theguardian.com/books/2013/sep/29/robert-harris-interview-officer-spy
2. Pascal Bruckner, “De quoi Roman Polanski est-il le nom ?”, Le Point, 05/03/20
https://www.lepoint.fr/debats/bruckner-de-quoi-roman-polanski-est-il-le-nom-05-03-2020-2365957_2.php
3. Laura Bradley, “Roman Polanski Compares His Rape Case to the Dreyfus Affair in New Interview”, Vanity Fair, 29/08/20
Disponible online en:
https://www.vanityfair.com/hollywood/2019/08/roman-polanski-an-officer-and-a-spy-rape-allegations-interview
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