El plan funcionó: Rey Richard: Una familia ganadora, de Reinaldo Marcus Green
Los planes que los padres hacen para el futuro de sus hijos por lo general suelen estrellarse contra la voluntad de esos mismos hijos, que terminan haciendo de sus vidas lo que ellos mismos, sin muchos planes, decidieron hacer. Hace décadas –muchas- los hijos se sentían obligados a seguir la misma senda de padres y abuelos, o esta les era impuesta. Hay emporios industriales familiares construidos así, pero esa no es la generalidad en el ámbito doméstico. Que los planes que Richard Williams y su esposa tenían para sus hijas Venus y Serena hayan coincidido con los de ambas hermanas, y que ese sueño se hubiese vuelto un propósito compartido es, en buena parte, la justificación de que exista Rey Richard: Una familia ganadora (King Richard, 2021), la biopic del padre de las tenistas Williams.
Esta es la historia de un hombre obstinado al punto de la necedad y casi que obsesionado con lograr el éxito deportivo y la riqueza económica de sus hijas, cuyo talento natural consiguió optimizar teniendo muchas cosas en contra, empezando por los prejuicios raciales y su condición social. Richard (Will Smith) creció siendo discriminado y sin el apoyo de sus padres y se promete que a sus hijas no iba a faltarles nada de lo que él careció. Por eso la película lo describe como un hombre disciplinado, adusto y terco, que busca darles lecciones de humildad a sus cinco hijas, a las que quiere evitarles el destino marginado –casi que obligatorio- de las jóvenes negras en los guetos urbanos.
Era fácil pensar que el papel de Richard Williams era sencillo para Will Smith considerando filmes previos que lo han ido encasillando en ciertos roles que hace periódicamente, en los que interpreta a un hombre sufrido o angelical, una mezcla de mártir y redentor como lo vimos en Seis grados de separación (Six Degrees of Separation, 1993), En busca de la felicidad (The Pursuit of Happyness, 2006) o Siete almas (Seven Pounds, 2008), o como consejero en una comedia como Hitch (2005), que pueden insertarse todas dentro de la categoría de películas motivacionales / de superación personal / autoayuda. Pero incluso poniendo ahí a Rey Richard, su rol no deja de ser incómodo y ambiguo, pues su personaje no es exactamente el de un padre abnegado, resiliente y entregado a sus hijas, sino el de un hombre del que por momentos llegamos a pensar que está abusando del talento de Venus y Serena para su beneficio personal, llevándolas a extremos de disciplina más allá de lo normal y forzándolas a asumir un deporte que quizá no hubieran escogido por voluntad propia.
Obviamente la perspectiva de la película es la soleada: la del padre que moldeó con fortuna a dos tenistas de élite, pues siempre tuvo el convencimiento íntimo de que iban a lograrlo si se adherían al plan deportivo, educativo y promocional que él se encargó de diseñar con la ayuda de su esposa Oracene (Aunjanue Ellis), cuya participación activa Richard tiende a minimizar con frecuencia, dentro de su esquema mental autosuficiente y espartano. Si hubo una perspectiva oscura, de conductas enfermizas, de manipulación, sobreprotección, victimización o doblegación de voluntades, esta –obviamente- no va aparecer en un relato que ante todo busca ser inspirador y en el que Will Smith además de protagonista es uno de los coproductores. No iba él a comprometer su imagen o sus posibilidades de premios artísticos por esta interpretación.
Dados los éxitos rotundos de Venus y Serena Williams no cabe duda que el plan de sus padres funcionó y que esta película, en muchos aspectos convencional, es una manera de reconocerles que tuvieron razón. Que ese plan sea reproducible en otras personas es dudoso, acá se alinearon los astros de manera perfecta, pero la mayoría de las veces no es así, por más empeño que todos pongan. Pero hay algo que sí es posible extraer del “método” Williams y aplicar en la cotidianeidad: sembrar la confianza en las posibilidades de los hijos y convencerlos de qué son infinitas. De esa autoestima salen milagros. Lo sé.
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