El puro y el maldito: Good Time, de Josh & Ben Safdie
Sabemos exactamente cuál es el estado de excitación y ansiedad que tensa cada nervio del cuerpo de Connie Nikas, el ladrón de poca monta que junto a su hermano Nick protagonizan Good Time (2017), de los hermanos Josh y Ben Safdie. Y lo sabemos porque la cámara y el montaje de este filme están contagiados de la misma adrenalina que -como una droga- recorre a Connie y le hace buscar improvisadas salidas a una situación prácticamente imposible. De ahí que la velocidad, el vértigo y la imposibilidad de pensar con calma sean “atributos” que Connie y la película comparten, y que por ende nos arrastra como espectadores junto a ellos.
Good Time se ahorra explicaciones, antecedentes y contexto: Connie tiene un hermano, Nick, que sufre un retraso mental, y entre ambos van a robar un banco. Eso es todo. A partir de esos hechos se desarrolla un relato que no da respiro y que implica la persecución de los ladrones por parte de la policía neoyorquina, y el desesperado plan de Connie para pagar la fianza de Nick, capturado por la ley.
Con estrategias endebles que surgen de su cabeza en el último segundo, como si jamás tuviera la posibilidad de imaginar un plan B, Connie es un amasijo de pensamientos atropellados. El humor negro que adorna a este largometraje surge precisamente de eso, de la torpeza de lo que maquina, sencillamente porque no tiene tiempo de inventar algo mejor.
Robert Pattinson -atreviéndose a dejar de lado su imagen impoluta e invariablemente blanda- se arriesga a cambiar de registro dramático y a caracterizar a Connie con el arrojo y la pasión del pillo que nunca ha ganado nada y que ahora no quiere perder su dignidad, así esta sea la de un ladrón inexperto. Ben Safdie -uno de los codirectores- interpreta a Nick, un gigante que hace lo que su hermano le pida, sin tener consciencia de que Connie hace todo lo imaginable y más allá para protegerlo y tenerlo junto a él. El lazo fraterno es el que impulsa el frenético accionar de Good Time.
En los créditos finales los directores agradecen a un gran grupo de personas, encabezado por Martin Scorsese. La influencia de este director es evidente y bienvenida. Esa violencia urbana, esa agresividad que roza con lo absurdo, ese todo vale, esa cámara vibrante la hemos visto en su cine, desde Calles peligrosas (Mean Streets, 1973) hasta Buenos muchachos (Goodfellas, 1990) pasando por Taxi Driver (1976) y Después de las horas (After Hours, 1985). Una saludable influencia para este thriller que exuda ideas.
En esos mismos créditos la voz de Iggy Pop canta junto a Oneohtrix Point Never una canción llamada “The Pure and the Damned” que es el perfecto epílogo de este filme. Y de este texto:
“Every day I think about on untwisting and untangling these strings I’m in to lead a purer life and look ahead in a clear sky. I ain’t gonna get there, but it’s a nice dream it’s a nice dream”.