Los dos retornos: El rey del Once, de Daniel Burman
La película argentina El rey del Once (2016) supone dos retornos. El primero, y más evidente, es el de su protagonista, un economista bonaerense radicado en Nueva York y que regresa a su patria chica, a su barrio –el Once- y a la comunidad judía a la que pertenece. Ariel es su nombre y es un ser opacado por la atronadora figura de su padre, Usher, un hombre que parece manejar los hilos del Once y que administra una fundación benéfica no gubernamental que da alimento, medicamentos, vestuario y posada a los más necesitados de su propio sector. Es un ídolo popular y por ende también despierta odio y envidia.
Para Ariel todo es ajeno –incluido su propio padre, con quien habla solo por teléfono ante la imposibilidad de verlo– e incomprensible. Nada lo conecta con ese modo de vivir, con los propósitos de esa fundación, con la forma de obrar de Usher. Tiene sus recuerdos de infancia, pero poco más. Además se observa en su expresión un desasosiego vital y una inconformidad con su existir que hablan por si mismos. Ariel es un hombre que no ha podido encontrarse, que no sabe cual es su identidad y su hogar.
El rey del Once, escrita y dirigida por Daniel Burman, es la descripción detallada de la inesperada búsqueda interior de Ariel. Lo más curioso es que el sentido de la vida sale a su encuentro. Más que una búsqueda es entonces una sumatoria de hallazgos los que van transformando la percepción de Ariel frente a sí y frente al mundo. No se trata de mutaciones milagrosas e improbables. Se trata de aceptación, compromiso y el reconocimiento de unas raíces más sólidas de lo que él creía. En eso este filme muestra una riqueza y una solidez tan insospechadas como bienvenidas.
Había mencionado un segundo retorno que El rey del Once implica. Se trata de la vuelta de su realizador, Daniel Burman, a los temas que nutrieron la parte inicial de su filmografía y que se convirtieron en películas tan exitosas como El abrazo partido (2004) y Derecho de familia (2006). La tradición judaica, la búsqueda del padre, las relaciones paterno-filiales y la incertidumbre de convertirse en adulto fueron tópicos muy bien desarrollados en esos filmes y que ahora vuelven en esta cinta donde podemos reconocerlo por completo. Ojalá ya Burman haya encontrado su lugar en el mundo. Como Ariel.
Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (14/08/16), sección “debes hacer”, p. 6, con el título de “Los dos retornos”.
©Casa Editorial El Tiempo, 2016