El verdadero botín: Nebraska, de Alexander Payne

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Hace muchos años no veía una película que empezara en blanco y negro con esa famosa montaña tantas veces vista y unas palabras que dicen “A Paramount Release”. Es fácil que la mente se remita entonces al recuerdo de Sabrina (1954) o al de algunas de las películas de Alfred Hitchcock, pero no pasa mucho tiempo del metraje del filme del que escribo para que otra remembranza sea la que ocupe ese lugar: la de La última película (The Last Picture Show, 1971) esa obra de Peter Bogdanovich que comparte con esta, con esta Nebraska (2013), ese tono elegíaco, esa nostalgia profunda, ese saberse rezago de mejores tiempos.

Nebraska es el sexto largometraje de Alexander Payne, y el cuarto cuya acción tiene lugar en ese estado norteamericano, en el que nació y se crió. Conoce bien a los “Cornhuskers” (los nativos de Nebraska), pues entre ellos ha vivido. Por eso es capaz de retratarlos con tal fidelidad y con tal precisión. La suya no es una mirada condescendiente ni cínica, tiene la compasión que su filmografía destina a sus personajes, seres imperfectos (como somos todos) a los que él escudriña sin emitir juicio alguno. Ese inaudita capacidad de observación de su cine –y de maravillarse con los seres que descubre- es lo que ha hecho de este director uno de los autores más promisorios y confiables del cine norteamericano contemporáneo.

Alexander Payne dando instrucciones a Bruce Dern durante el rodaje de Nebraska (2013)

Alexander Payne dando instrucciones a Bruce Dern durante el rodaje de Nebraska (2013)

Nebraska es otro capítulo de ese catálogo de observaciones, agridulce como todas, porque –sé que es una obviedad, pero vale la pena repetirla- momentos dulces, agrios y amargos tiene cada vida. En esta ocasión viene disfrazado de un viaje de la ciudad de Billings en Montana hasta Lincoln, Nebraska. Hay 1.100 kilómetros entre ambos lugares y Woody Grant (Bruce Dern, obteniendo a sus 77 años el reconocimiento que hace años se le debe) está decidido a ir hasta allá, caminando si es del caso. ¿El motivo para ir? Ninguno aparentemente racional ni lógico, cualquiera se daría cuenta en un instante que Woody es víctima de un fraude y no un favorecido por la buena fortuna.

Pero este hombre tiene algunos signos de demencia senil y es difícil convencerlo de que desista de sus planes, por poco creíbles que sean las razones para emprender tal viaje. Su mujer y su hijo mayor quieren ingresarlo a un asilo para evitar que se fugue de nuevo y se haga daño, pero David (Will Forte), su hijo menor, decide –sin saber muy bien porqué- complacerlo y llevarlo en su automóvil hasta allá. ¿Curiosidad, lástima, piedad, amor filial, un inesperado gesto de ternura? Por lo que fuera, David se va con su padre, en el que quizá sea su último viaje juntos. Es figuradamente un viaje a ninguna parte.

Nebraska (2013)

El esquema de road movie le sienta bien a este director, sobre todo porque le permite que sus personajes encuentren episódicas aventuras y conozcan a otros, usualmente más caricaturizados que ellos (ya he mencionado en otro texto previo que ese contraste está en la base del humor de Payne). Sin embargo es una parada obligada en la población (ficticia) de Hawthorne, Nebraska, de la que Woody y su esposa son originarios, la que constituye el núcleo de este relato. Familiares, antiguos amigos y exsocios, un viejo interés romántico, vecinos… todos los habitantes de ese pueblo que parece paralizado en el tiempo tienen de repente que ver con Woody y su aparente golpe de suerte. Este no sabe bien que ocurre a su alrededor pero es David el que va tratar de ofrecer la explicaciones, darle a la situación su justa medida y tratar de armar el rompecabezas de la historia de su padre, un hombre afecto a la bebida y poco dado a expresar sus sentimientos, que es para su hijo prácticamente un desconocido. Alexander Payne aprovecha –gracias a la preciosa fotografía en blanco y negro de Phedon Papamichael- para mostrarnos las calles despobladas, los negocios estáticos, la vida que parece no fluir, detenida en una monotonía y en un absurdo discurrir que le permite regalarnos una inesperada carcajada. El humor de su cine siempre es así, de lo absurdo de la cotidianidad surge la risa.

Bruce Dern, June Squibb y Will Forte en Nebraska (2013)

Bruce Dern, June Squibb y Will Forte en Nebraska (2013)

Los testimonios de los que conocieron a su padre hace años y las palabras de su madre (no hay adjetivos que le hagan justicia al papel fabuloso que interpreta June Squibb en este filme) convocada a Hawthorne, le dan pistas para reconstruir la vida de este anciano que ahora lo acompaña y que a diferencia de los personajes de La última película, pudo escapar de su predecible futuro y formar un hogar lejos de su pueblo natal, así no hayan pasado muchas cosas con su vida. Son esos momentos los más emotivos y mejor construidos de Nebraska, una película que no necesita de una catarsis (excepto un merecido puñetazo en el rostro de alguien) ni de una forzada epifanía o de una irreal toma de consciencia de Woody para contagiarnos de esa sensación conmovedora y urgente de que estamos presenciando toda una revelación. Y Payne nos hace afortunados participes de esos instantes de tan auténtica y noble humanidad, donde el perdón aparece y sana.

Llegar a Lincoln no era lo importante. Y sí, allá estuvieron para constatar lo que era previsible que pasara, pero eso era secundario. No quiero utilizar el cliché según el cual lo importante no es la meta sino el camino recorrido, sobre todo porque Nebraska no es jamás previsible, pero en esta ocasión ir hasta Lincoln era solo una disculpa del destino (o del guión, que acá es lo mismo). Lo importante es lo que David supo de su padre. Lo que ahora lo une con él no es un botín millonario en dólares, sino la certeza de saber realmente con quien va. Por fin se siente orgulloso y eso es recompensa suficiente. Volverán a casa. Supongo que Woody seguirá siendo el mismo viejo testarudo hasta el último de sus días. David ya no. Tampoco quienes tuvimos el placer de disfrutar esta entrañable película.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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