Espejos y sueños rotos: 50 años de El apartamento

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Ante una cartelera de cine tan anémica y banal como la de estas semanas, propongo al lector un viaje al pasado, para reencontrarnos con una película que a mediados de junio cumplió 50 años de su estreno y que aún se constituye en una lección de buen cine. Abramos entonces la puerta de El apartamento.

Visitaremos allí a C.C. “Bud” Baxter, un oficinista anónimo, y a Fran Kubelik, ascensorista de su misma empresa. Él le confiesa que se sentía como Robinson Crusoe, solo en una enorme isla, hasta que vio una pisada en la arena y ahí estaba ella. Se oye muy tierno, pero la isla en la que viven este par de náufragos es la abarrotada Manhattan de finales de los años cincuenta. Realmente ambos habitan el universo de su creador, Billy Wilder, un hombre cuyo talento se transformaba por lo común en una mirada cínica sobre sus personajes, incapaces de un gesto romántico tan genuino como el que aparentemente se nos describe acá.

Wilder construye para este filme una historia que en principio no se diferencia mucho del cine que venía haciendo en Hollywood desde 1942: brillantes narraciones desprovistas de fe en el género humano, cuyas flaquezas y debilidades explota con fina ironía para lograr un efecto cómico o hasta una inesperada lección moral. Sin embargo su cine dista de ser oscuro y frío: el ingenio y la levedad con que dibuja sus personajes le sirve a su cine de antiácido y de antídoto. El resultado, lejos de indigestar o envenenar, es entretenimiento comercial del más alto nivel.

Bud Baxter es un personaje nada diáfano -un oportunista que les presta su apartamento a sus jefes para que ellos tengan sexo con sus amantes, a cambio de un ascenso laboral- pero repentinamente Wilder lo pone de su lado y decide redimirlo gracias al amor que siente por una mujer que tampoco es ninguna ingenua, sino la amante de turno del gran jefe de la empresa para la que trabaja.

Wilder se encariña con Bud y Fran, esos pequeños seres que nada tienen sino el uno al otro y aún ni siquiera lo saben, y por eso decide encerrarlos entre las paredes de un apartamento para que por fin, lejos de todo y de todos, se encuentren. Los dos protagonistas crecen ante nuestros ojos. Ya no son caricaturas ni figurantes secundarios en la historia de alguien más. Son ya dos seres humanos persuadidos de sus tropiezos, capaces de enfrentar el mundo y de creer en un futuro común, así sea incierto. ¿Qué Wilder los deja a la deriva, sin empleo, sin una relación sólida y en medio de una isla rodeada de tiburones que no creen en el amor romántico? Es cierto, pero como diría él, nadie es perfecto.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 08/07/10). Pág. 1-16
Casa Editorial El Tiempo, 2010apartment-poster

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