Sin manual de instrucciones: Esperando al rey, de Tom Tykwer
Esperando al rey (A Hologram for the King, 2016) es el regreso a la pantalla grande del director, guionista y compositor alemán Tom Tykwer tras cuatro años sin realizar un largometraje. El filme es la adaptación de un bestseller del mismo nombre escrito por Dave Eggers y publicado en 2012. Tykwer alcanzó notoriedad con su tercer largometraje, Corre Lola Corre (1998), y desde ese momento se ha visto vinculado a coproducciones internacionales no siempre bien logradas, en las que intenta incluir algún toque autoral en medio de cintas que tienen intenciones mayoritariamente comerciales.
Esperando al rey hace parte de esas historias que tratan sobre seres que llegan a un sitio completamente ajeno a ellos y en el que no logran descifrar los códigos sociales a los que se enfrentan. El cine lo ha mostrado desde la pesadilla diurna –Camino sin retorno (U Turn, 1997)-, lo bizarro –Barton Fink (1991)- o lo cultural –Perdidos en Tokio (Lost in Translation, 2003)-, por solo mencionar tres ejemplos.
El protagonista del filme de Tykwer, Alan Clay (nadie menos que Tom Hanks), es un vendedor de una gran empresa norteamericana de tecnología de la información, que debe finiquitar un jugoso negocio en Arabia Saudita. Hasta allá llega para afrontar de mala manera un choque sociocultural que es tan complejo y absurdo que hasta resulta risible. Obvio que la caricatura de los nativos del país que ofrece el guion contribuye a aumentar el efecto de extrañeza y comicidad.
La crisis personal que Alan trae consigo, una suma de remordimientos, fracasos, pérdidas y padecimientos físicos, lo convierten en alguien al borde de hacerse añicos. Su vida carece de manual de instrucciones, como tampoco parece existir el apropiado para entender a los saudíes. La mezcla de ambas carencias es explosiva, y es el punto más fuerte de Esperando al rey, pues Tom Hanks es un actor lo suficientemente experimentado como para mostrarnos con absoluta propiedad como se porta un hombre llevado al límite de su resistencia física y mental.
Sin embargo la película va perdiendo el ritmo frenético y el tono de comedia absurda a medida que Alan va logrando encajar y a encontrar motivos para resistir. Su redención personal es, paradójicamente, la perdición para el filme, que se va finalmente por caminos melodramáticos tan seguros como menos satisfactorios.
Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (Bogotá, 20/11/16), sección “debes hacer”, p. 4, con el título “Sin manual de instrucciones”.
©Casa Editorial El Tiempo, 2016