Tres bolas, dos strikes: Fences, de Denzel Washington

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Dos actores de Hollywood en estado de gracia, Denzel Washington y Viola Davis, protagonizan Fences (2016). El origen teatral de la narración les permite sacar de sus entrañas una enorme fuerza dramática y trasmitirla con efectividad para dar cuenta de la historia de un hombre del común, un recolector de basura negro en Pittsburg en los años cincuenta, llamado Troy Maxson (Washington).

Troy tiene 53 años y un pasado complejo que iremos descubriendo a través de sus conversaciones con uno de sus colegas de labor, Bono; con su esposa Rose (Davis); con sus hijos Lyons y Cory; con su hermano esquizofrénico Gabriel. No hay flashbacks, solo diálogos en el patio trasero de su casa, en la casa misma, en la calle. Revelaciones, confesiones, secretos, decepciones, penurias, injusticias, mentiras… todo este lastre del pasado llega a nosotros relatado por el mismo Troy. Es todo lo que llegamos a saber de él lo que nos permite entender quien es, el porqué se porta como se porta, que barreras mentales lo circundan, que imagen tiene de sí, que quiere transmitirle a su familia. Troy es negro, no sabe leer, no tuvo oportunidad de jugar béisbol en las grandes ligas debido a su raza, consiguió la casa en la que vive gracias a la pensión de guerra de su hermano lisiado.

Fences (2016)

La película exhibe siempre su punto de vista, no hay otra forma de enterarnos de las cosas, no hay otra opinión contrastante. Ese punto de vista es además externo, no sus pensamientos, solo sus palabras: de ellas debemos confiarnos para conformar nosotros su “retrato hablado”. Retrato que necesariamente tiene que considerar que Troy es un hijo de su época, un hombre machista, retrogrado, con resentimientos raciales, carente de educación y oportunidades. No es un hombre generoso, honesto, fiel o ejemplar. Es el resultado de sus carencias, de tener que haberse ganado la vida desde la adolescencia, de pagar cárcel, de ser discriminado todos los días de su vida. Pese a eso se siente orgulloso de lo que es, de su mujer, de su trabajo, de lo que ha conseguido gracias a su labor diaria. No esperen de Troy lecciones de vida, apertura mental, visión de futuro o devoción familiar. Eso sería traicionarlo como personaje, pues lo valioso son sus contradicciones, sus justificaciones, sus exageraciones, su testarudez, su grandilocuencia vacía. Escucharlo es un placer, pese a que muchas veces lo que dice duele.

Fences (2016)

Ver Fences es ver un microcosmos de la Norteamérica marginada de los años cincuenta, una época y unas personas que el cine poco visita. Los años sesenta y los resultados de las luchas por los derechos civiles son más populares en términos cinematográficos, pero los años cincuenta resultan también particularmente interesantes, sobre todo porque ahí empezaron esos movimientos, en medio de una sociedad afroamericana atrasada, mal pagada, sin igual acceso a educación, servicios de salud, vivienda y trabajo. La acción de la National Association for the Advancement of Coloured People (NAACP) y activistas como Edgar Nixon y Rosa Parks ayudaron a plantar la semilla de la inconformidad frente a la segregación. Cory, el menor de lo hijos varones de Troy, representa al hombre negro de los años sesenta, que quiere tener las mismas oportunidades de los blancos, que quiere estudiar y no quedarse en la ignorancia como su padre, a quien no respeta por representar los valores del pasado, el servilismo, el miedo, la inmovilidad y el conformismo. Mientras tanto Rose (atención a las alturas dramáticas que alcanza Viola Davis) es la mujer como punto de unión de la familia, como símbolo de permanencia y futuro. Su resignación frente a algunos hechos también refleja una enorme dignidad que no va a dejar que sea atropellada por nada.

Fences (2016)

Fences, como drama teatral, fue escrito en 1983 por August Wilson (1945 – 2005) y se estrenó en Broadway en 1987, año en que obtuvo el premio Pulitzer al mejor drama. Denzel Washington interpretó en Broadway este personaje en 2010 en una reposición limitada, acompañado también por Viola Davis. Esa actuación de ambos en las tablas fue un prerrequisito que el actor pidió para considerar dirigir y protagonizar Fences en cine, un proyecto largamente acariciado por la Paramount, pero que encontró muchas dificultades al exigir August Wilson que la adaptación a la pantalla –que él mismo escribió- fuera realizada por un director negro. Tras considerar nombres como Bill Duke y John Singleton pero no concretarse nada, Fences pasó años en lista de espera hasta que el productor Scott Rudin adquirió los derechos y le propuso a Denzel Washington actuar y dirigir. Ya el actor tenia dos filmes previos como director Antwone Fisher (2002) y The Great Debaters (2007), por lo que tampoco era ningún novato en el asunto. Incluso fue Rudin quien montó la reposición teatral para que Washington tomara la decisión definitiva. El resultado está para nuestro disfrute.

Fences es cine. Circunscrito a unos espacios muy concretos, a la intimidad de un hogar, pero con una cámara y unos recursos narrativos que nos sacan del ámbito teatral original y nos ponen frente al drama de un hombre imperfecto que existió en una época más imperfecta aún. Vivió como mejor pudo, como mejor supo, tenso como cuando un beisbolista al bate tiene la cuenta llena. Troy era un sobreviviente de pretéritos muy tormentosos y él lo sabía. Y lo agradecía, pese a todo.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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