Ferviente Philomena
El milagro de Philomena (2013) se le debe a Steve Coogan en su triple condición de actor protagónico, coguionista y productor. Aunque asociado habitualmente al cine de Michael Winterbottom, Coogan realmente se ha labrado una larga carrera como comediante de televisión, cine y el stand up comedy. Su personaje y álter ego de Alan Partridge es toda una celebridad, y él mismo es uno de los humoristas y satiristas más reconocidos de Inglaterra. Sin embargo, pareciera que quiere expandir sus intereses y su rango histriónico, y buscar no encasillarse, como lo demostró en su papel dramático en What Maisie Knew (2012). Además su paso por el cine de Hollywood ha sido desafortunado –The Wedding Singer (2004), Happy Endings (2005)- y era bueno pensar en un nuevo comienzo a este lado del océano Atlántico donde no es un personaje tan conocido.
Buscando “una historia de interés humano” Coogan encontró en septiembre de 2009, en el periódico The Guardian, un artículo que le llamó la atención, llamado “The Catholic church sold my child”, escrito por el periodista Martin Sixsmith y que posteriormente terminaría convertido en un libro, The Lost Child of Philomena Lee, publicado al año siguiente. Cuenta la historia de una joven irlandesa soltera que queda en embarazo y es internada en un convento católico para criar su hijo lejos de la vergüenza de su familia. Pese a trabajar duramente para la comunidad que la aloja, las religiosas venden a su hijo a una familia norteamericana adinerada que lo adopta. No se trató de un caso aislado, sino de un negocio al parecer largamente practicado en ese entonces. Martin Sixsmith la ayuda a reconstruir su historia y a dar con el difícil paradero de su hijo.
“Leí ese artículo y es entonces cuando me di cuenta que quería contar la historia porque me conmovió. Lloré cuando lo leí y aunque el relato que Martin cuenta en el libro es mayoritariamente acerca del hijo desaparecido, lo que capturó mi imaginación fue una fotografía en el periódico de Martin sentado en la banca de un parque junto a Philomena y como parecían una pareja dispareja. Quería contar la historia de esas dos personas buscando a alguien”, comentó Coogan en una entrevista con Helen Barlow realizada en diciembre de 2013.
Al hacer el guion junto a Jeff Pope, Coogan vio que estaba poniendo mucho de él mismo ahí y pensó en protagonizarla. Contactó al veterano director Stephen Frears, contrató a Judi Dench como protagonista y a través de su productora Baby Cow Productions se embarcó en este proyecto que tan buena acogida tuvo en el mundo, reflejado -por ejemplo- en el haber sido nominado a cuatro premios Óscar (mejor película, guion adaptado, mejor actriz -Dench en su séptima postulación- y banda sonora).
Aunque en Philomena se parte de un hecho muy dramático y conmovedor, Coogan y Frears no caen en la trampa de la zancadilla sentimental y optan por apartarse de esos sucesos, avanzar cinco décadas en el tiempo y centrarse en la relación entre Philomena (Dench) y el periodista Sixsmith (Coogan) en su viaje a Estados Unidos en busca del hijo largamente desaparecido. Es una confrontación entre la esperanza y el cinisno, entre la bondad natural de mujer espiritual y el irónico desencanto de un hombre ilustrado pero hastiado. Ahí está el núcleo de la película y su mayor virtud.
Que Philomena encuentre o no a su hijo es lo de menos, lo importante es la impronta que esta mujer ferviente está dejando en este hombre, que sin darse cuenta se está sanando (no es casual que el filme empiece con Sixsmith en un consultorio médico).
La crítica a la religión que Philomena trae implícita –y donde mejor se refleja el talante discordante de ambos personajes protagónicos- se ve sublimada gracias al perdón. Philomena, llena de fe, no tiene odio, solo una infinita capacidad de perdonar a los que ayer le hicieron tanto daño. Los fieles están por encima de las instituciones, parece decirnos esta película bien intencionada que ojalá le sirva a Steve Coogan para ampliar los horizontes de su trayectoria fílmica.
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