Final de partida: La jugada maestra, de Edward Zwick
¿Quién era realmente Bobby Fischer? ¿Qué había en esa mente turbulenta? ¿Por qué sufría tanto? Por lo que vemos en La jugada maestra (Pawn Sacrifice, 2015) Fischer se antoja un paranoico extremo, un radical peligroso, un egocéntrico insoportable y un genio absoluto para el ajedrez. El material soñado para una biopic fílmica, como supo entenderlo el director norteamericano Edward Zwick, un hombre con una carrera que, de promisoria, se ha tornado tibia, quizá por falta de riesgo, por apuntar a lo correcto y seguro.
Algo de eso hay en La jugada maestra pese a las buenas actuaciones de Tobey Maguire como Fischer y de Liev Schreiber como su sempiterno rival, el maestro ruso Boris Spassky. Si Fischer era una figura impredecible y subversiva, la película no lo es. Se le agradece el esfuerzo de convertir al ajedrez en un deporte con el suficiente drama externo como para que sea emocionante observar el desarrollo de complejísimas jugadas, pero Zwick y el guionista Steven Knight optaron por construir una historia convencional sobre un hombre que no lo era. Quizá temieron meterse en arenas movedizas siquiátricas y políticas en las que pudieran hundirse sin salvación alguna, pero perdieron la oportunidad de ofrecernos un retrato más elaborado y completo de un ser atormentado que se sentía incómodo en un mundo que no lo comprendía (Fischer diría que no estaba a su altura).
Lo que tenemos en La jugada maestra obviamente no carece de interés -Zwick no hace filme aburridos- y por muchos momentos la narración atrapa así el espectador no tenga nociones de ajedrez, pues los enfrentamientos por el campeonato mundial de 1972 entre Fischer y Spassky superaban al tablero y se trasladaban al papel que los rivales jugaban dentro de la geopolítica del momento: cada uno era un títere de su gobierno, un peón (como en el titulo original de la cinta) muy valioso, pero también sacrificable en términos tácticos. En el contraste entre ambos contendores es donde la película obtiene mayores réditos. El Spassky rockstar versus el Fischer excéntrico, neurótico y preso de demonios interiores.
Las tres preguntas formuladas al principio de este texto siguen sin ser respondidas al término de este filme. Probablemente sus intenciones no eran responder nada. Para eso quizá está el documental de HBO Bobby Fischer Against the World (2011), pero no La jugada maestra. Tuvo en sus manos una figura indómita y pretendió mostrárnosla sin correr muchos riesgos, optando por clichés y caminos narrativos de probada efectividad. El final de la partida fue una suerte de empate. Y Fischer odiaba empatar.