Vagabundeo familiar: Frankie, de Ira Sachs

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Una sola jornada, once personajes con parlamento y una única locación: el reto de la puesta en escena de Frankie (2019), del director norteamericano Ira Sachs, era grande y, me temo, fue superior a sus fuerzas. Y lo fue porque este drama no alcanza nunca a definir que pretende lograr o que aspira a decirnos. Sachs y su habitual coguionista Mauricio Zacharias –responsables, por ejemplo de Love Is Strange (2014) y Keep the Lights On (2012)- salieron de su zona de confort neoyorquina y se nota que no se sintieron a gusto rodando en Europa con un reparto internacional de estrellas como Isabelle Huppert, Brendan Gleeson, Marisa Tomei y Pascal Greggory, y además –al parecer- teniendo que promover las bondades turísticas de la bella ciudad portuguesa de Sintra, donde está situado el relato.

Impulsados en muchas ocasiones por un apoyo económico tan tentador como comprometedor, algunos directores ruedan en locaciones impuestas, muy ajenas a su entorno habitual, con resultados habitualmente decepcionantes, pues terminan haciendo un cine de “promoción turística” que usa la locación solo como telón de fondo, no como parte integral de la narración, dejando ver que se les pagó por mostrar la ciudad o la región, no por hacer un largometraje que dignificara el lugar. Le pasó, por ejemplo, a Woody Allen en España –Vicky Cristina Barcelona (2008)- y en Italia –To Rome with Love (2012)-, y a Wim Wenders prácticamente cada vez que rueda una ficción fuera de Alemania.

Frankie (2019)

Ira Sachs se integra con Frankie a ese grupo de cineastas trashumantes, pues la película parece construida para mostrar a Sintra como destino vacacional, no para que la ciudad cumpliera una función estructural dentro de un relato coral como este. Una familia ampliada se reúne ahí de vacaciones, convocados por la madre, la actriz de cine Françoise –Frankie- Crémont (Isabelle Huppert). Le acompañan su esposo actual, Jimmy, la hija de este, Sylvia, con su esposo Ian, y la hija adolescente de ambos, Maya. También está el exesposo de Frankie, Michel, y el hijo que tuvieron, Paul. También se integran al grupo una estilista de cine amiga de Frankie, Ilene, que llega con un pretendiente, Gary. Y como alguien tiene que hablarnos con propiedad de Sintra y sus alrededores, cabe meter a la historia a un guía turístico, Tiago, y a un adolescente que Maya conoce rumbo a una playa local.

Frankie (2019)

Demasiada gente con demasiados conflictos personales que rumiar. Por eso el director opta por un vagabundeo permanente de todos ellos, como si caminando casi sin rumbo lograran encontrarse a sí mismos y alcanzar algún tipo de paz interior. En conjunto lo que vemos es casi el espectro completo de las relaciones afectivas: el enamoramiento adolescente, la soledad del adulto sin pareja, la proposición romántica que no encuentra eco, la separación inminente, el divorciado que halló otra apetencia, el matrimonio maduro que sirve de apoyo y consuelo, la ausencia futura… sin embargo esta visión panorámica solo se obtiene mentalmente cuando la película ha concluido, pues mientras se ve solo se observan fragmentos episódicos e inconexos, personajes que aparecen y desaparecen (sin que los echemos mucho de menos) y una falta de resolución dramática que no se compadece con la carrera previa de Ira Sachs.

Frankie (2019)

Lo más triste es sentir que fuimos utilizados otra vez, que esta película no fue honesta y que sus intereses comerciales estuvieron por delante de sus aspiraciones y propósitos narrativos, o que simplemente Sachs utilizó estos para tales intereses. Como sea, el resultado final deja un mal sabor en la boca: el de la impureza.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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