Golpes bajos: Hillbilly, una elegía rural, de Ron Howard

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Si nos atenemos a las experiencias de vida que nos cuenta J.D. Vance, el protagonista de Hillbilly, una elegía rural (Hillbilly Elegy, 2020), la suya no es una historia de superación, sino de supervivencia. No se sí el libro de memorias de Vance que dio origen al guion, Hillbilly, una elegía rural: Memorias de una familia y una cultura en crisis, publicado en 2016, tenga la misma intensidad dramática que esta adaptación al cine que viene dirigida por Ron Howard, pero lo que nos entrega esta producción de Netflix no se pone con sutilezas: no hay un solo momento de sosiego en este relato, compuesto solo por momentos “pico” en los que está ocurriendo algo demoledoramente violento, cruel, desgarrador o conmovedor en la vida de Vance o en la de su familia materna.

La película se mueve en dos planos temporales: el presente –situado en 2011- y el pasado, catorce años antes, cuando Vance es un adolescente, el hijo menor de una madre (¿soltera?), Beverly, que es despedida de su cargo como enfermera en un hospital de Middletown, Ohio, el pueblo en el que viven. Beverly (Amy Adams) es una adicta con una gran labilidad afectiva, que se mueve de amorío en amorío, descuidando la crianza de sus hijos, Lindsay y J.D., que por fortuna cuentan con una abuela (interpretada por Glenn Close) de gran tenacidad, que va a tratar de impedir que la conducta disipada de su hija arrastre al menor de sus nietos, el más necesitado de una guía firme.

Hillbilly, una elegía rural (Hillbilly Elegy, 2020)

En el presente, J.D. está estudiando derecho en Yale, pero debe volver a Ohio al llamado de su hermana para ayudar a Beverly, cuya salud está en riesgo. Ese regreso da pie a los numerosos flashbacks del filme, que nos muestran todas las desdichas posibles de las que fue protagonista o testigo este joven, en medio de un ambiente rural proclive a la violencia. Ese “hillbilly” del título habla del campesino de las montañas, sobre todo de los Apalaches, con todas las implicaciones de precariedad social y cultural que el término conlleva y que la película refleja explícitamente al mostrarnos la sangre hirviente de una familia que fácilmente estalla en llamas. Estoy seguro que hay vidas absolutamente autodestructivas y familias por completo disfuncionales, pero los Vance parecen arrastrar varios karmas que les impiden tener paz y ser felices. Ese regodeo en el desastre personal termina por afectar la narración, que se convierte en una sucesión de incendios que hay que apagar como sea.

Hillbilly, una elegía rural (Hillbilly Elegy, 2020)

No hay duda alguna de las competencias interpretativas de Amy Adams y de Glenn Close (que incluso fueron caracterizadas para quedar realmente muy parecidas a los personajes reales) y este es el tipo de filme que permite ese clase de actuaciones desbordadas que tantas veces han sido premiadas, pero es una lástima que Hillbilly, una elegía rural no les permita ni un gesto sutil ni un diálogo que no sea explosivo. Todo acá es llevado al plano de la exacerbación, del grito, de la caricatura. Además el punto de vista del filme no es el de ninguna de las dos, es exclusivamente el de J.D.: esta es su historia.

Hillbilly, una elegía rural (Hillbilly Elegy, 2020)

El hijo de una mujer adicta y pobre, oriunda de las montañas, que se convierte en abogado egresado de Yale, suena a la concreción del Sueño Americano y eso sin duda motivó a Vance a escribir sus memorias de juventud. Me alegra mucho por él, pero su caso de redención personal es una excepción, no la norma. Muchas veces los hijos de familias tan abusadoras terminan arrastrando pesados traumas personales y entrando en el mismo circulo de pobreza e ignorancia del que parecen imposibilitados para salir.

Hillbilly, una elegía rural (Hillbilly Elegy, 2020)

Que Vance haya sido uno de los coproductores ejecutivos del filme iba a asegurar que el resultado fuera tan autocomplaciente y acrítico como resultó. Ron Howard aquí fue solo una pieza más en una cinta hecha como carnada para atraer premios y para calmar malas conciencias. Mucho, mucho ruido, muy pocas nueces.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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