Una risa incontrolable: Guasón, de Todd Phillips
El logotipo antiguo de la Warner Brothers, que un genio como Saul Bass diseñó en 1972, es la primera imagen que vemos de Guasón (Joker, 2019), para que tras él nos vayamos al pasado, hacia los años setenta de una Nueva York disfrazada de Ciudad Gótica y por ende más extrema en su caos y en su despersonalización. La misma urbe paranoica e insensible que engendró al Travis Bickle de Taxi Driver (1976) es la misma que da a luz a Arthur Fleck, el protagonista de Guasón. Ambas películas van a explorar las condiciones que permitieron que personajes así hayan tenido que explotar para ser vistos y oídos, pese a que Travis Bickle parte de un guion que escribió nadie menos que Paul Schrader -y que Scorsese iba a volver un filme suyo-, mientras que Arthur Fleck (interpretado por Joaquin Phoenix) es el villano por antonomasia de Batman.
Acá el origen del protagonista a partir de una tira cómica no importó: el director Todd Phillips, coautor del guion junto a un hombre con experiencia como lo es Scott Silver, decide abstraer al personaje del Guasón del universo plagado de superhéroes de DC Comics y volverlo tridimensional dándole un pasado, unos antecedentes familiares, unos motivos, unas razones. Es un psicópata, eso ya lo sabemos. Pero, ¿Por qué? ¿Qué lo llevó a ese punto? ¿Qué circunstancias lo empujaron hasta esos abismos? es la misma época de Taxi Driver y son las mismas condiciones sociales: falta de oportunidades, soledad, humillaciones repetidas, abusos crónicos, fragilidad mental, ganas de un ajuste de cuentas con la humanidad. El anonimato y el patetismo de ambos personajes contrasta con sus ganas de ajustar socialmente, de ser queridos y reconocidos. Deseos que, sin embargo, van a estrellarse contra el desdén, la burla y el odio.
Que Robert De Niro haya interpretado a Travis Bickle y ahora aparezca en Guasón como Murray Franklin, el conductor de un talk show televisivo muy popular, no es solo un guiño obvio a Taxi Driver. Es un guiño a Scorsese -que estuvo involucrado en las primeras etapas de la producción de Guasón– pues De Niro también protagonizó El rey de la comedia (The King of Comedy, 1982), donde fue Rupert Pupkin, un alucinado aspirante a comediante que busca a toda costa tener la oportunidad de mostrarse en el talk show de su ídolo. De ambas películas de Scorsese se nutre Guasón, pues ese comediante sin oportunidades que es Arthur Fleck desea triunfar en el stand up comedy y sueña con poder conocer a Murray Franklin, tener su aprecio y ser invitado a su programa.
Fleck, sin embargo, trabaja como payaso en condiciones miserables, tiene un fuerte trastorno mental y es víctima de abusos, golpes bajos y atropellos repetidos, tanto personales, familiares y laborales. Nunca tiene paz, nunca encuentra sosiego para su dolor, sus ilusiones son y serán solo eso. Lo que en Taxi Driver convirtió a Travis Bickle en un “ejército de un solo hombre” y en El rey de la comedia volvió a Rupert Pupkin un secuestrador, va a hacer de Arthur Fleck un criminal inescrupuloso cuyos actos hiperviolentos, paradójicamente, parecen reflejar y recoger toda la indignación de los excluidos de una sociedad que ve en él un anárquico símbolo de lucha, de rebeldía contra lo establecido. El Guasón criminal no es la causa de la violencia, es una consecuencia extrema de ella. En eso la película es clara.
Guasón es entonces la catarsis individual de alguien alucinado, psicópata y muy enfermo, pero el filme también sirve de refugio a la desilusión colectiva frente a un destino gris impuesto por quienes detentan el poder, sean en este caso los políticos o los medios de comunicación, que son los blancos contra los que Todd Phillips enfila fuerzas: por eso el rol de Thomas Wayne es el más caricaturizado, por eso Murray Franklin tendrá su merecido en un horario prime time. La película no se regodea con la violencia como un fin en sí misma, funciona más bien como memorial de agravios, como denuncia de una situación de indolencia social que de alguna forma tenía que estallar.
“Y por muy gracioso que parezca/ Algunas personas disfrutan / Pisoteando un sueño / Pero yo no dejo / No dejo que eso me desanime” canta Frank Sinatra en That’s life, una canción que se escucha un par de veces en Guasón, como si se tratara de un mantra, el mantra de los que se resisten a ser descartados y harán lo que tengan que hacer para ser escuchados. La mente de Arthur Fleck terminó quebrada después de soportar tantas vejaciones, y el resultado da terror, pero nadie fue capaz de escuchar sus previos gritos de auxilio, a nadie pareció importarle su risa incontrolable e inapropiada, una risa que no respondía a nada gracioso, una risa que en muchos momentos reemplazó a su propio llanto. Ahora ya es demasiado tarde.
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