Rocket USA: Guerra civil, de Alex Garland
¿Cómo sería un conflicto interno armado hoy en Estados Unidos? Alex Garland se hizo la misma pregunta y nos ofrece su versión particular en Guerra civil (Civil War, 2024), una película que no indaga en los motivos que llevaron a ese estado de las cosas, sino que abre in medias res, cuando ya la guerra entre dos estados (California y Texas) con la ayuda de Florida –las Fuerzas Occidentales- contra el resto del país está muy avanzada, y pese a las optimistas alocuciones presidenciales, Washington está a punto de caer.
Dado que narrativamente era complejo y demasiado arriesgado tomar parte por alguno de los bandos so pena de herir (más) susceptibilidades, Garland -como guionista y director- decide buscar un punto de vista neutral, el de la prensa. La película está protagonizada entonces por cuatro periodistas en distinto grado de veteranía y cinismo: Lee (Kirsten Dunst), una curtida fotorreportera de guerra y Joel (Wagner Moura), un periodista, ambos de la agencia Reuters, Sammy (Stephen McKinley Henderson) un escritor otoñal del New York Times, y Jessie (Cailee Spaeny), una joven y novata fotorreportera. Los cuatro se embarcan en una camioneta en un viaje entre Nueva York y Washington con la intención de lograr entrevistar al presidente del país. La road movie empieza y con ella un periplo plagado de acciones episódicas de distinto grado de dramatismo y absurdo.
El viaje por tierra a través del país incluye pasar por un pueblo donde aparentemente nada ha ocurrido e incluso los negocios están abiertos. Los viajeros se sienten en medio de un episodio de “Dimensión desconocida”, pero en realidad todo el trayecto lo es. La anarquía es la que gobierna, los bandos no están claramente identificados, hay grupos armados que obran por su propia cuenta, nadie sabe que es lo que está defendiendo y hay “lobos solitarios” autónomos que luchan, más que por su país, por ellos mismos. Semejante confusión se traslada no solo a los protagonistas, sino además al público que no sabe exactamente quien combate contra quien. Solo tiene claro que lo que ve tiene la verosimilitud de un documental de guerra. Una cosa es una película donde uno tiene claro que los caídos en combate, así sean múltiples, no son más que una ficción cinematográfica y otra cosa es la brutal violencia gráfica, pero absolutamente verista, de Guerra civil, que por eso mismo tiene, como en la vida real, unos momentos dramáticos pico y otros valle, siempre sazonados por una banda sonora impredecible que incluso distiende y distancia adrede ciertos momentos particularmente crueles o dolorosos. Alex Garland no teme a esos contrastes, por el contrario, los busca atrevidamente.
Guerra civil no es una película convencional de acción. Esta es un filme con claras marcas de autor y por ende no cede a la tentación de complacer al espectador. Reflexiona sobre el hastío espiritual que causa testimoniar –como Lee- tanta violencia y tanta sinrazón, y a la vez como ese despliegue de brutalidad anárquica genera suficiente adrenalina en quien atestigua eso desde la neutralidad del periodismo, como para exponer su vida con tal de lograr una fotografía que lo consagre. Además en el accionar mecánico al apretar el botón del obturador de la cámara, dejan de lado principios morales apenas básicos, casi hipnotizados y transformados por la ferocidad de las armas en manos de los violentos. Olvidan muchas veces que un carné de identificación y un chaleco de prensa no los hace inmunes ni a las balas ni al caos y que una cosa es ver caer a cierta distancia a una víctima y otra es ser ellos mismos las víctimas.
Solo la parte final del filme, el asedio final a la Casa Blanca, tiene el ritmo y la dinámica de un filme convencional de guerra o de acción. Sin embargo, la perspectiva sigue siendo la de los periodistas, deseosos de captar la imagen y el testimonio del presidente del país, tal como era el propósito original de la misión que emprendieron. La víctima de Guerra civil no es exactamente el mandatario, sino la inocencia y la pureza de las intenciones periodísticas de Jessie, transformadas ahora sí y para siempre en esa sed que comparte con los vampiros, pero que tarde o temprano terminará por corroer su alma.
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