Hasta que la muerte los separe: El cadáver de la novia, de Tim Burton

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Víctor Van Dort, el protagonista de la película, toca un piano. Mirémoslo de cerca: la marca del instrumento dice claramente Harryhausen. Es un homenaje, sencillo pero muy significativo, que Tim Burton hace en El cadáver de la novia (Corpse Bride, 2005) a Ray Harryhausen, un artista de la animación stop-motion que, con filmes como Jason and the Argonauts (1963), The Valley of Gwangi (1969) y The Golden Voyage of Sinbad (1973), hizo de este estilo de filmación todo un arte. La animación por computador y los efectos especiales digitales acabaron con esta manera artesanal y laboriosa de hacer cine. La técnica es muy dispendiosa, y ya pocos tienen ese nivel de dedicación. Por fortuna Tim Burton es uno de ellos.

Ya en El extraño mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993), donde fue guionista y productor, había mostrado su gusto por esta exigente forma de animación y ahora la lleva a un nivel de perfección asombrosa. Su película es un lujo visual, una pequeña joya de tan sólo setenta y seis minutos en la que veintidós animadores trabajaron sin tregua. Ray Harryhausen, que tenía ochenta y cinco años cuando este filme se estreno, debió sentirse complacido: sin duda, su legado está en buenas manos.

El cadáver de la novia (Corpse Bride, 2005)

Burton es un artista consistente, un hombre con una idea explícita y clara, que tiene los recursos -intelectuales, estéticos, económicos- para poner el cine al servicio del despliegue y la expresión. completa de esa idea. Sus filmes han sido siempre una exploración de sus muy personales gustos estéticos y temáticos, donde el humor negro y retorcido se une a una atmósfera gótica y lúgubre, muchas veces disfrazada de inocente cuento con visos infantiles.

Su humanismo lo pone a salvo de la crueldad del cine de terror, del que nunca se ha contagiado del todo. Es indiscutible que al director le importan sus personajes; los quiere de veras y eso marca la diferencia. Su arte es algo más sutil e inteligente, más dirigido a conmover el espíritu y a remover algunos temores subliminales e infantiles del espectador, que a insultarlo con una exhibición gratuita de sangre y gore barato.

El cadáver de la novia (Corpse Bride, 2005)

A él le gustan los marginales de la sociedad, los seres que intranquilizan y desagradan. A su veneración por actores como Vincent Price y Christopher Lee hay que sumar sus propios personajes, como Batman, Ed Wood o Constable Ichabod Crane, parte fundamental de una filmografía a la que ya se sumaron Willy Wonka, el protagonista de Charlie y la fábrica de chocolates (Charlie and the Chocolate Factory, 2005) y Emily (voz de Helena Bonham Carter), la prometida de ultratumba de El cadáver de la novia.

Pero no sólo ella: la tierra de los muertos cobra inusual vida en este filme. En un fuerte contraste con el mundo de los vivos, donde los matices de grises predominan, reforzando la sensación de victoriana opresión en la que transcurre la narración, los muertos parecen disfrutar de una inesperada alegría. La animación les permite a los directores unas licencias creativas que no son posibles en el cine de personajes vivos. Lo que aquí se ve gracioso (un gusano en el cadavérico ojo de la novia) no lo sería con un actor de carne y hueso.

El cadáver de la novia (Corpse Bride, 2005)

Pero volvamos al filme: Emily lleva a ese mundo subterráneo a Víctor (voz de Johnny Depp), un joven tímido que por error la ha desposado, cumpliendo así el sueño de esta joven que murió sin poder llegar al altar. Emily luce muy vital y sensual, en un fuerte contraste con la recatada y virginal Victoria Everglot (voz de Emily Watson), verdadera prometida de Víctor y quien intentará rescatarlo de tan complejo compromiso.

Basado en una leyenda del folclor ruso, la película es ante todo una clásica y sincera historia de amor, cuyos protagonistas intentan ser felices y hacer felices a los demás, aún a costa de su propia dicha. La generosidad de sus sentimientos se ve tan anacrónica como el sistema de animación, pero ambas adquieren una pureza que eleva El cadáver de la novia a una esfera superior, donde la sincera convicción por lo que hacemos nos libera y nos pone más allá de cualquier juicio.

Publicado en la revista Arcadia no. 2 (Bogotá, noviembre/05) pág. 28
©Publicaciones Semana, S.A., 2005

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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