“Hello, I Must Be Going”: un perfil no autorizado de Groucho Marx
Prólogo (apócrifo) de Groucho: habiendo encontrado todas las casas de lenocinio locales incomprensiblemente cerradas por el Día de Acción de Gracias, y ya demasiado mayor para disfrutar de las atracciones del parque de diversiones de Coney Island, regentado aún por el amable señor Rittenhouse, el autor de este texto no ha encontrado nada mejor para hacer que escribir sobre mí, si tal cosa fuera posible. No le falta ambición, sin embargo el destino de este perfil está irremediablemente condenado al fracaso o en el peor de los casos a figurar como anexo dentro del anuario de la secundaria de Pensacola. Olvida este timorato escritor que la última palabra sobre mí la dijo Harpo. O sea: ___________.
Empiezo por un lugar común: los cinco hermanos Marx eran cuatro: Groucho, Chico y Harpo. Y de ellos dos fueron muy famosos: Groucho. En realidad se llamaba Julius Henry, pero eso logró superarlo rápido. Nació el 2 de octubre de 1890 y era más neoyorquino que los Dodgers. Como era el tercero de cinco hijos, fue –literalmente- el centro de atracción. Hijo de padres inmigrantes judíos, Groucho y sus hermanos entraron al negocio del entretenimiento gracias a los buenos oficios de su madre, “Minnie” Schoenberg y de un tío materno, Al Shean, artistas ambos, quienes los conectaron al mundo del vodevil. Todos tocaban varios instrumentos musicales y Groucho además cantaba.
Se volvieron tremendamente exitosos en el circuito de la comedia musical y desde ese momento delinearon sus personalidades escénicas: Leonard Marx se convirtió en Chico, Adolph en Harpo y Herbert en Zeppo. Groucho se casó el 4 de febrero de 1920 con Ruth Johnson, con quien tuvo dos hijos, Arthur y Miriam. A mediados de los años veinte los hermanos Marx hicieron el tránsito a Broadway con I’ll Say She Is, a la que siguió The Cocoanuts y luego Animal Crackers. Groucho fue siempre el líder de la banda, el personaje alrededor de quien se desarrollaban las situaciones cómicas. Su proverbial capacidad de improvisación y la velocidad, agudeza y riesgo de sus frases eran asombrosas.
La llegada al cine de Groucho y sus hermanos fue consecuencia natural de la irrupción del sonido, pues su tipo de comedia verbal era perfecta para el nuevo medio, además llevaban ya casi veinte años perfeccionando su arte escénico. Contratados por la Paramount, sus dos primeras películas fueron adaptaciones de sus shows de Broadway: The Cocoanuts (1929) y Animal Crackers (1930), rodadas ambas en los estudios Astoria en Long Island. Su primer guion original fue el de Monkey Business (1931), seguido después por Horse Feathers (1932) y Duck Soup (1933), las tres filmadas en California.
Su etapa para la Paramount representa el culmen de su estilo anárquico de comedia, que se benefició además por que estas cintas fueron realizadas antes de la implementación del Código de censura (el mal llamado Código Hays). La “comedia anarquista”, que también practicaron Eddie Cantor, Bert Wheeler y W.C. Fields “era anarquista tanto en forma como en contenido: en lo formal estos filmes presionaron contra la práctica fílmica tradicional, apartándose del énfasis del cine clásico de Hollywood respecto a linealidad y causalidad y moviéndose hacia una práctica textual más fragmentada y atomizada. Y respecto al contenido con frecuencia celebraban el colapso del orden social y la liberación de la creatividad y la impulsividad de sus protagonistas. En la práctica las comedias anarquistas son episódicas, y contienen apenas el tejido conectivo suficiente para juntar secuencias que les permitan a la estrella demostrar sus rutinas” (1), explica Tino Balio en su texto sobre el cine de los años treinta.
Empezando por el bigote evidentemente pintado con betún sobre el labio superior de Groucho, todo lo de los hermanos Marx en esos filmes es un rompimiento absoluto: verbal, físico, a las buenas costumbres, al orden, a la sociedad. Nada queda en pie después de su paso atropellado. Ellos cantan, bailan, hacen música, desbaratan, engañan, sacuden, confunden, despistan. El caos es su medio natural. “Recuerden, muchachos que estamos luchando por el honor de esta mujer, lo que seguramente es más de lo que nunca hizo ella”, les dice Groucho a sus hermanos en Duck Soup. Harpo no habla pero todos los ruidos y trucos sonoros le pertenecen, además de ser un arpista consagrado; Chico es el tipo apostador y timador avispado que habla con acento italiano y toca el piano como un virtuoso; Groucho es el hablador cínico, conquistador inescrupuloso (la gran Margaret Dumont fue el blanco de sus requiebros en siete de sus filmes) y jefe natural vestido siempre de frac y con un puro en la boca; mientras Zeppo es el personaje corriente, haciendo un contraste enorme entre él y los otros tres locos. Su estilo de humor funcionaba por saturación y por lo irracional de las situaciones que generaba, pero tal desbarajuste –a veces al extremo de antojarse surrealista- parece por momentos insoportable para el espectador de hoy.
Pese a su prestigio, Duck Soup perdió dinero y la Paramount rescindió su contrato con ellos. En agosto de 1934 durante una partida de bridge, Chico coincidió con el productor Irving Thalberg, el todopoderoso jefe de producción de la MGM, quien le propuso reunirse con sus hermanos para hacerles una propuesta de trabajar para él. La cita fue en el hotel Beverly Wilshire y Thalberg fue directamente al punto: sus películas eran graciosas, pero no trataban acerca de nada, carecían de sustancia. Refiriéndose a Duck Soup, Thalberg les dijo “Es una película muy divertida, pero ustedes no necesitan tantas risas en una cinta. Puedo hacer una película con ustedes que tenga la mitad de las risas. Pero le pondré una historia legítima. Y apuesto a que recaudará el doble de Duck Soup. No estoy de acuerdo con el principio de que se vale todo por una carcajada. Por mi dinero, las escenas cómicas tienen que impulsar el argumento. Es más importante tener un historia de la que el público se interese que tener una carcajada cada minuto” (2).
Los convenció. Cerraron el trato por 7500 dólares a la semana y 15% de las ganancias. Eso sí, Thalberg exigió control artístico. Empezó ahí la segunda etapa de su carrera en el cine. Thalberg iba a volverlos atractivos para todos los públicos y eso lo hizo dejando de lado ciertos aspectos repelentes de su personalidad escénica y haciéndolos benefactores y colaboradores de causas pérdidas. Los Marx anárquicos, salvajes y egoístas dieron paso a un trío (Zeppo se retiraría del cine para formar con su hermano Gummo una prestante agencia de actores) que era igual de desquiciado e irreverente pero con un propósito, con una motivación. Nacería así su obra maestra, Una noche en la ópera (A Night at the Opera, 1935), seguida luego por Un día en las carreras (A Day at the Races, 1937), ambas dirigidas por Sam Wood. En la primera desenmascaran a un orgulloso tenor italiano contratado por la ópera de Nueva York y hacen que un tenor de buen corazón y su pareja puedan estar juntos y cantar los dos. En la segunda se proponen salvar a un hospital de reposo administrado por una joven (Maureen O’Sullivan), pretendido por inversionistas escrupulosos que quieren construir ahí un casino.
En estos dos filmes para la MGM –beneficiados por los valores de producción de esa empresa- tal como en los previos, los Marx no se conocen entre sí, no son hermanos dentro de la pantalla, sino que se asocian por casualidad u oportunismo. La diferencia es que ahora tienen una causa noble que defender. Y eso les da sentido y coherencia a sus bromas. Las dos películas fueron un éxito. Pero Irving Thalberg murió el 14 de septiembre de 1936, a los 37 años. El rodaje de Un día en las carreras llevaba apenas dos semanas cuando eso ocurrió. “Después de la muerte de Thalberg, mi interés por las películas se desvaneció. Continué apareciendo en ellas, pero mi corazón estaba en otra parte. Ya no me divertía hacerlas. Era como un viejo boxeador que seguía actuando, pero ahora únicamente por el dinero” (3), confesaba Groucho en su autobiografía. Pese a que Un día en las carreras generó ganancias por cuatro millones de dólares, el trío se retiró de la MGM y aceptó una propuesta de la RKO para hacer Room Service (1938), la única película hecha con un material que no fue exclusivo para ellos, sino que provenía de una farsa exitosa de Broadway escrita por Allen Boretz y John Murray, adaptada para la pantalla por Morrie Ryskind. La experiencia les dejó un mal sabor en la boca.
Sin embargo siguieron en el cine y volvieron a la MGM, pues Chico tenía deudas de juego que requerían ser honradas. Por eso existen At the Circus (1939), Go West (1940) y The Big Store (1941). Dos meses antes del estreno de esta última, Groucho declaró al periódico Los Angeles Herald que “Cuando digo que nos estamos hartando de las películas, me refiero a que la gente está harta de nosotros… Nuestro material simplemente se está volviendo obsoleto. Tal como nosotros”. En el plano personal, Groucho se separó en 1942 y tres años después se casó de nuevo con Kay Marvis, una bailarina, enlace que duraría hasta 1950. Con ella tendría una hija, Melinda. Su tercer matrimonio fue con Eden Hartford.
Pese a sentir que ya no era momento para hacer más cine realizaron para United Artists Una noche en Casablanca (A Night in Casablanca, 1946), pues Chico de nuevo estaba en dificultades financieras y les ofrecieron un porcentaje de las ganancias. Todo parecía concluir para ellos, tal como Groucho afirmaba: “Un día, después de una sesión [de rodaje] especialmente dura, decidimos que marchábamos ya cuesta abajo y que iba siendo hora de que nos retirásemos mientras estuviéramos parcialmente vivos” (4). Asombrosamente realizaron una más juntos, Love Happy (1950) y Groucho hizo una al lado de Carmen Miranda, Copacabana (1947) y participó con cameos en muchas otras realizaciones.
El medio que ahora llamaba a su puerta era la radio (donde ya había fracasado previamente) y Groucho tuvo un enorme éxito con un programa de concurso Apueste su vida (You Bet Your Life), que se emitió entre 1947 y 1960, y simultáneamente en televisión entre 1950 y 1961 por la NBC. Toda una nueva generación de espectadores lo escuchaba y lo veía por primera vez, encantados con su humor y sus bromas hacia los concursantes.
Groucho siempre tuvo habilidad para escribir y la revista The New Yorker y el periódico The New York Times le abrieron las puertas para sus ensayos y textos cómicos desde muy temprano. Creo que la cantidad de frases ingeniosas que falsamente se le atribuyen ya superan a las reales. Su autobiografía, Groucho y yo, apareció en 1959, seguida por Memorias de un amante sarnoso en 1963, Las cartas de Groucho en 1967, Camas en 1977 y Groucho & Chico, abogados (Flywheel, Shyster, and Flywheel: The Marx Brothers’ Lost Radio Show) en 1988. Una recopilación de sus textos publicados en revistas y periódicos entre 1925 y 1973 fue publicada como ¡Sálvese quien pueda! y otras historias inauditas (Groucho Marx and Other Short Stories and Tall Tales: Selected Writings) en 1993.
Pese a que Groucho dijo que “Pretendo vivir para siempre o morir intentándolo”, falleció en Los Ángeles a consecuencia de una neumonía el 19 de agosto de 1977, a los 86 años. “Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi empresario”, declaró. Sabemos que fue incinerado, ojalá la segunda parte de su voluntad se haya cumplido también. Sus cenizas están en el cementerio Eden Memorial Park en Mission Hills, California. Y lamento informarles que en su lápida no dice “Perdonen que no me levante”. Solo está su nombre artístico, y una estrella de David que separa el año de su nacimiento y el de su deceso. Nada más. Ya todo nos lo había dado antes.
Referencias:
1. Tino Balio, Grand Design: Hollywood as a modern business enterprise, 1930-1939, Berkeley, University of California Press, 1995, p. 263
2. Mark A. Vieira, Irving Thalberg, Boy Wonder to Producer Prince, University of California Press, 2009, p. 277
3. Groucho Marx, Groucho y yo, Barcelona, Tusquets Editores, 1998, p. 219
4. Groucho Marx Op cit, p. 219
Publicado en la revista Kinetoscopio No. 120 (octubre/diciembre de 2017), págs. 28-31
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2017
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