Hemingway & Gellhorn, de Philip Kaufman
Presentada fuera de concurso en el Festival de Cannes y estrenada oficialmente el 28 de mayo de 2012 en Estados Unidos, esta película de Philip Kaufman no se vio en una sala de cine cerca a usted. ¿Será este el futuro de las películas?
Desde 2004 Philip Kaufman no dirigía una película y por eso su retorno fue recibido el 28 de mayo de 2012 con gran expectativa en Estados Unidos. Quien dirigiera filmes como La insoportable levedad del ser (1988) y Henry & June (1990) andaba alejado de los platós y ahora regresa con Hemingway & Gellhorn, un combate de pasiones y egos que tiene a Ernest Hemingway y a su tercera esposa, la cronista de guerra Martha Gellhorn como contendores, con el marco de la guerra civil española como rudo telón de fondo inicial.
Cuando se conocieron en un bar de Key West en 1936, Hemingway tenía 37 años y ella 28. La conexión entre los dos fue inmediata: ambos eran escritores y reporteros, ambos sentían la misma sed de aventuras, ambos parecían no estar atados a nada. Bueno, Hemingway andaba ya por su segundo matrimonio y tenía tres hijos. Nada impediría, sin embargo, que fueran a cubrir la guerra civil española y que terminaran enamorándose.
Philip Kaufman describe este encuentro y estos hechos a través de un largo flashback, pues toda la película está relatada por Martha Gellhorn en su vejez, recordando sus años junto al escritor. Clive Owen interpreta a Hemingway, dotándolo de la testosterona y el vigor requeridos, mientras Nicole Kidman da vida a Gellhorn mezclando inteligencia y una gran dosis de sensualidad. El filme los describe casi destinados no exactamente a encontrarse, sino a colisionar. El guión de Jerry Stahl y Barbara Turner -esta última tiene a su haber el haber escrito los libretos de Pollock (2000) y Georgia (1995)- facilita ese choque al permitirse incluir frases de los textos y declaraciones de Hemingway en los parlamentos de la película, de igual manera algunas frases de los escritos y crónicas de Gellhorn son puestos en boca de la actriz.
El resultado son unos diálogos de tono grandilocuente, demasiado inteligentes y agudos para ser verosímiles, herederos de la manera en las que están escritas las películas de cine negro (film noir). Como si el escritor fuera una colección andante de aforismos y frases celebres, a Hemingway se le oye decir: “No hay nada que escribir, Gellhorn. Todo lo que uno hace es sentarse frente a la máquina de escribir y sangrar”; “Odio las palabras heroicas: Sagrado. Glorioso. Sacrificio”; “Un hombre puede ser destruido pero no derrotado”. Al querer darle autenticidad al personaje, haciendo que hablara tal como escribía, por poco terminan caricaturizándolo. Por fortuna Clive Owen logra evitarlo, considerando que tenía enfrente a un personaje ya de por sí excesivo.
Los inicios de la relación con Gellhorn están llenos de vértigo. Hemingway le presentará al escritor John Dos Passos, al documentalista holandés Joris Ivens, al fotógrafo Robert Capa. España está en plena guerra civil y todos ellos iban a ser testigos y cronistas del conflicto. Philip Kaufman mezcla material documental de archivo con el rodaje actual y se atreve incluso a utilizar efectos visuales para insertar los personajes principales dentro de la grabación fílmica de época, haciéndolos inesperados participes de esos hechos históricos. Este recurso –acompañado aca de un virado a sepia de las imágenes- ya lo había utilizado en The Right Stuff (1983) y en La insoportable levedad del ser, y aquí le funciona en algunas oportunidades más que en otras, pero Kaufman no teme ser cursi. Y obviamente a su película tampoco.
Un buen ejemplo es el instante del bombardeo al hotel en Madrid donde ambos se alojan. Casi sin por donde escapar, terminan más bien en medio de una inverosímil y explícita escena de sexo (Kaufman tiene para esas secuencias una sensibilidad mucho más europea que norteamericana), llevada a cabo por sus protagonistas con una sed y una urgencia apenas dignas de la hecatombe que se vive fuera de la habitación en la que están. Sin embargo los momentos de éxtasis y alegría de la pareja son pasajeros, los sabemos condenados a separarse. La sombra de Hemingway era demasiado grande y Gellhorn no quería –son sus palabras- “ser un pie de página en la vida de alguien más”. La película lo deja a él en Cuba y se va con ella al conflicto ente Finlandia y la Unión Soviética, a la ocupación japonesa de China, y al desembarco en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial, sabedora que sus días junto a Hemingway ya están quedando atrás.
Llegamos al fin del relato y ella sigue en pie. Hemingway ha muerto hace décadas y Gellhorn sigue imbatible, lista para hacer el reportaje de cualquier conflicto bélico. Su batalla personal -para ser reconocida por sus méritos, no por haber sido esposa de alguien famoso- hace años fue ganada. Philip Kaufman ha hecho una película que tiene más pasión que rigor, más prisa que paciencia, más acción que reflexión, más idealismo que sentido común. Es un relato de emancipación, de encontrar fuerzas para no ser avasallado, de demostrar el coraje que se tiene por dentro, así luchemos una guerra perdida. Vale la pena acercarse a esta película de corte épico y volver a ver a este director, dirigiendo a un par de excelentes actores. Pero no esperen que la película se exhiba en algún teatro local dentro de algunos meses. Adrede olvide decirles que Hemingway & Gellhorn es una película hecha para la televisión.
¿Otro nuevo Hollywood?
HBO Films fue la compañía que dio vida a este filme, un proyecto que quizá ninguno de los grandes estudios de Hollywood hubiera querido respaldar y menos para ser lanzado en plena temporada de estrenos de vacaciones. Tras 29 años de operaciones, la división de películas de HBO, a cargo de Len Amato, está mostrando que no siente temor ante el riesgo, de ahí que los directores de cine estén mirando con más frecuencia en esa dirección. En la actualidad la televisión por suscripción tiene una fuerza y una influencia inusitadas: no es sino ver la calidad de las series que se estrenan ahí para admirarse. Hay mucho talento volcado hacia ellas, se hacen con recursos económicos, técnicos y humanos que el cine envidiaría y tienen además una audiencia cautiva, suscrita a los canales de cable que las exhiben.
Ya el cine hecho para la televisión dejó de ser un relleno, esos insípidos y aburridos dramas morales que llenaban la nefasta tarde de los domingos y que no se quedaban ni un instante en la memoria. Ahora las cosas son distintas y mucho más satisfactorias. El fenómeno mereció un artículo en la revista de cine estadounidense Film Comment (mayo / junio de 2012), escrito por Michael Sragow y titulado “La gran migración”. En él se describe como HBO Films le está abriendo la puerta a propuestas fílmicas (argumentales o documentales) poco convencionales, sin mayores interferencias ni condiciones distintas a la capacidad de narrar una buena historia. De este empuje han surgido You Don´t Know Jack (2010), de Barry Levinson, Too Big to Fail (2011) de Curtis Hanson o Taking Chance (2009) de Ross Katz. El montajista de Hemingway & Gellhorn, el veterano Walter Murch explica en ese artículo que HBO “te da una caja –las dimensiones son el calendario y el presupuesto- pero dentro de la caja uno puede jugar”.
Y como Hollywood solo deja jugar con proyectos convencionales y que tengan dividendos asegurados, pues entonces bienvenida sea la televisión. ¿Se acabarán los teatros y todos veremos las películas en casa? El formato de exhibición parece en estos momentos ser lo más maleable y por ello lo más susceptible a cambiar, nostalgia cinéfila (a la que adhiero) aparte. Pero eso sí, mientras haya una buena historia que contar siempre habrá algún realizador con ganas de convertirla en imágenes. El buen cine se queda con nosotros, eso no lo duden.
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano. Medellín, 10/06/12. Págs. 4-5
©El Colombiano, 2012
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