Buscando tu niña interior: Hombres al agua, de Gilles Lellouche
Estoy tentado a poner a Hombres al agua (Le grand bain, 2018), de Gilles Lellouche, como ejemplo de la obviedad que tiene enferma a la comedia cinematográfica contemporánea. Me parece increíble que esta película llena de lugares comunes y hecha con piloto automático haya sido presentada fuera de concurso en el Festival de Cannes. Esto solo es explicable como estrategia publicitaria para darle un “prestigio” que por sí sola no alcanza a tener.
Si recuerdan a la cinta inglesa Todo o nada (The Full Monty, 1997) entenderán de donde proviene la idea de la que parte Hombres al agua: la de unir a un grupo de perdedores o de desadaptados a unir fuerzas por un propósito común insólito, del que puedan sentirse orgullosos al final. Si en Todo o nada eso implicaba hacer un show de striptease, en la película de Lellouche el objetivo es aún más ambicioso e improbable: conformar un equipo de nado sincronizado masculino y hacerlo competitivo.
Yo sé que la comedia es un género donde la lógica no opera siempre y que las situaciones más absurdas están ahí para sacar una carcajada al público, pero lo que me cuestiona es lo poco genuino y lo telegrafiado del humor de Hombres al agua, pues no hay por ninguna parte un planteamiento novedoso o arriesgado. Lo que vemos ya ha sido expuesto en infinidad de películas previas, mostrando obviamente que funciona, y que por ende hay que repetirlo de nuevo, confiando en la amnesia o en la distracción del espectador. Si una receta es eficaz, ¿para qué arriesgarse?, debe ser la reflexión de los realizadores de este filme francés.
Lo más triste es el desperdicio de talento. En Hombres al agua participan actores de primer orden como Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Jean-Hugues Anglade y el belga Benoît Poelvoorde, respondiendo a un guion que los convirtió en caricaturas y en estereotipos extremos del fracaso personal y de los conflictos internos. Buena parte del metraje se lo dedica el director Lellouche a la exposición de esas agudas problemáticas, cuya mágica resolución parece estar en el éxito deportivo.
No me gusta que una película desprecie la inteligencia del público y que dé por hecho que esas personas pueden ser engañadas con música nostálgica, montajes “buena onda” y resoluciones atropelladas. Que sea una comedia no justifica tal burla. Por el contrario, la ofensa es mayor.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 02/06/19) p. 3.9
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